jueves 28 de marzo de 2024

OPINIÓN | 3 jul 2020

Mirada extrema

Ese infierno tan temido

Escribe: Andrés Rissolo.


TAGS: RISSOLO, MIRADA

Cuando la honestidad no impera la traición se arraiga. Casi un cuarto del siglo XXI ha pasado y el sistema rector de normas y conductas que rige al hombre se desvanece ante una sociedad que impertérrita transita desde el desconcierto hacia la incertidumbre. Aún cuando los vaticinios de los oráculos electrónicos, como los brindados por los colosales súper ordenadores cuánticos son desalentadores, el destino de averno está asegurado como última estación si previamente no se realizan ciertos ajustes para cambiar el rumbo.

El inicio de la década del 70 marcó para el mundo el punto final del estado de bienestar que la humanidad se merecía luego de las dos grandes guerras mundiales. En ese período se destaca la llegada de los economistas al control de la estructura mundial, que dio un vuelco en el manejo de la organización internacional y marcó el principio del fin de la ciencia política.

Paulatinamente, el entramado social fue abordado con estrategias monetarias que lentamente pasaron de los bancos centrales a los ministerios de economía, y de allí, a despojar el poder detentado desde las casas de gobierno. En reiteradas oportunidades las figuras presidenciales debieron asumir el latrocinio perpetrado por el sector financiero.

Cuantas veces surgió entre la población el cuestionamiento sobre la inverosimilitud de un plan impuesto por quien en la campaña proselitista había pregonado exactamente lo contrario. Es que en esto de las traiciones, detrás del mascarón de proa, de la cara visible frente a la sociedad, los leales seguidores no son siempre de la misma ideología. A veces, para que una felonía se concrete, es menester la particular y efectiva participación de especiales deuteragonistas.

Siempre los actores de reparto apuntalan el accionar del protagonista. Ellos están más interesados en los réditos que la defección produce, amparados siempre en la  tan mentada oposición para perdurar ocultos. En el mismo camuflaje, no exentos de apetencias pecuniarias, también mantienen su invisibilidad quienes dicen profesar la defensa del patrimonio nacional y los legítimos derechos de quienes trabajan.

El consorcio, asimismo, está conformado por financistas y empresarios, con idéntica responsabilidad en el accionar, aunque permanecen equidistantes, siempre atentos a las más mínimas variantes que se pudieran suscitar, en especial, todas aquellas acciones que intenten influir negativamente en el futuro del negocio.

En una gran perfidia todos son uno y uno son todos. Los unos y los otros. Hete aquí la importancia de identificación de cada uno.

El meganegocio inmobiliario en el predio de los Talleres Junín representa en sí la destrucción a las expectativas,  las certezas, la manera de vivir y de comprender la vida en sociedad.  Este acto de perjurio encuentra a partidarios de distintos signos políticos bajo el mismo designio monetario que beneficia a los “emprendedores”.  

Es conveniente tener en claro que nadie que incursiona en este contexto de emprendedores es absolutamente naif. Por lo demás, es de trascendental importancia que dentro de la plataforma política nadie intente aventar expectativas triunfalistas o trate de obtener un rédito diligente, sin antes estar plenamente seguros que no se encuentran asociados a esta u otra mega estructura o negociado.

Sin embargo, hay otro aspecto muy importante para considerar: las razones por las cuales se dio este proceso de prevaricación. Esto es, asumir la responsabilidad de lo ocurrido, pues tanto quien traiciona como quien es traicionado tienen responsabilidad.

Para ser innegablemente objetivos y honestos, esa anuencia para la transgresión también proviene de la irresponsabilidad social en decisiones, acciones y actitudes que la sociedad ha tomado con desdén.

La pérdida efectiva de haber podido concretar la reactivación de una fuente de trabajo genuino, con 1000 puestos de trabajos asegurados, es un “desliz” político cometido por unos, pero ignorado por otros, que no puede ni debe seguir siendo desconsiderado por la sociedad.

Allende del cuestionamiento de quienes son los que verdaderamente dirigen los destinos de las ciudad, la respuesta a develar es ¿cuál es el verdadero perfil social- económico que quieren los habitantes para su comunidad, cuando se muestran impávidos ante hechos de estas características?

La impronta de una sociedad que vivía de un comercio cernido a las ventas realizadas a los trabajadores y sus familias, entre los que se encontraban principalmente los ferroviarios, verdaderos sostenes de esa actividad mercantil, da de bruces con la apatía evidenciada hoy, en una ciudad más proclive para atender a profesionales y empleados, que a promover un polo de desarrollo industrial.

De ser así, todo queda reducido entonces a un circuito económico cerrado, donde el dinero enviado por el Estado retorna en su mayor porcentaje al mismo. Incluso los meganegocios también se hacen para que tener al Estado como ente proveedor de divisas con réditos exagerados.

Por ahora. el silencio sostiene la incógnita. Un manto de sigilo cubre y esconde la verdad. Tanto la identidad de los protagonistas como las intenciones de la sociedad. Quizás, traidores y traicionados,  allá, en el hondo bajo fondo donde la verdad se subleva, compartan un mismo ideal, pero con distintos roles, y que esta permisividad sólo sea un mero entremés, una forzada y paciente espera en la posibilidad por lograr ser protagonista anónimo en el próximo negociado.

Será por eso que los vaticinios cibernéticos auguran una futura estadía en el noveno círculo del averno, el más bajo del infierno, que está reservado para los traidores y traicionados a sufrir los peores tormentos de todos, ser constantemente roído por una de las tres bocas de Lucifer. 

Solo por caso… y en un vano intento expiatorio, esperemos que, como decía J. R. Tolkien: “un traidor pueda traicionarse a sí mismo y hacer involuntariamente un bien”.

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