jueves 25 de abril de 2024

LOCALES | 13 ago 2020

editorial

Perder la calle

Aunque parezca un contrasentido, hoy la sociedad tendrá como desafío aprender a vivir junta. Nota con audio.


Por: Semanario

☝ ☝ ☝ ☝ ☝ ☝ ☝ ☝ ☝ ☝ ☝ ☝ ☝ ☝ ☝ ☝ ☝ ☝ ☝ ☝ ☝  ☝  (((En voz alta)))    ☝ ☝ ☝ ☝ ☝ ☝ ☝ ☝ ☝ ☝ ☝ ☝ ☝ ☝ ☝ ☝ ☝ ☝ ☝ ☝ ☝ ☝


La pandemia del confinamiento no ha hecho más que obligarlos a perder la calle, a dejar de lado las manifestaciones colectivas justamente cuando más se necesitan, cuando se deben construir algunas circunstancias y deconstruir otras.

El ex Jefe de Gabinete, Marcos Peña, dijo alguna vez que “ganar la calle es un gesto anacrónico e inconducente”. Seguramente, le hubiera sido placentero ser acompañado en su gestión por un virus desconocido que puso a parte de la sociedad -la más selecta- a debatir en redes sociales manejadas por algoritmos y troles, sesgada por intereses particulares y publicidades bien pagas aunque ocultas, que hasta los hace parecer paladines de la justicia y la libertad.

La conexión a internet trae un rejunte de situaciones coloridas, plenas de marketing, simulación y falsa empatía, propia del crisol de pensamientos que se aúnan en aquellos rincones creados para los grupos más poderosos y mercantilistas, que son precisamente quienes manejan los hilos de la gran matrix tecnológica a la cual la mayoría termina entrando como si se tratara de las gallinas que siguen los granos de maíz hasta lograr encerrarlas.

La pandemia arrebata aún más la naturaleza y naturalidad, el “cara a cara”, los olores y los abrazos.

Los barbijos nos roban los gestos, los de la sonrisa franca o los del labio afinado por la angustia.

Pero por sobre todas las cosas, arrebata la posibilidad de encontrarse en la calle, dejándonos sin las cosas propias del vivir en comunidad, precisamente para sentirnos comunes e iguales de respeto, sabiéndonos objetos de derechos y no sólo de obligaciones.

Tal vez quienes tengan la oportunidad de conocer la obra podrán sentirse parte del “Ensayo sobre la Ceguera” que escribiera el premio Nobel José Saramago, esa novela en la que también, producto de una peste, hombres, mujeres, niños y ancianos pierden la visión, eso que quizás de forma simbólica nos esté pasando hoy.

Y es en alguno de sus párrafos que el brillante portugués -rebelde frente a los signos de puntuación- pone en boca de uno de sus personajes: “Cuando conseguir agua y comida comience a ser difícil, los grupos se segregarán, cada persona pensará que sola se las arregla mejor, no tendrá que repartir con otros, lo que consiga es suyo, de nadie más, Los grupos que andan por ahí tendrán jefes, alguien que mande y organice, apuntó el primer ciego, Tal vez, pero tan ciegos son los que mandan como los mandados, Tú no estás ciega, dijo la chica de las gafas oscuras, por eso eres la que manda y organiza, No mando, organizo como puedo, soy los ojos que dejasteis de tener, Una especie de jefe natural, un rey con ojos en una tierra de ciegos, dijo el viejo de la venda negra, Si es así, dejaos guiar por mis ojos mientras duren, por eso propongo que, en vez de dispersarnos, ella en esta casa, vosotros en la vuestra, tú en la tuya, sigamos viviendo juntos (…)”.

Y aunque parezca un contrasentido, hoy la sociedad tendrá como desafío aprender a vivir junta. Sin las presiones de los grupos poderosos, ni los desplantes de quienes deben representar a todos; deberán encontrarse alternativas para no perder la calle.

En esta batalla sanitaria que aun libramos, no debiera haber sectores que tengan que padecer el ocupar las primeras filas para ser carne de cañón de los comandantes de siempre, sino que habrá que recuperar las calles por parte de las mayorías minimizadas, como forma de defensa de ataques permanentes que recién ahora parecen estar quedando al desnudo, mientras intentan de modo atolondrado acomodarles las ajadas y vetustas vestimentas.

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