Por: ISMAEL CANAPARO

“¿A vos qué te parece?”, preguntó el Turco con la mirada brillante y las cejas arqueadas, en un gesto muy suyo, que sus familiares y amigos cercanos aprendieron a conocer, de tipo inteligente y sensible, siempre deseoso de penetrar en las ideas del otro. Ese “¿a vos qué te parece?” se refería a la investigación que realizó durante varios años, con paciencia, sacrificios y puertas que se le cerraban, básicamente sobre el lugar de nacimiento de Eva Duarte. Sostenía, con pruebas, que Evita nació en Junín y no en Los Toldos, como figura en la historia oficial. Quería plasmar toda su laboriosa teoría en la edición de un libro, un sueño que supo soñar muchísimas veces, que no alcanzó a ver.  Pero su hijo Diego prometió llevar los textos a la imprenta, como un homenaje póstumo a su querido viejo.

Jesús Luis Abdala, verdadero artesano de la amistad, empedernido luchador, trabajador incansable, padre todo terreno y justicialista hasta la medula, falleció el lunes pasado, dejando sin consuelo a su esposa María Eva Rayón, a sus hijos Diego Germán, Paula Vanessa y Mauro Emiliano, como así a sus nietos Nicolás, Agustín y Caleb, y el resto del seno familiar. Tenía 77 años.

Nació en Junín, un  27 de febrero de 1940. Con sus padres de origen sirio y sus cinco hermanos, vivió en el laborioso y tanguero barrio de Las Morochas. Realizo sus estudios primarios en la Escuela Nº 7 “Antártida Argentina” y los medios en la Escuela de Formación Técnica Nº 25 “Yapeyu”.

Gran parte de la actividad laboral la desarrolló en la empresa nacional de Correos (ENCOTEL), donde ingresó como mensajero, para luego, después de una carrera metódica, lograr ser designado como jefe Distrital. Paralelamente, fue delegado gremial de AATRA (Asociación Argentina de Telegrafistas de la República Argentina).

Su amor por el Justicialismo se encarnó a los 14 años y poco después se transformó en el secretario general de la Juventud Peronista de la Cuarta Sección Electoral bonaerense. Como muchos dirigentes de la época, sufrió persecuciones y cárcel, provocada por la dictadura militar, al extremo que también perdió su empleo en 1978, producto de una injusta cesantía. No obstante ese grave infortunio, no se quedó quieto y perseveró en el esfuerzo por mantener vivas las esperanzas de progreso de la familia, llegando a Buenos Aires para “trabajar en lo que sea”. Allí desarrolló tareas de albañilería, plomería y pintura, además de graduarse en la carrera de Martillero y Corredor Público. Durante su estadía porteña, conoció a varios dirigentes justicialistas, tales los casos de Gabriel Labake, Ítalo Luder, Evaristo Buezas, Carlos Grosso, Lorenzo Miguel, Saúl Ubaldini, José Luis Fernández Valoni y Julián Licastro. En 1980 regresó a Junín para inaugurar la inmobiliaria Abdala, Núñez y Cía. Dos años más tarde y en la antesala de la llegada de la democracia, fundó la Agrupación Justicialista “Lealtad y Acción Revolucionaria”, que conducía el ex diputado Nacional José Luis Fernández Valoni. En 1992, de su mano, nació en Junín el espacio “Nueva Dirigencia”, que en el orden nacional fue una rama lideraba Gustavo Beliz, ex ministro del Interior del gobierno de Carlos Menem. Por último, en 2003, el Estado Nacional le reconoció los años de cesantía en su empleo y el tiempo de sometimiento militar, otorgándole una justa jubilación. Actualmente tenía en ejecución una demanda judicial por “daños y perjuicios por delitos de lesa humanidad”.

El otro lado de Abdala, tuvo matices gastronómicos. De su mano, nacieron las tortas de trigo más gustosas de la región, exquisitez solo comparable a las recordadas y añoradas pizzas de la Ribas, otro inigualable manjar juninense. Nadie como Jesús para presentar ese original plato árabe, imprescindible no solamente en la numerosa colectividad, sino en el resto de los hogares locales.

Veamos un poco los entretelones del libro de pronta aparición, gracias al aporte de su hijo Diego, destacado médico juninense, especialista en Gastroenterología, Endoscopia Diagnóstica y Terapéutica. Quien esto escribe tuvo largas y relajadas charlas con Jesús Abdala, de las que a él le gustaban. Solía necesitar consejos, que analizaba con una manera circular de razonar, disfrutando de las formas hasta llegar al centro de la cuestión. ¿El centro de la cuestión?  Había sido siempre un hombre de lucha constante, sin dobleces,  incluso adaptado a los sinsabores cotidianos, pero que se resistía a abandonar el mundo de los sueños. Escuchaba esos consejos con cara de asentir, aunque después transitaba los caminos que su corazón le dictaba, como un hombre totalmente libre e independiente. Su consultor preferido era el escribano Norberto Di Blasio, un ex destacado periodista y secretario de redacción del diario “Democracia”, con quien también tenía numerosas reuniones. Lo cierto es que esa publicación, de extenuante investigación, sintetizó su última gran obra política e intelectual.

Los amigos cercanos y los compañeros de “mil batallas”, lo recuerdan con muchísimo cariño. Es que Jesús tenía la picardía propia del potrero y abundantes sustancias de “buena gente”, dos aspectos trasladados inevitablemente a otros órdenes de la vida. Siempre le escapó a las exigencias que recortaran su espíritu sencillo y libre. Esa misma libertad que mostraba en el desenvolvimiento político para gambetear entre caraduras, chupamedias y malintencionados, que sin embargo nunca alcanzaban a lastimar sus piernas. Tenía muy en claro los conceptos y no se dejaba arrastrar fácilmente por los caminos del oportunismo barato.

Para esos amigos, para sus familiares en especial, Jesús Abdala empezó a ser un lindo y acariciante recuerdo. Para ellos ya es una bella leyenda. Porque en él, los ideales seguirán inmensamente vivos, aunque cada vez queden menos espacios para soñar…