jueves 28 de marzo de 2024

OPINIÓN | 27 abr 2020

mirada extrema

Será justicia

Escribe Andrés Rissolo, especial para Semanario


La diáfana mañana no hacía más que acrecentar el contraste de las luces y las sombras. El largo pasillo amplificaba el eco del paso marcial. Calzado prusiano acharolado, pantalón azul con líneas laterales rojas entonan con el uniforme distintivo del cuerpo de Marines de los Estados Unidos de Norteamérica.

Con el grado de capitán médico y de teniente primero médico ambas jerarquía recorrían de memoria el trayecto que los llevaría hasta las oficinas del director del Hospital General de Agudos de Junín.

Enfrentando a la autoridad sanitaria exhibieron su interés marcial en los recientes resultados positivos que un grupo de profesionales de la institución había obtenido contra una fiebre que se había presentado en la zona a partir de 1953, con una virosis distinta a la gripal y una etiología de   de aspecto tifoso o encefalítico.

Las observaciones obtenidas y los tratamientos efectuados hasta entonces en Junín, se canalizaron en el Hospital Regional que se transformó en un Centro de Investigaciones. Bajo la dirección del profesor Héctor A. Ruggiero, se convocó al titular de la cátedra de Enfermedades Infecciosas, Humberto Ruggiero.

El  8 de junio de 1958 se sumaron otros dos expertos: Daniel Greenway y Armando Parodi. Todos ellos realizaron en el Círculo Médico de Junín la primera reunión en el país para el estudio e investigación de esta nueva enfermedad.

En octubre del mismo año, el gran nivel académico quedó demostrado cuando el Dr. Héctor Milani descubrió en el sedimento de la orina un tipo de células, luego se llamarían “Células Redondas de Milani”, que con el estudio hematológico, en especial el recuento de leucocitos y plaquetas, estas últimas con método propio del autor, que hoy son pilares para el diagnóstico.

El 19 de diciembre de 1958, en la Facultad de Medicina de Buenos Aires, Alberto F. Cintora presentó un trabajo sobre la FHA, junto con Humberto Ruggiero, Héctor A. Ruggiero, Daniel Greenway, Armando Parodi, Clemente Magnoni, Héctor Milani y Rosario Locicero, donde se fijaron conceptos sobre etiología, clínica, fisiopatología, anatomía patológica, laboratorio y tratamiento, incorporándose a la medicina un nuevo capítulo en la especialidad de Enfermedades Infecciosas  a nivel mundial.

La presentación de los trabajos realizados al Ministro de Salud Publica de la Nación, Dr. Héctor V. Nobilia, quién estaba acompañado por Director del Instituto Nacional de Microbiología Dr. Ignacio Pirosky, destacaron la actividad de los profesionales por el trabajo y los resultados obtenidos en el mismo lugar de los hechos sin tener que haberlos remitido a Buenos Aires.

Un día después, el Dr. Julio Barrera Oro se autoinocula el Virus Junín, y la Comisión Nacional del Ministerio estudia en él la reproducción de esta enfermedad en el humano.                                                    

También en 1958, el Centro de Investigaciones y Tratamiento de la FHA de Junín descubren el tratamiento con plasma de convaleciente y comienza el estudio de su efectividad y la practicidad de su aplicación.                                                            

En 1969 se vacuna en Junín a 71 voluntarios, demostrando la formación de anticuerpos y su inocuidad. La experiencia se amplió a otros 200 voluntarios, incluyendo núcleos de campo, con el mismo resultado.

La vacunación fue ejecutada y evaluada por Héctor A. Ruggiero, Clemete Magnoni, Alberto Cintora, Héctor Milani, Fernando Perez Izquierdo, Lucía B. de Guerrero, Francisco Maglio, Carlos González Cambaceres, Guido Squassi.

Todos esos nombres no eran desconocidos para los impertérritos visitantes quienes estaban interesados ahora en conocer las instalaciones donde se habían realizado los estudios. No les importaba los nombres, sólo los resultados.

La vacuna era para contrarrestar uno de los virus que pertenecen al arsenal biológico mundial. Insatisfechos por la infraestructura observada los marinos se retiraron en silencio, tal como habían llegado. Conocían muy bien el camino de salida.

En 1964 se creó la “Comisión Nacional Coordinadora para el estudio y la lucha contra la fiebre hemorrágica argentina” conformada por representantes de la salud pública del estado nacional, de las provincias afectadas, universidades y otros institutos.

Para 1965 se estableció un centro en Pergamino con la finalidad de diagnosticar y asistir a quienes padecían la enfermedad, quedando el diagnóstico de certeza a cargo del Instituto Malbrán.

Fue  en 1976 cuando se desarrolló en Buenos Aires el primer “Seminario Internacional en Fiebres Hemorrágicas Virales”. En 1977 expertos coincidieron en asignar un carácter prioritario al desarrollo de una vacuna contra la FHA. En 1979 el Gobierno de la Argentina y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) suscribieron un convenio para el desarrollo de la vacuna.

Recién en 1978 se creó el «Instituto Nacional de Estudios sobre Virosis Hemorrágicas» actualmente Instituto Nacional de Enfermedades Virales Humanas "Dr. Julio I. Maiztegui", con sede en Pergamino. Tuvo la misión de organizar el «Programa Nacional de Lucha contra la fiebre hemorrágica argentina».

Se firmó el proyecto «Desarrollo de una vacuna contra la Fiebre Hemorrágica Argentina», involucrando al gobierno de Argentina, al PNUD, a la OPS y al United States Army Medical Research Institute of Infectious Diseases (USAMRIID).

El acuerdo estipulaba que la investigación de la vacuna sería llevada a cabo por un científico argentino en los laboratorios del USAMRIID. Superados los controles iniciales de potencia e inocuidad, sería producida en Argentina por el INEVH y ensayada progresivamente en humanos.

Pocas horas atrás, la autoridad regulatoria de alimentos y medicamentos de los Estados Unidos  autorizó el uso de plasma de personas convalecientes para tratar el Covid-19. Se trata de la estrategia implementada hace medio siglo por Julio Maiztegui, dice un desprevenido diario nacional y otro local, quienes desconocen lo hecho en nuestra ciudad con el "mal de los rastrojos", causado por el virus Junín.

En la Argentina también se prepara protocolos para utilizar el plasma rico en anticuerpos de personas convalecientes de Covid-19, estamos trabajando con el Instituto Maiztegui en el protocolo de investigación y producir suero de pacientes recuperados según comentó  Omar Sued, a la salida de la reunión en Olivos con el consejo asesor del Poder Ejecutivo.

El destacado inmunólogo Gabriel Rabinovich, investigador superior del Conicet y miembro Asociado Extranjero de la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos, dijo “en enero, se aplicó en una pequeña población de algo más de 90 pacientes, de los cuales más de ochenta mejoraron".

¿Por qué se le quitó a Junín la sede de los estudios sobre la Fiebre Hemorrágica Argentina? ¿Cuál fue la influencia de los marinos norteamericanos y la de sus pares argentinos para que Pergamino fuera sede de control epidemiológico de éste mal? ¿Por qué se desconocieron los trabajos realizados en Junín por sus médicos?

Quedan pocos protagonistas y testigos de la época. Menos aún quienes quieran hablar de lo sucedido. El recuerdo de una contienda entre galenos, la presencia del contralmirante, y los años de silencio, hacen una vez más que héroes en el frente de batalla de una guerra biológica continúen sepultados en la ignorancia popular como médicos “sólo considerados por Dios”.

Sin embargo esos ignotos tienen nombres y apellidos: Alberto F. Cintora, Humberto Ruggiero, Héctor A. Ruggiero, Daniel Greenway, Armando Parodi, Clemente Magnoni, Héctor Milani y Rosario Locicero, junto a otros, tantas enfermeras, voluntarios, miembros de la salud, al Hospital Interzonal de Junín, que deben recibir el particular y especial reconocimiento a su persona, por una tarea bien hecha, por los resultados satisfactorios, máxime cuando expusieron sus propias vidas para salvar la de tantos.

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