jueves 28 de marzo de 2024

LOCALES | 5 feb 2020

Necesidades habitacionales

La política petrequista: derrumbar, nunca solucionar

Porque “se vendía droga y se ejercía la prostitución”, funcionarios del municipio encabezaron una topadora que tiró abajo asentamientos precarios, en vez de atacar los delitos y brindar una solución alternativa a las familias que no tienen otro lugar donde vivir.


Los funcionarios municipales ‘sabían’ que un determinado lugar en Junín funcionaba como un bunker para la venta de droga. Y se ejercía la prostitución. Y no estaba en condiciones de ser habitado porque “había cables tirados por los techos”, según las palabras del presidente de la Federación de sociedades de fomento, Osvaldo Giapor.

Entonces, a los fomentistas, a la policía y a las autoridades municipales del gobierno de Pablo  Petrecca, lo único que se les ocurrió frente a este panorama fue llevar una topadora y terminar con el asentamiento precario, donde también vivían familias.

Terminar con este “foco de infección” en el barrio San Francisco de Asís, en calle Chile y las vias, fue una decisión que tomaron con agrado los mismos funcionarios que desalojaron una protesta pacífica en la plaza 25 de Mayo porque “afeaban” el paisaje céntrico de la ciudad.

Son los mismos que se golpean el pecho ante cada detención de vendedores ambulantes, o le dan forma a operativos ‘cazabobos’ para recaudar a través de multas, o se llevan plantas caseras de marihuana, o se vanaglorian con cada hecho de “narcomenudeo”, pero jamás se los ha visto combatir al narcotráfico. Nunca contra los “Pablo Escobar” de la ciudad, porque no viven en ranchos de chapa.

Por otra parte, ¿hay garantías de que los 'terribles males' que combaten los impecables funcionarios se terminen con el simple derrumbe de una casucha? Sería bastante ingenuo pensar eso, aunque es justamente lo que quieren mostrar a la sociedad.

VERGÜENZA AJENA

"Hace muchísimo tiempo que la Federación viene recibiendo quejas de ese sector: hay denuncias de venta de drogas, denuncias de prostitución y nos decían que no se podía pasar de noche, por temor de que algo suceda", afirmó el fomentista Osvaldo Giapor.

Si fue así, qué mal habla esta situación de la policía local y sus jefes municipales, que deben recurrir a destrozar la casa de familias para evitar situaciones delictivas y de peligro. Casi insólito.

La continuación de las declaraciones de Giapor, enviadas a través de la gacetilla municipal, es poco menos que hilarante: "Desde la Federación mandamos  una nota pidiéndole a la Secretaría de Seguridad que busquen la forma de derrumbar esa casa, para que el barrio viva más tranquilo: para que no haya más venta de drogas, ni prostitución, ni nada que moleste el buen vivir de los vecinos que quieren vivir bien. Por supuesto que es doloroso, pero eso no podía seguir así".

Y sí, pensamiento mágico: “tiramos abajo el lugar, los malos ya no existen”.

LO QUE REPRESENTAN

Este cuadro se completó con dos figuras emblemáticas y representativas de toda la carga ideológica que arrastra el gobierno de Petrecca. Uno fue Luis Chami, sacando pecho ante la gente que le reclamaba el avance de las topadoras, pero siempre oculto tras algún uniformado. Más preocupado por llevar adelante el cometido que por los robos y arrebatos que se multiplican en la ciudad, el director de Seguridad caminaba convencido de que estaba colaborando con la liberación del mundo de las “siete plagas” bíblicas.

No podía ausentarse de las cámaras el secretario del área, el camaleónico Andrés Rosa, devenido desde diciembre en un ‘Cambiemos’ a ultranza, luego de andar peregrinando por distintos sectores políticos que le permitieran ocupar algún puesto sin trabajar de abogado, porque en Derecho sólo tiene el título.

Por supuesto, su intervención no fue para “aplacar grietas” sino todo lo contrario. Habló con el mensaje de poner a unos contra otros, trabajadores contra beneficiarios de planes, que gracias al gobierno de Macri están todos amontonados en el globo de la pobreza.

"El debate que nosotros tenemos que dar como Gobierno es de qué lado queremos estar. Nosotros vamos a defender siempre la legalidad y lo que acabamos de derribar era un búnker, no dicho por nosotros, sino por todos los vecinos", dijo.

Parece que el secretario sólo escucha a algunos vecinos: no atiende el reclamo de los robos que se suceden y sacuden a los habitantes del Rincón del Cielo, ni a los del barrio Las Lilas que no aguantan más la música de los boliches del Camino a la Laguna, ni se hace cargo que ya no se puede circular por las calles con tranquilidad.

"Desde hace tiempo, ese lugar era un bunker, un espacio que se utilizaba esporádicamente para cometer todo tipo de delito”, dijo Rosa, con total desparpajo. ¿Y entonces, por qué no ordenó investigaciones, pidió allanamientos, hizo las denuncias correspondientes, interactuó con la Justicia para poner punto final a esas situaciones delictivas que asegura se cometían? ¿Esto entraría en el incumplimiento a los deberes de funcionario público?

SIN VIVIENDAS

Más allá de la legitimidad del reclamo de los vecinos que habitaban esas casuchas de chapa y de la autoridad municipal de “limpiar” el lugar, también hay un trasfondo social que parece ser ignorado.

Cuando se tomó la decisión de avanzar con topadoras, ¿alguien pensó dónde dormirían esa noche los chicos de esa familia, que no venden droga ni cometen delitos y son niños a quienes el Estado debe garantizar derechos elementales?

La respuesta es que, viendo el accionar del gobierno de Petrecca en estos cuatro años, sólo les interesa “la imagen” de la ciudad. Que haya drogas, pero que no se vean. Que haya pobreza, pero que no se vea. Que haya reclamos, pero no se hagan públicos.

Y como ejemplo sólo basta la falta de empatía que tuvo con familias enteras que acamparon por más de 40 días en la plaza principal, porque este gobierno no tiene una política habitacional. En el 2015 prometió la construcción de 25 casas sociales y todavía no pudo terminarlas, o no le interesó. Y por eso, los expulsó de ese espacio público sin ningún remordimiento: que sean pobres y vivan en las calles, pero no en el centro.

En algo tiene razón Andrés Rosa: el debate que debe darse es de qué lado queremos estar. Ciertamente no será de aquel que reprima a los más pobres y sin voz, a los que nada tienen para que tengan menos, agitando fantasmas de “delitos”, mientras se hace la vista gorda ahí donde realmente suceden.

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