

Por: Semanario
Nunca ha habido tanta falta de comunicación como en estos tiempos, a pesar de que sobran fuentes informativas.
Nada es más claro que el caos que nos domina y que es aprovechado por los grupos de presión y poder.
Tanta confusión hace que nos movilicemos como zombies y no hagamos uso de nuestros derechos en tiempos donde, para la ciudadanía, todas parecen ser obligaciones.
Y al malestar lógico del encierro se suma el destrato del personal que controla. Policías capacitados para reprimir e inspectores preparados para multar.
Nadie da respiro a quien intenta salir a hacer compras, nadie sabe si los chicos si o los chicos no. Acaso vemos en la infinidad de medios que en San Luis los permiten una hora, que Larreta en CABA no les abre los toboganes, que Petrecca aún no los autoriza, que Vedia cerró dos días el ingreso y en Baigorrita te ponen el termómetro y Chacabuco te hace oler vinagre. ¿Se puede ser más bizarro y desordenado en medio de algo que parece una comedia de Almodóvar pero no lo es?
Pedimos el mismo manejo para un distrito con un solo contagio foráneo que para una ciudad de Buenos Aires que le explotan los enfermos en los sectores más paupérrimos.
Y uno se pregunta cuándo un administrador comunal tuvo poder para estar por encima de la gobernación y más aún, por encima del poder central de la República.
Y en ese maremágnum inexplicable moverse hoy por nuestra ciudad equivale a transitar una “Babel” insólita donde cada quien habla un idioma distinto.
Para un policía de vaya a saber dónde, un juninense es aquel que vive en el centro. Y se pregunta si “Agustín Roca es Junín”. Y no quiere dejar entrar a los que “no son de Junín” como si el que vive en Laplacette fuera un paria de leprosario porque no tiene forma de acceder a una tienda a comprarse un pulóver porque vino el frío.
Hay uniformados amables y hay otros que patean puertas y entran pegando como le pasó al vecino Marcelo Teilleri, hay inspectores municipales atentos y sonrientes y otros que parecen adquirir el personaje de investigador y miran con una ceja levantada al automovilista que intenta ir a la verdulería, al repuestero, a la peluquería o a la tienda.
Surge entonces el interrogante acerca de porqué se abrieron los comercios y al mismo tiempo se instauró una “caza de brujas” para transitar en Junín, soltando a la calle a personal que nunca recibió una instrucción acerca de cómo tratar a quien no cometió ningún delito, ni es sospechoso de haberlo hecho. Gente burda con uniforme.
Pablo Petrecca nunca dejó de gobernar para las 10 cuadras a la redonda que tiene el municipio. Lo peor de esto es que en semejante berenjenal producto de la pandemia, se ha hecho de un poder por error u omisión de los poderes centrales, para el cual no está capacitado y junto a sus funcionarios hacen agua por todos lados.
Muestra de ello es que se mostraron aterrorizados cuando les dijeron que la policía dejaría de controlar porque precisamente con las fuerzas de represión se aseguran el manejo de la situación, aunque transiten por una peligrosa senda de doble filo.
Es por eso que crece el malestar.
No es fácil para nadie estar en medio de información aterrorizante por 50 días, y que sumado a ello deba soportar la prepotencia de quienes ostentan el poder y lo utilizan para violentar situaciones que no son ilegales pero sí novedosas.
No hay una sola legislación que pueda ajustarse estrictamente a Derecho respecto a lo que la gente está haciendo de modo voluntario, todo lo voluntario que puede, por lo que será menester que policía y sectores de gobierno estén a la altura de las circunstancias. Unos, a la hora de controlar, otros a la de informar y promover normas comunes por regiones y no “por manzanas”.
La falta de comunicación política ha sido desde siempre una carencia, muchas veces por interés y otras por ignorancia.
Resulta urgente que se comunique y bien porque lo que está en juego es la paciencia de una sociedad que está lógicamente harta y esa paciencia también debe cuidarse.