sábado 20 de abril de 2024

CULTURA | 21 may 2020

NACIÓ EN BAIGORRITA

Julio Martel, una de las grandes voces de la década de oro

Para algunos, el mejor cantor de orquesta que dio el tango, aunque otros grandes vocalistas, como Floreal Ruiz o Roberto Goyeneche, le disputen -en las discusiones de los sabedores- ese cetro. De clara estirpe gardeliana, registro de barítono y timbre firme y dulzón, su apogeo coincidió exactamente con la época de mayor auge del tango: desde su ingreso a la orquesta de Alfredo De Angelis en 1943, hasta su retiro, diecisiete años después, como solista. El jueves pasado hubiese cumplido 97 años.


Cuando uno cierra los ojos y recuerda el “Glostora Tango Club”, aquel mítico programa de la vieja LR1 Radio El Mundo, no puede menos que emocionarse hasta las lágrimas y darle rienda suelta a los recuerdos. La orquesta de Alfredo De Angelis lideraba esa franja de quince minutos, que precedía a la muy escuchada comedia “Los Pérez García”, con dos emblemáticos cantores: Carlos Dante y el “cuasi juninense” Julio Martel.

Julio Martel (Julio Pedro Harispe, su nombre verdadero) nació el 14 de mayo de 1923, en Baigorrita, la vecina localidad, partido de General Viamonte. Fue el segundo de seis hermanos (Martín, Julio, Miguel, Pablo, Gogo y Lalo) y sólo uno de ellos lo seguiría en su profesión de “cantor nacional”, Raúl Oscar, más conocido por otro seudónimo, Lalo Martel, que varios años después también llegaría a ser vocalista del propio De Angelis.

La historia subraya que en 1928 la familia Harispe se afinca en la ciudad de Caseros, pegada a Buenos Aires. Su padre era el responsable del mercado local y, a la madrugada, con un carrito que tiraba Julio, cargaban los corderos que se mandaban al matadero de San Martín. En 1936 se mudan a la localidad de Munro y Julio comienza a cantar. Aparece en un programa del viejo Teatro Magazine,  el 18 de agosto de 1939, donde figura como cantor nacional con su nombre real, acompañado por las guitarras de Hernández y Vega. Con letras más destacadas, se presenta en el Cine Atalaya, en el Salón Azul y en otros concurridos lugares de esparcimiento del Munro de aquellos años.

En 1941, con 18 años, firma el contrato que lo convierte en vocalista de la orquesta típica del maestro Juan Giordano, que exclusivamente se presentaba en la temporada estival en los salones del hotel Hurlingham de Mar del Plata y en invierno en las reuniones del City Hotel de Buenos Aires.  En los albores del ´43 se presenta en Radio El Mundo, compitiendo en una selección de cantores para la orquesta de Alfredo De Angelis. Resultó elegido entre cientos de participantes.  Cuando festejaban su triunfo, en una mesita del bar Mi Refugio que estaba al lado de la emisora, el glosista Néstor Rodi, a la vez secretario de la orquesta de De Angelis, pidió un cognac. El mozo le trajo un Martell (N.R: este producto, típicamente francés, todavía se puede conseguir en el mercado; la botella de 700 ml cuesta alrededor de mil pesos) y Rodi le dijo al cantor: “Así te vas a llamar desde ahora, quitándole una ele”. El debut con el “Colorado de Banfield” se produjo en el palco del café Marzzotto, junto a Floreal Ruiz, interpretando el tango "No creas". En septiembre de ese año grabó su primer disco.  Desde entonces hasta diciembre de 1950, fecha de su último registro, dejó 63 grabaciones en solitario y 17 a dúo con Carlos Dante.

Al menos en tres ocasiones, De Angelis se presentó en Junín, en todas con el dúo de moda en esa franja de la historia del tango: Dante-Martel. La primera, el 11 de febrero de 1947, en el Club Villa Belgrano. En setiembre de 1950 lo hizo en el Parque Recreativo Junín, con boleterías habilitadas desde las 10 de la mañana. Y por último, en enero de 1951, en un baile organizado por el Club Junín.

Convengamos en reconocer algo muy especial. De Angelis no tuvo la jerarquía de Troilo o Pugliese, pero se las arregló para conformar una orquesta honesta, que buscó refugio en el tango tradicional para llegar fácilmente al reconocimiento popular. En los carnavales (verdadero termómetro de la atracción del público), solía arrasar en recaudaciones y en caudal de gente que llevaba. Tampoco fue un improvisado en elegir las voces que lo acompañaron a través de veinticinco años largos de actuación ininterrumpida. A los casos de Dante y Martel, hay que agregarle los de Floreal Ruiz, Oscar Larroca, Roberto Florio, Roberto Mancini y Lalo Martel.

Al respecto, decía Horacio Ferrer: “Parece demasiado simple atribuir el notable éxito de una orquesta típica sólo a sus cantores, especialmente en un período en el que los grandes vocalistas abundaban y compartían el trabajo en numerosas agrupaciones. Quizá el éxito estuvo en que Alfredo De Angelis no quiso ser guardiaviejista ni vanguardista, sino autor e intérprete de su tiempo. Que era, precisamente, un tiempo de transición. Se fortalecía la clase media, las capas sociales más humildes mejoraban su condición y el progreso era algo más que una esperanza. “El Colorado” se acompasaba con tiempos más optimistas y festivos, en los que el romanticismo ocupaba un amplio espacio”.

Si bien Carlos Dante llegó a la orquesta en plenitud siendo un consagrado estribillista y muy popular, la calidad técnica de Julio Martel resultó muy superior. El baigorritense fue el barítono, de voz varonil y fraseo delicado, con estampa de galán y dueño de una singular bonhomía. He aquí algunas de sus versiones inolvidables: “Adiós muchachos”, “Buenos Aires de ayer”, “Carro viejo”, “Chorra”, “Esta noche me emborracho”, La novia ausente”, “La vida me engañó”, “Parece un cuento”, “Rendido”, “Rosicler”, Tiene razón amigazo” y “Una carta”. Además, los temas de “Pregonera”, “Pastora” y “Remolino”, a dúo con Dante, son imperdibles para un buen tanguero que se precie de tal.

En sus memorias, Julio decía: “Hace muchos años nací en Baigorrita. Como no es mucha la gente que conoce el lugar, siempre digo para abreviar que nací en Junín, provincia de Buenos Aires. Como casi todos los que nacemos en un pueblo, nos conocemos desde siempre. Mi padre Martín, que murió muy joven a los 40 años y dejó a la vieja con seis hijos varones, el mayor de 18 años, era nacido en Los Toldos, General Viamonte, bastante cerca de Baigorrita, pueblo chiquito pero grande de corazón como sus gentes, que si no eran parientes nuestros, fueron grandes amigos. Hace ya unos cuantos años que no voy por allá. La última vez lo hice en compañía de mi madre y uno de mis hermanos, Miguel, y en el club de la localidad nos hicieron un homenaje inolvidable. Baigorrita, como todo pueblo, con su infaltable cancha de paleta o frontón, los domingos generalmente se realizaban y se realizan muchos acontecimientos familiares y deportivos”.

Muchísima fueron las creaciones personales que llevó a cabo Martel con De Angelis. Temas que se estrenaban en el Glostora y al día siguiente, sin exagerar, las cantaba el público o las silbaba por la calle. Hubo tangos que cantó y que lamentablemente, vaya a saber por qué,  no se llevaron al disco, por ejemplo: “Qué viejo estoy”, “Sufra”, “Yira yira”, “Guapo y varón” y “Violetita”, entre otros. Una mención especial para “Por qué te habré conocido”, de Rodolfo Scasidi y Carlos Cubría, este último bandoneonista de la orquesta, y que fuera el último tango que interpretó Julio, con lágrimas en los ojos, al despedirse de la orquesta en los carnavales del Club Gimnasia y Esgrima de La Plata, en marzo de 1951. También quedó sin grabar una exitosa milonga del payador Martín Castro, “Presumido”, cantada por el dúo Dante-Martel.

Un trío de lujo: Alfredo De Angelis, Julio Martel y Carlos Dante.

También incursionó en el cine, con dos películas. La primera de ellas en 1948, junto a Alfredo De Angelis, llamada “El cantor del pueblo”. En ese filme cantó a dúo con Carlos Dante, el bellísimo “Pregonera”, del propio De Angelis y José Rotulo. Al año siguiente intervino, como protagonista, en “El ídolo del tango”, junto a Héctor Ferraro,  un excelente actor, María Esther Buschiazzo, la madre buena de casi todas las películas de Luis Sandrini y Graciela Lecube, como principal figura femenina. La película fue un éxito de taquilla. También actuaban las orquestas de Osmar Maderna, Domingo Federico, Héctor y su Jazz, Oscar Alemán, Héctor Gagliardi, Julio Jorge Nelson. El filme tenía un contexto sencillo, humano y trataba de mostrar como vivía un ídolo de ese tiempo. La música era de Rodolfo Sciammarella y se trató de aprovechar el éxito de ese momento de Martel con Alfredo. En dicha cinta interpretó tres tangos de Sciammarella: “De igual a igual”, “Comencé jugando” y “No tiene importancia”.

El periodista Alberto Príncipe cuenta las andanzas de Julio Martel, luego de su desvinculación de Alfredo De Angelis: “Debuta como solista en Santiago de Chile, luego lo hace en Montevideo (Uruguay), donde actúa en radio, televisión y escenarios nocturnos. Allí, en 1952, graba el tango “Nacional [b]”, de José Puglia y Edgardo Pedroza, dedicado al club de fútbol de esa ciudad. De regreso en Buenos Aires, el bandoneonista Oscar Castagniaro, recientemente alejado de la orquesta de Osvaldo Pugliese, lo invita a participar de su nueva formación. Debutan en la Confitería La Armonía y tiene como compañero al cantor Roberto Chanel. Actúan también en Radio Belgrano y en muchos bailes y escenarios porteños. En 1956, vuelve a convertirse en solista, auspiciado por una reconocida marca de pinturas, Colorín, y debuta en Radio Belgrano con su propia orquesta dirigida por el violinista Américo Podestá. Con ella graba para el sello Odeon cuatro temas: “Pobre colombina”, “Lechuza”, “Por qué no has venido” y “Fueron tres años”. Después hace un exitoso ciclo de audiciones con público por Radio Argentina, al final de la cual realiza una gira por América, con la intención de seguir hasta los Estados Unidos. Pero en Colombia tuvo una acogida tan grande que se quedó un largo tiempo. Allí grabó para el sello Sonolux, de Medellín, veinte temas acompañado por el bandoneonista Enrique Méndez (quien había ido con él desde Buenos Aires), el pianista Armando Lacava (quien se hallaba transitoriamente allí) y músicos locales. Al regresar de Colombia, Julio Martel tenía pensado abandonar el canto y dedicarse a su quinta. Su última actuación ocurrió en el club Santa Elena de la ciudad de Luján, el 20 de diciembre de 1959”.

Julio Martel falleció el 19 de febrero de 2009, a los 85 años. En Munro, donde vivió la mayor parte de su existencia, se lo considera todo un prócer, al extremo que cuando la ciudad cumplió en 1992 su 80º aniversario, el baigorritense fue paseado por las calles en auto descubierto, en medio de los efusivos saludos de la gente y las flores que le arrojaban desde los balcones de las viviendas. Además, la comunidad organizó un festival en honor al gran cantor, designando con su nombre una calle y una plaza, señales de cálidos y vibrantes homenajes.

Su amistad con Julio Sosa y el telegrama de De Angelis

En una parte de las memorias que dejó escrita Julio Martel, publicada por la Dirección de Cultura de la Municipalidad de Munro, cuenta tres jugosas anécdotas:

“En el momento de mi mayor éxito, me hice gran amigo de Julio Sosa, que ya estaba haciendo un capote extraordinario con Francini-Pontier. Salíamos mucho juntos. Era un tipo fuera de serie. En nuestras reuniones era incansable contando cuentos, cosa que le encantaba y lo divertía, además. Ya por ese entonces era un buen poeta y cuando decía sus cosas nos emocionaba a todos. Muchos años después, estando yo desvinculado del ambiente artístico y ocupado en otros trabajos, pasé con mi camioneta por un lugar donde él estaba filmando una de esas fotonovelas que salen en las revistas. Hacía bastante tiempo que no lo veía. Lo llamé, se acercó a mí, y al reconocerme se puso a gritarle a sus compañeros de filmación quien era yo y me presentó a toda la gente, haciendo un escándalo en medio de la calle. Vaya mi cariñoso recuerdo para ese gran amigo y gran intérprete de nuestro tango que fuera Julio Sosa.

Antes de cerrar esta parte, quiero evocar un momento en la vida de la orquesta. Yo era muy joven y seguía haciendo cosas de jóvenes. Atrasarme a la llegada de los bailes o cosas por el estilo. Un día Alfredo me manda un colacionado despidiéndome. Lo llamé muy seriamente y le dije que yo estaba muy cómodo en la orquesta, si él no se sentía igual, que se fuera él. Se puso a reír y quedó, como es lógico suponer, totalmente anulado el telegrama.

Por esa época también era aficionado al turf. El tango "Bajo Belgrano", por ejemplo, está muy ligado por su letra a un caballo que compré y ganó cinco carreras en San Isidro y Palermo. Pero sigamos adelante con la recordación. Llega mi desvinculación de la orquesta. Ocurrió que estando en Rosario en una de esas giras que realizábamos todos los años, Carlos Dante, que seguía siendo capote en todos los lugares en que actuaba, nos anuncia su retiro de la orquesta. Yo, haciendo causa común con él, anuncio también el mío. Se llevarían a cabo tras los carnavales que realizaríamos en el club Gimnasia y Esgrima de La Plata. Hubo reuniones de los componentes de la orquesta. Hablaron con Dante. Luego el secretario de Alfredo, Osvaldo Amura, también en grandes reuniones convencieron a Carlitos para que se quedara. Pero a todo esto a mí, ni una palabra. Así que cuando finalizó el carnaval en La Plata me retiré de la orquesta como lo había prometido, y como buen vasco, cumplí con mi palabra. Hubo lágrimas de mi parte y de mucha gente del público. Fue uno de los momentos más emotivos de mi vida. El día que Alfredo volvió a debutar en el Glostora ese año, yo había ido solo a un cine de Olivos en mi pequeña cupecita. Antes de entrar al cine, escuché por la radio el debut de Oscar Larroca. Sentí una profunda pena. No por el debut de Oscar, excelente cantor y flor de amigo, sino porque tuve la sensación que alguien me hubiera usurpado algo de mi vida. Fue un momento muy triste para mí”.

 

 

                                                              

 

 

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