jueves 25 de abril de 2024

LOCALES | 6 oct 2017

análisis político

UCR: ¿una colectora del PRO?

Entre tanta excitación por la vuelta (no al poder), pasó un poco desapercibido que el alfonsinismo como relato dominante en el radicalismo ha quedado fuera de servicio.


Cuando faltan pocos meses para que complete los dos años de oficialismo sin gobierno, la UCR expone su dilema mayor: ¿parasitará al PRO por toda la eternidad o buscará prevalecer y tener sus propias claves?

Entre tanta excitación por la vuelta (no al poder), pasó un poco desapercibido que el alfonsinismo como relato dominante en el radicalismo ha quedado fuera de servicio.

El canto del cisne de Ricardito no está separado de este cambio cultural que ha disparado las acciones de los otros presidentes radicales presentables como Illia, Yrigoyen y Alvear, a los que el tiempo ordena con igual prestigio en la galería de nichos, a la par de Raúl.

Este renovado panel da marco, paradójicamente (o no), a un gran vacío ideológico que le abarata aún más al PRO la sociedad con la UCR por cuanto no deben toparse con diferencias de puntos de vista y nunca hay que negociar en base a temas.

La ecualización de Alfonsín no sólo vuelve uno más a su hijo -que empieza a mirarse en el espejo de Leandro Illia- sino que marca el final del duelo para todos los radicales que fueron contemporáneos del abogado de Chascomús, y que lo sobrevivieron, como así también de aquellos radicales criados al reparo de su liderazgo peculiar y, en su momento, encantador.

El final del duelo en una organización se demora más que en los individuos por razones bastante obvias: viviendo en manada se olvida la velocidad de los más lentos, y si los más lentos resultan, además, los líderes que rentan del recuerdo, el duelo puede dilatarse al más allá.

En esa procesión interminable estaba metida la UCR hasta el triunfo presidencial de Mauricio Macri cuando la aceptación de una lengua dominante y despolitizada como la del PRO provocó la segunda y definitiva muerte de Alfonsín. Sucede que Raúl llevaba inscripta a la política como una actividad seria, incluso trágica, y desde el 2015 los radicales tuvieron que entenderse rápido, y a la fuerza, con personajes de una naturaleza muy diferente.

La pasión radical por la razón de estado y la ética de la responsabilidad, los hizo caminar los siguientes dos años en fila india detrás de la imaginación política y económica del macrismo, lo cual no fue, ni siquiera parecido, lo que los convencionales nacionales del partido votaron en la reputada reunión de Gualeguaychú en marzo de 2015. Allí confiaron en celebrar con el PRO una coalición electoral con reglas de funcionamiento precisas, pero…

La relativización de Alfonsín en la cultura radical también es favorecida por el propio gobierno que desde el ministerio de Cultura de la Nación y desde el Sistema de Medios Públicos, atiende con una diligencia digna de mejores causas, las requisitorias logísticas y comunicacionales para la realización de homenajes a todos los radicales que ya no están. No lo hacen para diluir a Alfonsín, de quien saben poco, sino para mantener a los radicales concentrados en la entonación de la marcha fúnebre.

LA DISOLUCIÓN

La licuación del alfonsinismo no es gratuita, deja al partido sin el último prisma a través del cual mirar la vida pública y darse un sentido histórico. Sin el minuto alfonsinista en el aire al momento de pensar qué hacer o decir, la UCR reacciona a la coyuntura apoyándose únicamente en los "qué estamos diciendo" (nosotros los del PRO) que la nomenklatura partidaria recibe por whatsapp desde el callcenter oficial y las cartas abiertas del Jefe de Gabinete de ministros donde se relatan pormenorizadamente los avances del cambio. Con esos insumos, el radicalismo hace propaganda de cosas que ni pensó ni decidió ni consensuó, e incluso suele hacer algo peor y es aquello que no le piden con el propósito de agradar. Sobreactúan lo que creen que el partido del gobierno espera de ellos y, entonces, se sacan fotos tomando mate con Tito de Ensenada o viendo cómo Cintia volvió a creer, para estar juntos, o cerca, o la fantasía que solicite el instructivo semanal. La ausencia de liderazgo ha sido crucial para este sometimiento colectivo.

Pero, claro, no es que a la UCR se le han perdido las tablas de Moisés. El alfonsinismo era una corriente ideológica modesta, casi que destilada de la guerra fría, y totalmente gastada o insuficiente para crear expectativa electoral como lo indican el pobre 13% de Ricardo Alfonsín/González Fraga en 2011 y el ya helado 3% de Ernesto Sanz/Lucas Llach de 2015. Pero aun cuando fueran cuatro líneas incomprobables, éstas ordenaban el mundo y le permitían presentarse en sociedad exhibiendo una identidad, no muy distinto a como hace la Iglesia o Herbalife o el PRO.

Si los líderes hoy se sintieran tan perdidos como se los ve desde afuera, podrían entender algo sencillo: no hace falta que sea verdadera la traducción del mundo que haga una fuerza política, con que el catecismo extienda una mano a los desamparados, que somos todos, con una interpretación de sus desgracias, y presente pasos para su salvación, la máquina de la representación arranca. Y eventualmente la de la diferenciación.

Al contrario de esto, la mayoría de los dirigentes radicales se abrazó al sonsonete del populismo, del cual hay que escapar, o al cual no hay que volver, y ni una palabra más, populismo o muerte, liberando a la imaginación de cada dirigente, y cada dirigido, en caso que la tengan disponible, qué cosa es el populismo, y sin medir las utilidades o los alcances o los beneficiarios del antipopulismo.

Es obvio que no se puede volver a Alfonsín, y menos ahora que volvió a morir. Además, para Alfonsín el PRO era la derecha, una derecha más pop que la de los bacanes politizados de la UCeDe a los que pudo estudiar en más detalle, pero pungas de cuello blanco al fin. Con esos prejuicios realmente no se puede avanzar pero tampoco es viable que la necesidad de los radicales en actividad de ser registrados por el PRO, obligue a suspender todo juicio crítico sobre su aliado y sobre sí mismos, hasta el punto del coma ideológico. La velocidad con que aceptaron un Nuevo Testamento simplemente pasma y proyecta algo duro: si Cambiemos sigue ganando elecciones y la UCR no se da un liderazgo serio, y en serio, a este ritmo de conversión, la naturaleza de las cosas hará de la UCR una simple colectora del PRO.

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