viernes 19 de abril de 2024

LOCALES | 31 mar 2020

Aniversario de Malvinas

Tiempos de polenta

La guerra no es para todos y menos para los psicópatas que no tienen empatía.


Cuando los jóvenes combatían en Malvinas, las noches de Buenos Aires parecían no tener noción del conflicto. Paseos, boliches abiertos, locales bailables y los Bee Gees sonando con “Fiebre del Sábado por la noche”.

Sólo en algunos hogares del país (como siempre los más pobres en su mayoría), la tristeza consumía a las madres que pensaban en sus hijos trasladados a las islas o, en el sur, otro grupo de jóvenes recibía los ataúdes con sus compañeros muertos.

La guerra no es para todos y menos para los psicópatas que no tienen empatía.

Hoy la Argentina a partir de las recomendaciones de los científicos y especialistas locales y las acciones de los funcionarios, le hace frente a la pandemia con instrumentos distintos a otros países, con mayor precaución seguramente, pero con la idea de que la situación no se desmadre. Son políticas de Estado que impone un gobierno elegido por la mayoría.

Sólo alguna mente retorcida podría considerar que se busca generar un daño mayor al que podría infligir el virus, ya que no hay mayor daño que la muerte.

Las guerras (y se sabrá algún día (o no) si esta fue bacteriológica) son por sobre todas las cosas injustas e innecesarias, pero tienen esa particularidad de hacer que las gentes queden embarradas todas en la miseria y las miserias no siempre son económicas como única opción, salvo que a uno le hayan hecho creer lo contrario.

Para quienes hayan pasado por los grandes conflictos bélicos eso está claro, también para quienes cotidianamente lo venían y vienen lamentando en sitios del mundo a los cuales nunca miramos.

Serán “tiempos de polenta” para quienes no la consumen habitualmente, pero habrá que entender que hay una gran mayoría para los que en su vida, no hay otra cosa que polenta.

Disfrutemos la diferencia de no tener en esta guerra, un gobierno de facto que espiara nuestras críticas o se sirviera de soplones para reventarnos la puerta y de los pelos llevarnos a la muerte segura o tal vez, a la tortura correctiva.

Usemos las cacerolas para cocinar la polenta y en el caso de querer hacer ruido porque algo no nos gusta, fijemos bien el objetivo para no caer en la figura del idiota útil que golpea a favor de su esclavo.

En algún momento, algunos dejarán de comer polenta y podrán volver a sus platos habituales, mientras tanto bien vale pensar por aquellos que nunca pueden cambiar esa dieta.

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