jueves 28 de marzo de 2024

OPINIÓN | 28 ago 2017

cOLUMNA DE EDUCACIÓN

De apóstoles a laburantes


Por: MIGUEL MANCUSO

En el imaginario social de nuestro país, mucho se dijo acerca de la maestra como segunda madre, su sacrificio, su entrega. Por ejemplo, la literatura plasma su imagen muchas veces con palabras tales como:

"Es en la escuela otra madre que orienta con sus consejos; es experta sembradora de nobles conocimientos; es mano suave que guía y es luz que alumbra senderos. Es, en suma, la maestra, manojo cálido y tierno de bondadosa paciencia y de maternal afecto".

En la mayoría de los casos, ese discurso prendía muy fuerte, y era verdad que esa dulce y sacrificada mujer dejaba gran parte de su vida en el aula, intentando transmitir a los niños las primeras nociones que los conectaban con el mundo del conocimiento y la cultura.

Cuando quien estaba frente al aula era un maestro, varón, su vida, su profesión fueron entonces un sacerdocio, un apostolado, o como padre del aula.

Esa condición de madres, padres, apóstoles y sacerdotes, cargaba sobre sus espaldas un enorme peso de responsabilidades pero ningún derecho.

Eran personas hechas para el sacrificio, la entrega, el siempre dar, cuya mayor retribución estaría en el aprendizaje y el amor de los niños.

Por eso, era inadmisible pensar en una huelga protagonizada por los maestros.

Era como pensar que las madres, los padres, los sacerdotes, dejarían sus privilegiados lugares que la vida y la sociedad les había otorgado tan generosamente para salir a reclamar por algo que no tiene precio: el amor de los hijos o la devoción de los fieles.

“Tiene más hambre que maestro de escuela”, solía ser uno de los proverbios populares que comparaban cualquier situación de indigencia extrema con las posibilidades económicas que daba la profesión de docente. Es que ellos alimentaban el intelecto, el espíritu.

Pero un buen día los maestros descubrieron que además del intelecto había que llenar el estómago propio y el de los hijos, y además de madres, padres y sacerdotes, se convirtieron en trabajadores de la educación, laburantes.

Y supieron que la bandera no sólo sirve para izarla diariamente, al inicio de la jornada escolar, mientras se canta una marcha o una canción, según la época, o para los actos patrios cuando orgullosos la llevan los mejores alumnos de la escuela.

Esas banderas salieron de los mástiles para llegar a la calle. Y acompañaron los reclamos por la defensa de la escuela pública, por un salario mejor, por condiciones de trabajo dignas.

Hoy y siempre los maestros han tenido que compartir su labor con el hambre y la miseria en un enorme porcentaje de aulas.

Ver a sus alumnos con deficiencia de útiles, ropa, calzado y alimentación. Ni qué decir de los maestros rurales, a quienes les toca convivir con realidades que los superan más allá de las maternidades, paternidades y sacerdocios.

Pero siguen. Hoy ya no luchan en la homogenización de la educación en el marco del nuevo estado nación.  Hoy se ha extendido la aldea, a tal punto que los límites no se encuentran y el entorno ha quedado desdibujado, bajo un mapa enorme, que de tan grande se torna inalcanzable, las culturas se escapan y las identidades se pierden.

Por eso la lucha es mucho más ardua, si acaso es posible. Y ya no alcanzan los pizarrones ni las tizas ni la condición de madre, padre o sacerdote.

Y lo peor de todo, es que nadie sabe a ciencia cierta, de qué se tiene que disfrazar ahora un maestro.

Por eso, es nuestro deber formar alumnos críticos sobre el sistema, no sirve de nada meter conocimientos como con un embudo. Un buen alumno será aquel que cada vez que reciba una consigna sea capaz de interpretarla, juzgar si es válida y legal, y luego hacerla. Así, de esta forma, no tendremos gente que meta en la urna el papelito que le dieron.

Mi patrón, el Estado, tiene que garantizar que yo docente tenga un salario digno y si nuestros alumnos aprenden a interpretar esto, estuvimos haciendo docencia.

Señores, la tarea de educar es de todas las mas nobles, y fundamentales. Formar personas críticas y reflexivas.

¿Acaso le conviene a este sistema que los ciudadanos piensen? Siempre debemos apoyar la causa docente, apoyar la educación.

Todos tenemos derecho de vivir mejor y la obligación de reclamar la devolución inmediata de todo lo que nos robaron y nos roban.

Por favor abramos los ojos.

 

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