Por: LUCIANA CAMARERO

El comedor La Fabela, ubicado en Intendente de la Sota y José Hernández, frente al Cementerio del Oeste, en medio de casas humildes y caminitos angostos, es un espacio construido por un grupo de amigos que se conoce hace más de cuarenta años. Este lugar no es uno más, sino que para muchas familias es un espacio de gran ayuda que le da de comer a más de sesenta chicos y la merienda, cada miércoles, a treinta.

En una entrevista con Semanario, algunos de los integrantes contaron la experiencia de haber construido a pulmón el salón que abre sus puertas con la intención de ayudar a quienes más lo necesitan y como lugar de encuentro donde ellos, como amigos, comparten charlas y proyectos en favor a la comunidad.

-¿Cómo y cuándo surge este espacio?

-Omar Vega: Esto es un grupo de muchachos que juegan al futbol, que está la canchita muy cerca de acá y hace aproximadamente tres años arrancamos con la idea, no teníamos nada. Pero en una tarde de mucho frío en la que jugábamos al futbol, en una conversación que mantuvimos con Marito Herrera, ahí arrancamos con la idea de hacer esto, un salón.
Un lote nos donó la familia Astrada y empezamos a cortar las plantas y a realizar todo el trabajo que debíamos hacer. A través de polladas y otros eventos fuimos recaudando plata para comprar los materiales. De mano de obra no gastamos nada porque lo fueron realizando los muchachos que trabajan acá. Y así arrancó esta idea hermosa que ahora es una realidad y para nosotros, como grupo, es importantísimo.
Los sábados asisten 60 chicos a comer, también funciona como merendero todos miércoles donde asisten entre 25 y 30 chicos. Contamos con la ayuda de dos profesores que dan apoyo escolar y actividades recreativas.

-Néstor Fabián Carballo: Hace siete años que festejamos el Día del Niño en la canchita de acá y un día se nos ocurrió hacer algo para el barrio y pensábamos que era medio difícil porque la situación económica no estaba bien. Pero empezamos, entre nosotros, a asociarnos con apenas cincuenta pesos y después lo aumentamos a cien por mes, más la ayuda de mucha gente de afuera que nos dio una mano. Todo lo relacionado a la construcción lo hicimos nosotros, levantamos las paredes, techo, todo sacrificio nuestro, y es un beneficio para el barrio.

-¿Imaginaban que iban a poder tener este lugar?

-Néstor: No, imposible. Ahora pensamos en agrandar porque nos quedó chico. Hicimos un evento muy grande con cena donde concurrieron mil personas y llevamos a la banda Los Alpes al Club Rivadavia y con ese dinero pagamos el techo y ya tenemos para arrancar a armar la parte del depósito porque estamos utilizando uno de los baños para guardar las cosas que no nos entran.
Es un salón chiquito que a veces se utiliza para festejar algún cumpleaños de algún chiquito porque no es para festejar cumpleaños grandes y a la gente que no es del barrio no lo alquilamos porque ya nos pasó una vez que han roto cosas. Entonces optamos para prestarlo a conocidos y gente de acá del barrio.

-¿Cómo van solventando los gastos?

-Néstor: Seguimos con la cuota mensual y un banco con los eventos que realizamos más la gente que colabora con la comida para el comedor y el merendero.

-Mario Herrera: La gente dona muchísimo, colabora porque ve que no nos guardamos nada nosotros.

-Néstor: Y somos todos varones, entre nosotros nos encargamos algunos de la cocina, otros de retirar los alimentos, cada uno tiene su rol. Lleva mucha organización y tiempo.

-Omar: Ninguno de nosotros recibe plata. Si un comerciante quiere colaborar puede hacerlo con alimentos o materiales.

-¿Qué otros eventos realizaron?

-Néstor: Realizamos el festejo del día del niño y metimos cuatrocientos chicos en la canchita.

-Omar: Arrancamos a la 12.30, hicimos 350 chorizos y 800 salchichas, comían todos, las mamás, los papás, los abuelos, todos. Fue un evento familiar donde realizamos juegos, dimos golosinas, chocolate, facturas. A parte tenemos ese lugar acá donde no hay peligro y los chicos pueden jugar sin problemas porque no andan motos, ni autos.

-Néstor: También hemos realizado polladas, nos prestaron el complejo San Martín para un evento importantísimo donde metimos 750 personas y cobramos doscientos cincuenta peros la tarjeta para una cena show. Dimos entrada de empanadas, chorizo, asado y terminamos con pan dulce, sidra y helado. Con ese dinero compramos el aire que está instalado acá en el Salón.

-¿Entre los comedores se dan una mano?

-Mario: Si. Nosotros las cosas que nos quedan acá mandamos a otros comedores. Desde ropa, comida, pan, facturas y leche. Vamos abasteciendo. Hemos llevado a Los Dragoncitos, a Los Totoreros, a Frutillitas. Ahora no tenemos muchas cosas pero cada vez que podemos mandamos mercadería.

-Néstor: Estamos muy felices y orgullosos por lo que hacemos, pero no estamos tan contentos porque cada vez se acrecienta más el número de chicos que vienen a comer. Arrancamos con quince chicos, y llegamos a tener setenta, quiere decir que algo está funcionando mal y que necesidades hay cada vez más.

-Mario: Y eso que nosotros los atendemos muy bien a los chicos, les damos de todo. Se llevan facturas, pan, frutas, zapatillas porque acá nos tomamos el trabajo de tomar los números de calzado. Se llevan hasta comida para la familia.

-¿Qué tienen para decir en relación a la amistad y lo que generaron?

-Néstor: Para mí es un orgullo hacer esto y es doble cuando uno lo hace con amigos. Hace cuarenta años y más que nos conocemos. Me siento muy orgulloso de haber compartido con amigos lo que logramos.

-Mario: Nosotros venimos acá a tomar unos mates, conversamos y debatimos qué hacemos de comer para darles a los chicos el sábado.

-Omar: Un claro ejemplo son los días que llueve, nos juntamos acá, hacemos tortas fritas y tomamos mate, jugamos al truco, miramos partido de futbol, charlamos.