martes 23 de abril de 2024

OPINIÓN | 30 may 2020

mirada extrema

Más allá de las plegarias

Escribe Andrés Rissolo, especial para Semanario.


En esto de buscar una respuesta sobre dónde la humanidad perdió el rumbo hacia el bienestar, el científico Diego Olstein, un historiador argentino que enseña en la Universidad Hebrea de Jerusalén, colegió una tesis de estudios cuya pregunta fundamental es: ¿cómo el capitalismo se volvió el sistema económico –y de creencias– que impera, seas católico, judío o musulmán?”.

El análisis tiene su inicio en la evaluación de los cambios tecnológicos y de organización de la vida en sociedad que llevó al hombre a predominar por sobre otras especies en el mundo, y paradójicamente, convertirlo en su propia amenaza.

Todo comienza a partir de tres revoluciones principales en el curso de la Historia de la humanidad: la cognitiva, cuando los hombres empezaron a usar un lenguaje para motorizar el desarrollo de una sociedad sin precedentes; la agrícola, con el asiento permanente del hombre en establecimientos para cultivar la tierra y domesticar animales, con lo cual el hombre logró la cima de cadena alimentaria; y la tercera gran revolución, cuando los humanos admitieron su propia ignorancia y decidieron invertir sistemáticamente en investigación para mejorar su dominio del mundo.

El resultado de estas tres grandes transformaciones dio, con el paso del tiempo y el devenir de las ideas, que el sentido de paridad se transformara en un valor muy importante y, en general, las brechas entre clases, países, grupos étnicos y géneros disminuyeron.

Sin embargo, en el siglo XXI, estas brechas logran reabrirse y crecer. Las nuevas tecnologías pueden convertir a la mayoría de los humanos en recursos económicos inútiles. La inteligencia artificial y los algoritmos compensan tareas humanas en cada vez más áreas con mayor eficiencia.

Puede ser que en cincuenta años la mayoría de los humanos sean expulsados del mercado de trabajo, pierdan su valor económico y su relevancia política. Aparecerán nuevos trabajos, sí, pero no está claro si los humanos los harán mejor que las máquinas. Una de las grandes preguntas del siglo XXI será cómo lidiar con esto.

Muchos trabajos absolutamente seguros hasta hace muy poco están desapareciendo. Vamos a necesitar un médico que investigue el cáncer, pero el médico familiar que diagnostica una gripe e indica antibióticos será una especie en extinción.

Por otro lado la economía capitalista que hoy domina todo el mundo está construida sobre el crecimiento. Los gobiernos dependen de su capacidad de proveer crecimiento, que no puede coexistir con la estabilidad ecológica. La única manera de detener el calentamiento global es frenar el crecimiento y ningún gobierno lo hará voluntariamente.

A todo el mundo le gusta criticar el capitalismo, pero hoy por hoy no hay alternativas serias y tal vez ese sea uno de los mayores desafíos intelectuales de nuestra era.

En 1800, nadie sabía qué haría la Revolución Industrial a la política, la sociedad y la economía: todas las ideologías fueron insuficientes. En el siglo XXI vemos una nueva oleada de tecno-religiones, que prometen la salvación a través de la tecnología y de nuevas estructuras económicas.

El crecimiento de las expectativas aumenta el descontento global. La inteligencia artificial es capaz de realizar cada vez más tareas que antes sólo podían realizar los seres humanos y las consecuencias que esto puede tener sobre el futuro de los trabajadores.

Los beneficios en términos de desarrollo que otorgan las tecnologías digitales han estado por debajo de las expectativas y se distribuyen de manera desigual, según un informe anual del Banco Mundial. Pese a la expansión de la tecnología la productividad mundial se desacelera, la desigualdad está en aumento dentro de cada país, y algunos indicadores de gobernabilidad empeoran.

Las brechas socioeconómicas se replican en la extensión y el provecho se obtiene de la tecnología. Entre los motivos que provocan que los frutos no sean los esperados se encuentran la gran cantidad de usuarios que aún no pueden acceder a esa tecnología.

La deficiencia institucional para supervisar el uso de la tecnología, la baja capacitación de los trabajadores frente a la expansión de nuevas técnicas, y las escasas regulaciones de competencia entre empresas son otras fuentes de descontento. El informe asegura que algunos beneficios se ven contrarrestados por nuevos riesgos.

El empresario creador de la producción en masa, Henry Ford, estaba en lo cierto cuando decía que "el verdadero progreso pone la tecnología al alcance de todos". Las personas más instruidas y mejor conectadas recibieron la mayor parte de las ganancias.

Los argumentos del informe del Banco Mundial van en contra de los esgrimidos por los defensores acérrimos de la tecnología como signo de mejora social.

El análisis del organismo internacional también señaló que la economía digital favorece los monopolios naturales, la falta de un entorno de negocios competitivo da como resultado una mayor concentración de los mercados, lo que beneficia a las empresas ya establecidas.

Otro de los aspectos que se destacan es que la automatización ha contribuido al vaciamiento del mercado de trabajo, por lo que la entidad instó a adaptar la habilidad de los trabajadores frente al avance tecnológico.

Un reciente informe del Foro Económico Mundial (WEF) confirmó la tendencia, ya que auguró que si bien los desarrollos en genética, digitalización, inteligencia artificial e impresión en 3D generarán 2 millones de empleos en los próximos cinco años, aún así arrastrarán la supresión de 7 millones en las mayores economías mundiales y países emergentes.

Claramente 5 millones de trabajadores serán inútiles laboralmente hablando para los propósitos y fines económicos establecidos. Ávidamente las empresas internaciones corren en pos de los adelantos tecnológicos, no es el caso de los políticos que en el comienzo del XXI aún no han logrado respetar los mandamientos más centrados de la humanidad.

La constante manipulación de las leyes sociales que ya no benefician al conjunto de la sociedad sino a pequeñas elites propicia a futuro jornadas de inestabilidad y revueltas como las que se ven en hispano América y parte de Europa.

La falta de respuesta de la política a los problemas integrales que implica la socialización es el gran problema universal. Ideologías con origen en el siglo XIX, pocas veces aggiornadas correctamente, difícilmente pueden dar soluciones específicas a la problemática que la tecnología digital implica.

Las religiones son las que más cerca se encuentran del hombre en su problemática de carácter existencial, en la ayuda por soliviar los problemas materiales, los suicidios, fortificando al hombre con los dogmas de la fe. 

Más allá de las plegarias y de la ayuda que de los cielos pueda llegar a provenir, la gran reunión del hombre con el hombre mismo para la evolución de las ideas sobre su existencia y vida en el planeta, es el mayor conflicto que la humanidad tiene en el presente. El futuro será de los nuevos términos o de viejas súplicas.

 

 

 

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