sábado 20 de abril de 2024

CULTURA | 2 oct 2017

A 35 AÑOS DE SU MUERTE

Raúl Berón: un cantor de neta estirpe gardeliana

Fue un vocalista de bello fraseo y mucha profundidad, con el dejo de una dulce tristeza. Brilló con las orquestas de Miguel Caló, Lucio Demare, Francini-Pontier y Aníbal Troilo, entre otras. Su hermana Elba también cantó con El Gordo Pichuco.


Por: ISMAEL CANAPARO

Según los estudiosos del género, Raúl Berón (nació en Zárate el 30 de marzo de 1920 y murió en Buenos Aires el 28 de junio de 1982) fue el mejor cantor de orquesta que entregó el tango en toda su historia, pese a que otros vocalistas fantásticos como Floreal Ruiz, Roberto Rufino, Edmundo Rivero, Roberto Goyeneche, Angel Vargas o Alberto Marino, le disputen –dentro de las opiniones de los conocedores- ese preciado galardón. Meses atrás, se cumplieron 35 años de la muerte de uno de los diecisiete cantores que tuvo Aníbal Troilo, de neta estirpe gardeliana, registro de tenor y timbre aterciopelado. Su enorme trayectoria coincidió exactamente con la época de mayor auge del tango: desde su ingreso a la orquesta de Miguel Caló en 1939, hasta su retiro de la de Aníbal Troilo en 1955.

Llevado por recomendación de Armando Pontier, Enrique Mario Francini y Osmar Maderna, se incorporó a la orquesta de Miguel Caló. La prueba se realizó en el cabaret Singapur, donde lo acompañó el pehuajense Maderna en “El día que me quieras”. Debutó a los 19 años con Caló en Radio Belgrano, con el tango “Sencillo y compadre”.  Luego grabaría “Al compás del corazón”, su gran suceso, además de “Lejos de Buenos Aires”, “Trasnochando”, “Azabache” y “El vals soñador”.

A partir de allí, pasó a ser requerido por las mejores orquestas del momento. El diciembre de 1942 Lucio Demare le triplicó el sueldo y se alejó de Caló, permaneciendo todo 1943 con el gran pianista y compositor. Con Demare grabó versiones antológicas de tangos como “El pescante”, “En un rincón”, “Una emoción”, “Qué solo estoy”, “Y siempre igual” y el vals “No nos veremos más”. Aunque este último pertenece a Demare, no fue Berón quien entonó en esa orquesta los tangos más célebres de su director, como “Malena” o “Mañana zarpa un barco”. Pero sí cantó y grabó “Tal vez será su voz”, con letra de Homero Manzi. Este tango se llamaba “Tal vez será mi alcohol”, pero la censura, implantada tras el golpe militar del 4 de junio de 1943, no admitió la ebriedad del protagonista. En total, fueron más de veinte temas, en especial la milonga “Luna”, del propio Demare y Homero Manzi.

Al año siguiente Caló lo tentó con una cifra escalofriante y lo contrató de nuevo por todo 1944, alternando también con las orquestas de Orlando Goñi y Francini-Pontier, en el marco de una época de muchísimo trabajo. Con Francini-Pontier, dejó plasmado en el disco dos registros extraordinarios: “Remolino” y “Y dicen que no te quiero”.

La trayectoria de Raúl Berón como cantor de orquesta no pudo tener un mejor cierre que su incorporación a la agrupación de Aníbal Troilo, quizá la más venerada del tango, lugar que ocupó durante cinco años (1º/2/1951-31/8/55), llegando a grabar quince temas con el sello T.K.: “N.P”, “Discepolín” (conmovedor homenaje en vida que Troilo y un moribundo Manzi le rindieron a Enrique Santos Discépolo, el genial letrista de “Yira yira” y “Cambalache”, que fallecería pocos meses más tarde), “De vuelta al bulín”, “Un momento”, “Cualquier cosa”, “Medianoche”, “Malena”, “El choclo”, “Vuelve la serenata (a dúo con Jorge Casal), “Mensaje”, “Milonga del mayoral” (a dúo con Jorge Casal), “Corrientes angosta”, “Pero yo sé”, “Esthercita” e “Ivette”.

Luego de un incidente suscitado en un baile que Troilo realizó en Lanús, se fue mal de la orquesta, y por un tiempo estuvo distanciado de Pichuco. Un encuentro casual entre ambos meses después, finalizó en un abrazo, quedando cerrado aquel enojo.

Posteriormente, ya como solista, Berón llevó a cabo importantes actuaciones, acompañado por Argentino Galván y con la Orquesta de las Estrellas de Miguel Caló. Salvo ese tercer reencuentro en 1963 con Caló, no volvió a incorporarse a ninguna orquesta. De toda esa etapa crepuscular, pueden destacarse registros suyos de “Yo quería ser feliz” y “Porque soy reo”, con Galván como acompañante.

El periodista Julio Nudler, que acompañó a Jorge Lanata en los primeros años del diario Página/12, opinó de esta manera del gran estribillista: “El amplio y variado repertorio de Berón revela su aptitud para captar todos los temas y climas del género, desde los dramáticos a los festivos, que abordó siempre con buen gusto y mesura, alejado de los extremos. Fue un cantor cálido e íntimo, que giró en el circuito del tango más elaborado, como demuestra su trayectoria junto a directores de alta calidad, como Lucio Demare o Argentino Galván. Perteneció a una hornada de cantantes inteligentes, finos y cuidadosos, que incluyó a Alberto Marino, Oscar Serpa, Carmen Duval, María de la Fuente y otros. Quizá pueda reprochársele cierta oscuridad en la emisión, que por momentos dificulta la comprensión de las palabras. Por esos años la voz del cantor, sometida a un empleo incesante por el abrumador éxito de Troilo, comenzaba a dar señales de fatiga. También conspiraron contra la calidad de sus registros las insatisfactorias condiciones técnicas del sello TK, en el que había pasado a grabar la orquesta”.

Los cantores famosos en aquellos años solían ser convocados por los directores de cine para que lucieran su talento en la pantalla. Berón fue uno de ellos. En 1943 cantó en la película “Todo un hombre”, dirigida por Pierre Chenal, sobre la base de un libro de Miguel de Unamuno, cuyo guión estuvo a cargo de Ulyses Petit de Murat y Homero Manzi. Trabajaban en esa película, muy bien calificada por la crítica, los actores Francisco Petrone y Amelia Bence.

Los tangueros juninenses tuvieron la fortuna de recibir varias veces a esta emblemática figura. La primera ocasión fue con Lucio Demare, en 1942, en el marco de las kermeses que solía organizar el Club B.A.P. en la plaza Británica, frente a la estación ferroviaria. Dos años después llegó al salón Víctor Hugo, con Miguel Caló. En 1948 se presentó en el Club Ambos Mundos, como cantor de la orquesta de Francini-Pontier. Finalmente, a principios de 1952, en el Club Villa Belgrano, actuó con Aníbal Troilo, junto a Jorge Casal.

El último homenaje póstumo que Raúl recibió, fue brindado por el músico Roberto Siri, quien compuso un tema dedicado a él con letra de Martha Pizzo, merecido reconocimiento a quien fuera una de las grandes voces del tango.

Una familia de talentosos musiqueros

Las ciudades de Zárate y Campana fueron un gran semillero para el dos por cuatro. Allí nacieron los Expósito (Homero y Virgilio), Héctor Stamponi, Enrique La trayectoria de Raúl Berón como cantor de orquesta no pudo tener un mejor cierre que su incorporación a la agrupación de Aníbal Troilo, quizá la más venerada del tango, Mario Francini, Armando Pontier… y los Berón.

La dinastía fue fundada por Manuel Berón, cantor, guitarrista y compositor, a quien secundaba sus hijos Adolfo (guitarrista), José, Rosa, Raúl y Elba (cantantes), que llegaron a diversos lugares musicales de Buenos Aires, con diversa fortuna.

Elba debutó como cancionista en 1942. Cuatro años más tarde integró con su hermana Rosa un dúo que llegaría a trascender durante más de diez años en las emisoras y en el disco. Posteriormente, el casamiento de Rosa interrumpió la brillante tarea del binomio. Elba siguió actuando y en 1960 alcanzó el cenit de su carrera, al incorporarse a la orquesta de Aníbal Troilo, donde permaneció desde el 20/2/61 hasta el 30/11/63. Con Pichuco grabó cuatro temas: “Y a mí qué”, “Cachirliando”, “Desencuentro” y “Coplas” (a dúo con Roberto Goyeneche). Luego, a comienzo de los ´80 fue figura estelar de “Tango Argentino”, que recorrió los boliches, cantinas y escenarios del mundo, de la mano de los  directores teatrales Claudio Segovia y Héctor Orezzoli.

En cuanto a Adolfo, dejó una singular discografía de versiones de mucha jerarquía. Según el historiador Ricardo García Blaya, “Fue un buen guitarrista, de digitación clara y precisa, para nada rebuscado ni con pretensiones vanguardistas. Su cálida sencillez y dulzura en la ejecución de cada tango, permitía apreciar la melodía de las obras tal cual fueron concebidas por sus compositores”.

José, el hermano mayor de Raúl, con quien debutó en dúo siendo niño, fue el de menos suerte musical. Bohemio empedernido, tuvo una vida desordenada en Rosario. Sin embargo, alcanzó a dejar impreso en el disco su extraordinario talento. Su voz, más potente que la de Raúl y con un registro bien atenorado, logró momentos de gloria en interpretaciones de muy difícil factura, como "La mariposa" y "Madre de los cabellos de plata", dos de sus más grandes éxitos. Abel Palermo, estudioso del tango, lo describió de este modo: “A este exquisito cantor le faltó disciplina y le sobró bohemia. Pudo haber tenido una carrera similar a la de su hermano Raúl, pero pasó casi inadvertido por el gran público. Sólo los especialistas reconocieron sus atributos”.

“Confluencia de expresividad y mesura”

La brillante periodista Irene Amuchástegui tuvo la siguiente reflexión sobre Raúl Berón: “Di Sarli-Rufino, Laurenz-Podestá, Troilo-Fiorentino, Tanturi-Castillo, D´Agostivo-Vargas, Caló-Berón: sólo algunos de los binomios, que se irían recambiando e incluso intercambiando con resultados tan parejos que las preferencias suscitaban, y provocan hasta hoy, discusiones interminables.

Esta es la escena en la que la figura de Raúl Berón se recorta, entre otras grandes voces, como una singular confluencia de expresividad y mesura; de sobriedad y lucimiento vocal. No casualmente, entre su apogeo y el ciclo vital de la década del 40 hay una precisa coincidencia.

Sutil por definición, la línea de Berón no parece resistir la transformación operada en otros vocalistas de orquestas lanzados a la carrera de solista. Acaso tampoco su personalidad admitía esta transformación. El suyo es un estilo en el que la musicalidad es el atributo excluyente, y que puede ser bien ilustrado por la célebre respuesta, recogida por Horacio Ferrer (El Libro del Tango), que el cantor dio a un oyente que cuestionó su dicción: “Si quiere saber la letra… ¡cómprese “El alma que canta”.

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