viernes 29 de marzo de 2024

LOCALES | 22 ago 2017

VALEROSA GESTA RADICAL

Los hermanos que pusieron en vilo a la dictadura de Urquiza

En la revolución patriótica de los Kennedy intervino activamente el folklorista Atahualpa Yupanqui, quien por entonces tenía 23 años y se domiciliaba en Rosario del Tala, Entre Ríos.


Por: ISMAEL CANAPARO

Tres hermanos entrerrianos (Mario, Eduardo y Roberto Kennedy) lideraron una revolución en el litoral del país para recuperar la democracia que José Félix Uriburu le arrebató a Hipólito Yrigoyen en 1930, un año y medio después de ese asalto al poder. 

El 3 de enero de 1932 tomaron la ciudad de La Paz (Entre Ríos), pero los planes de estos valerosos ciudadanos fallaron, aunque el heroico intento valió la pena para catapultarlos, con el paso del tiempo, como héroes nunca valorados.

La historia cuenta que en ese momento los tres Kennedy estaban en un remate de hacienda  en el norte entrerriano. Allí se enteraron  de la noticia: un batallón de cadetes, un puñado de estudiantes y un general retirado con veleidades aristocráticas, habían  terminado con el gobierno popular de ese hombre silencioso y honesto que se llamaba Hipólito Yrigoyen.

Ese atropello a la Constitución ellos lo suponen como una afrenta personal, y saben que la Carta Magna consagra el derecho de combatir a la opresión. Eduardo viaja a Europa a denunciar ante la Liga de los Derechos del Hombre el atentado cometido contra Hipólito Yrigoyen, aprovechando allí cuanta tribuna encuentra  para hacer visible esta injusticia a nivel internacional.

Sobre la revolución cívico-militar que derrocó al radicalismo, el diario La Razón relató los pormenores de esta manera: “Agosto de 1930 fue un mes en que la política pasó a primerísimo plano. Se agravó la tensión en la Capital, cuyos sucesos repercutieron en las provincias. En todo este período circularon rumores sobre posibles levantamientos de tropas y se sindicaban nombres de presuntos jefes revolucionarios.  Esta situación hizo crisis los días 3 y 4 de setiembre. Manifestaciones estudiantiles se lanzaron a la calle y en la segunda de esas jornadas,  en un mitin, fue muerto el estudiantes Juvencio Aguilar. Este episodio causó enorme agitación pública, temiéndose sucesos graves.  El 5 de setiembre el presidente Yrigoyen, que se encontraba enfermo, delegó el mando en el vicepresidente Dr. Enrique Martínez, quien resolvió implantar el estado de sitio. El decreto apareció pocas horas después de haber resignado funciones el primer magistrado. El 6 estalló la revolución. Grupos de civiles con banderas argentinas entraron en los cuarteles de Campo de Mayo, pidiendo la adhesión de las fuerzas que, casi en su totalidad, se declararon neutrales. Pero ya avanzaba hacia el centro de Buenos Aires una columna revolucionaria al mando del general Uriburu y encabezada por los cadetes del Colegio Militar de la Nación. Sólo hubo ligera resistencia en el Congreso, donde grupos de civiles, parapetados en las proximidades, dispararon contra los revolucionarios. El general Uriburu intimó la entrega del gobierno, reclamo que fue acatado por el Dr. Martínez. Al día siguiente, por la mañana,  Yrigoyen se entregaba detenido en los cuarteles de La Plata y poco después era enviado a la isla Martín García. Uriburu asumió como mandatario, cargo que retendría por 18 meses”.

En ese mismo momento del levantamiento de los hermanos Kennedy, muy lejos de La Paz, más precisamente en Mendoza, un joven de 28 años, indignado al igual que los entrerrianos, sale a proclamar su lealtad al Presidente depuesto. Lleva en su cintura un Colt 38 y luego de un breve tiroteo es detenido. El teniente coronel Edelmiro Farrel, jefe del cuartel, se apiada de este muchachito idealista apresado con armas en las manos y decide no aplicarle la Ley Marcial. Solamente lo expulsa de la provincia, previo  un prontuario, el cual señala los siguientes datos: Fecha de nacimiento: 13 de noviembre de 1901; lugar: Lincoln, Provincia de Buenos Aires; nombre y apellido: Arturo Martín Jauretche.

Si bien el embrión de la resistencia armada contra el golpismo surgió con el golpe mismo, fue recién el 3 de enero de 1932, cuando en la ciudad entrerriana de La Paz unos 60 hombres decidieron entrar en acción para evitar que asuma Agustín Pedro Justo, el apropiador del poder que accedió mediante el fraude a la presidencia argentina, tras la dictadura de Urquiza, todavía en el poder. Desde ese momento, los hermanos Kennedy vivieron para combatir al dictador y escribir una página que la historia oficial no cuenta. Finalmente, Justo accede a la titularidad del PE el 20 de febrero de 1932.

¿Quiénes fueron los Kennedy? Los hermanos Kennedy eran medianos productores rurales, con un buen pasar económico,  identificados con ideas republicanas. Su altruismo llegaba a tal punto que se repetía en el pueblo: “Peón que quiere trabajar, va a la estancia de los Kennedy y tiene, si es no trabajo, la carne y el pan”. Ellos se sentían parte de la historia regional y federal, al igual que Pancho Ramírez, Urquiza y Ricardo López Jordán. Estas sintetizaron sus principales características: Mario fue un hombre de mucha energía y de gran sentido práctico; Roberto lucía como el más sanguíneo, casi altanero, y Eduardo, el más diplomático y racional. Los tres conformaban una ecuación explosiva,  ya que exhibían un carácter fuerte por igual, más allá de los matices. El equilibrio a todo, lo pone  la dulzura y cierto idealismo ingenuo de Amparo, su hermana, que muestra, sin embargo, la fibra propia de los Kennedy. A medida que pasan los días a partir del golpe de Estado del 6 de septiembre del 30, esta familia ve cómo avanzan los abusos y desmanes del autoritarismo en la zona. El pueblo, en tanto, muy confundido, se debate en apoyos o tímidas críticas. Pero de la tranquera para adentro, no hay grises: se va cocinando un grito silencioso de lucha. Poco a poco, la familia comienza a ser el centro de reuniones de otros pobladores que no están conformes. Entre todos, preparan una resistencia a la presencia de las tropas en La Paz. La conjura de los hermanos entra en sintonía con otra gran rebelión que se estaba formando bajo el liderazgo del general Pomar, a la cual se alinean.

Lo cierto es que la pacífica La Paz, despertó bruscamente aquel l 3 de enero de 1932. A sangre y fuego, durante la madrugada, un grupo de civiles armados tomó el pueblo. En el limitado ámbito paceño había triunfado la revolución, por horas, con el saldo -hasta entonces- de cuatro muertos pertenecientes a la policía provincial.  Los rebeldes se alzaron en armas contra el gobierno provisional de la Nación, a cargo del general Uriburu, quien había derrocado al presidente constitucional Hipólito Yrigoyen. Al frente de aquellos “insubordinados”, se encontraban los hermanos Roberto, Eduardo y Mario Kennedy, hombres muy reconocidos en la sociedad local, donde brillaban por sus condiciones físicas e intelectuales. Deportistas y laboriosos, eran vistos como verdaderos centauros en el campo y gentleman en el pueblo. Exhibían en común tres condiciones: magníficos nadadores, jinetes y tiradores con todo tipo de armas. En la refriega, el folklorista Atahualpa Yupanqui, por entonces de 23 años y residente en Rosario del Tala, tuvo una importante participación.

Los rebeldes creían que similares levantamientos se iban a producir simultáneamente ese mismo día en todo el país. Sin embargo, por falta de comunicación y coherencia en la organización de la resistencia, solamente en La Paz había triunfado la revolución. Los Kennedy quedaron solos y aislados, siendo  perseguidos ferozmente por centenares de hombres,  por tierra, aire y agua. Ametrallamiento y bombardeo desde los aviones e incendio de los montes donde se escondían los fugitivos, fueron algunos de los medios utilizados para capturarlos.

Nunca el Ejército y la Fuerza Aérea habían experimentado con bombas tan poderosas, que estrenaron en la llamada Selva de Montiel. Con muertos, heridos y muchos daños materiales, la cacería del hombre duró un mes y medio y quedó patentizada en jirones de piel sangrante, humo y metralla, sed lacerante, rumbos de monte, ciénaga, víboras y río infectado de yacarés. Entre la vida y la muerte, ambas presentes, el límite de la fuerza humana aguardaba el dramático desenlace. La historia risueña de los historiadores cuenta, casi en forma unánime, “el momento en el que los aviones atacaron a tres hombres, sin hacerles ni un rasguño”.

El colega Ricardo Lafferriere cuenta de qué manera se desarrollaron los hechos: “A las 3. 30 del 3 de enero de 1932, los complotados salieron de la casa de Mario y se dirigieron a la Jefatura de Policía. Al llegar, el agente Anastasio Saavedra  reaccionó sacando su arma y disparando un tiro, pero fue muerto por dos balas de Roberto. El comisario Mario Calvento tuvo la misma actitud, pero Mario lo mató de un balazo. En otro incidente, murieron dos policías más. Llegada la mañana los revolucionarios esperaban noticias de las otras localidades que participaban en el movimiento. Sobre todo de Concordia, donde debía estar la Jefatura. Pero se enteraron de que estaban solos. No había habido insurrección fuera de La Paz. El gobernador de la provincia, conocido de ellos, les pidió por teléfono de buenas maneras que depusieran las armas y les reprochó el desastre que habían hecho. Cuatro muertos en un pueblo chico dejaban a muchas familias de la localidad dolidas y llenas de rencor. Los Kennedy decidieron no rendirse, pero indicaron a todos los que los acompañaban que volvieran a sus casas, que ellos se hacían responsables. Cargaron víveres , armas y balas en el auto de la policía y se fueron a refugiar en la jungla que ellos llamaban "El Quebrachal", en compañía de Héctor Papaleo, un seguidor muy fiel. Era un lugar impenetrable que conocían palmo a palmo, porque desde niños jugaban en él. El comisario Leiva, con veinte agentes, rodeó el lugar junto a trece efectivos de Prefectura. Comenzaron a tirar hacia donde presumían que estaban los Kennedy y Papaleo. Estos respondieron con pocos tiros, pero todos precisos. Al rato había cinco policías muertos”.

Lafferriere sigue narrando la sucesión de hechos: “La Armada envió dos barcos: "Rastreador M1" y "Mirador M6", ambos con alto poder de fuego. Parecía exagerada la intervención de esas naves de 50 metros de largo para atacar a cuatro hombres. Por tierra y agua los escuadrones rodearon un imaginario perímetro en torno a la estancia. Los pilotos gastaron toda la munición y las bombas, sin otro resultado que “deshilachar” los árboles y llenar el campo de cráteres de cinco metros de diámetro. Decidieron entonces gastar la nafta que les quedaba en incendiar la jungla. Los Kennedy, que conocían ese sitio, escaparon por la noche y después de andar escondidos un mes y medio por los montes llegaron al río Uruguay y cruzaron nadando a Salto, en la vecina Uruguay. Alguien los había provisto de cuatro caballos. Tres para que ellos montaran y otro para el equipaje, que contenía ropa nueva y limpia y un sobre con dinero para cada uno de ellos. La gente mayor en ese tiempo no sabía nadar, pero los caballos sí. Introducían el animal en el agua, que instintivamente braceaba para avanzar y el jinete se agarraba de la cola. Es posible que los Kennedy supieran nadar, pero cruzaron de esa manera. Una vez llegados a Uruguay se bañaron, pusieron la ropa nueva, soltaron los caballos y se instalaron en el Hotel "Colón". Al otro día una radio de Montevideo anunciaba la presencia de los exiliados argentinos. Desde ese momento todos los medios periodísticos procuraron entrevistarlos. Al día siguiente numerosas personas se acercaron a saludarlos e incluso hicieron una fiesta campestre con música para homenajearlos”.

“Pasaron cinco años en Uruguay trabajando en tareas rurales para mantenerse. A los cinco años hubo un indulto y volvieron al país. Pero habían perdido todos sus bienes por juicios que les habían ganado en su ausencia. Mario se empleó en el Banco Hipotecario y después de unos años dejó ese empleo para dedicarse a administrar estancias cerca de Paraná. Con el tiempo pudo comprar un establecimiento. Roberto se dedicó a domar caballos pura sangre en el hipódromo de Buenos Aires y creó un sistema de doma que hizo escuela. Eduardo fue empleado en el Instituto Argentino de Promoción de Intercambio. Su función era inspeccionar los cueros que se exportaban.  Determinaba la calidad y, de acuerdo con ello, era el impuesto que pagaba el exportador. Héctor Papaleo fue diputado provincial por la UCR del Pueblo en el período 1958-62, donde lució su palabra vibrante y cálida. Incursionó en el periodismo lugareño y hasta su muerte fue un ejemplo de constancia y lealtad partidaria”, finalmente expone Lafferriere.

Homenajes y libros

La epopeya de Mario, Eduardo y Roberto contra la “Década infame” fue reconocida en su pueblo chico, aunque tardíamente. El 5 y 6 de enero de 2007 se realizó en La Paz la primera jornada de revisionismo histórico, organizada por el Centro de Estudios Históricos Arturo Jauretche (CEHAJ) y la Dirección de Cultura de la ciudad, al cumplirse el 75º aniversario de la rebelión de los hermanos Kennedy. El testimonio oral vino de la mano de María Elena Franchini Kennedy, sobrina de los revolucionarios y tenaz defensora de la causa de sus tíos. Dos años más tarde, el 23 de marzo de 2009, el Concejo Deliberante de La Paz denominó la ruta de ingreso a la ciudad "Hermanos Kennedy".

El 21 de agosto de 2010 el grupo Late Teatro (Paraná, Entre Ríos) hizo la primera función de la obra "Hermanos Kennedy" en la Biblioteca Popular de La Paz. La obra representó a la provincia de Entre Rios en la Fiesta Nacional del Teatro, en el año 2011.

Contando la historia, se publicaron varios libros: “Los Kennedy del Sur”, de Daniel González Rebolledo (Ediciones Simurg); “Los fabulosos Kennedy” y “La patriada de nuestros paisanos los Kennedy”, de Ricardo Lopa; “La revolución de los Kennedy”, de Carlos Rodríguez Armesto; “El levantamiento del 3 de enero de 1932”, de Jorge y Oscar Escurra; “Los Kennedy”, de Yamandú Rodríguez y “Los Kennedy de La Paz”, de Marcelo Faure.

 

 

 

 

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