A veces no caben dudas que actuamos “con el agua al cuello”, es decir cuando los problemas nos ahogan y no con una visión más clara de no tener que responder –permanentemente- ante la urgencia.

La vuelta de la tragedia en las rutas producto de incidentes generados con micros de larga distancia de dos pisos, fue puesto –otra vez- en la mesa de los debates y por eso SEMANARIO ahondó sobre la problemática para encontrar que todo discurre en una constante de diagnósticos sin llegar a ningún lado, mientras la muerte es disparador natural.

El ministro de Transporte de la Nación, Mario Meoni, consideró que “se evaluará técnicamente la conveniencia y viabilidad de los ómnibus de doble piso y elevará un informe al respecto en los próximos 60 días". Sin embargo ya hay algunos informes locales al respecto, tal y como prohibiciones en otros países.

El ex intendente de Junín dijo además que se "profundizará el sistema de controles por parte de la Comisión Nacional de Regulación del Transporte (CNRT), evaluando las penalidades y sanciones previstas en los casos de incumplimientos a los descansos de los conductores".

Es bueno hacer un poco de memoria y recordar que en febrero de 2007 el por entonces diputado provincial del Frente para la Victoria, Darío Giustozzi, (quien luego sería intendente de Almirante Brown y más tarde embajador en Ecuador por Cambiemos) presentó un proyecto de ley en la Legislatura de la provincia de Buenos Aires para prohibir la circulación de los ómnibus de doble piso en este distrito, pero con el objetivo de que esta normativa se extendiera a todo el país.

El detonante había sido el vuelco con una unidad de este tipo en el kilómetro 185 de la Autovía 2, a metros de la localidad de Castelli, en el cual fallecieron dos personas. Aunque la fiscalía aducía “impericia” del conductor.

"Queremos que se dejen de incorporar unidades de doble piso y que a futuro se prohíba su circulación en las rutas, como en Estados Unidos o Europa, que los usan para turismo y a velocidad limitada", manifestaba entonces Giustozzi a la prensa.

Bajar la velocidad y el centro de gravedad es uno de los puntos que se pretenden alcanzar con el proyecto de ley porque, según explicó Giustozzi, “la sumatoria del exceso de velocidad, el centro de gravedad alto y el viento producen un cóctel explosivo, que deja muchas víctimas fatales”.

El plazo para que los ómnibus dejaran de circular sería de tres años y, mientras tanto, el diputado recomendaba “que las empresas realicen un control preventivo a través de satélites en tiempo real, como el que utilizan las empresas de mercadería, y así poder detectar por dónde circulan los vehículos y a qué velocidad”.

NO TAN PELIGROSOS

Por su parte, el ingeniero y vicedecano de la Facultad Regional de Avellaneda, Enrique Filgueira, sostiene que “los colectivos de dos pisos no son inseguros en sí” y advierte que lo que puede provocar los accidentes es “superar la velocidad máxima”.

“En el 2007 publicamos un estudio en el que sugiere una serie de normas para la implementación de innovaciones técnicas, como los limitadores de velocidad y otros elementos”, indicó.

También sostuvo que la clave para que la situación mejorara (temporariamente) fue la concientización de las empresas y del gremio de choferes en respetar el tiempo de los viajes y al descanso de los conductores, ya que considera que la mayoría de los hechos implican fallas humanas. Algo de lo que también se hizo eco Meoni, y se debate nuevamente 13 años después.

“Un viento natural no hace perder la estabilidad del vehículo, tiene que ser un fenómeno extremo. Lo que hace inseguro a los colectivos es superar la velocidad máxima, que es de 100 km/h”, concluye Filgueira.

PROHIBICIONES

Así como en nuestro país se llevaron a cabo estudios que indican que el problema es “humano”, también hay países que los han prohibido o por lo menos “restringido” para que sean usados en viajes cortos de baja velocidad y no para largas distancias superando los 80 kilómetros por hora.

A raíz de los constantes accidentes sufridos en su territorio vale destacar que Australia retiró de circulación este tipo de vehículos -denominados "double decker"- en 1986, solo permitiendo su utilización para servicios de turismo y bajo estrictas medidas de seguridad.

Por eso quienes promueven la “tolerancia cero” para este tipo de colectivos traen a colación el caso australiano, que actualmente solo permite su utilización para turismo en Sidney, específicamente en el trayecto de Blacktown a Rouse Hill -medida autorizada recién en 2012- y en las playas del norte.

Específicamente, se resolvió que estos buses eran peligrosos ya que su centro de gravedad está más arriba que el de un bus "normal", por lo que ante maniobras bruscas tienen un riesgo de volcamiento mayor.

De hecho, se ha constatado que los buses de dos pisos no son vehículos recomendables para uso en carretera. ¿La razón principal? A altas velocidades, por sobre 90 km/h, presentan mayor inestabilidad y son más proclives a volcar que un micro tradicional.

Por otra parte, también se comprobó que el segundo piso de estos vehículos suele contar con una carrocería muy débil, que ante un accidente pone en serio riesgo la vida de los pasajeros.

Australia y Nueva Zelanda han sido inspiradoras de la norma R66 de la Unión Europea, que junto con prohibir -salvo en casos muy excepcionales- los micros de dos pisos, obliga a que los autorizados con fines turísticos cuenten con un potente armazón de seguridad para proteger a los pasajeros, añadiendo de paso mayor peso al vehículo, disminuyendo el riesgo de vuelco.

Estos dos países nos han dado evidencia para sacarlos de circulación y la Unión Europea, que no los fabricaría desde hace ya casi 20 años.