viernes 19 de abril de 2024

OPINIÓN | 30 oct 2017

enfoque

Manifiesto de realidad


¿Por dónde pasa la realidad? ¿Por los discursos pronunciados desde atriles pulidos, por los claustros académicos, por los titulares de los diarios y los noticieros, por los mensajes espasmódicos de las redes sociales, por las charlas de café, por los fanáticos en un estadio de fútbol? La realidad pasa efectivamente por cada uno de esos ámbitos. Pero el debate no debe detenerse en cuál es el ámbito propicio para que la realidad se manifieste, sino en cómo esa realidad debe comunicarse, entenderse y llegar a los interlocutores deseados.

Los especialistas en comunicación de la ola más reciente, sostienen que se vive una época en la que no se debe brindar información, sino, establecer una conversación con el receptor. Ocurre, que por primera vez en la historia, la composición del receptor (el que consume la información, la noticia, o el dato), es tan amplia, tan heterogénea y diversa, que esa comunicación pura debe deglutirse previamente para ser entendida y procesada.

Si a esta coyuntura se le agrega que la atención del consumidor respecto de la “noticia” que se le ofrece es cada vez más esporádica, más cambiante, más dinámica y se define en segundos, la tarea de comunicar se vuelve extremadamente compleja y es allí donde aparece la figura de la conversación, como un nuevo paradigma de lo que se quiere contar.

Ahora bien, cambie el paradigma o no, hay un elemento que debe permanecer inalterable respecto de lo que se quiera comunicar o conversar: la responsabilidad.

En las últimas semanas, la desaparición del joven Santiago Maldonado copó la agenda de todos los medios, muchos de los cuales analizaron el caso en medio de una situación crítica. Pero también hubo malicia, mentiras y poca seriedad.

Las razones de ese “terrorismo periodístico” algunos la sitúan en diferencias políticas, que son la base constitutiva de un sistema republicano y democrático, pero el bien común está por encima de cualquier individualismo sectario.

Sí, los nuevos paradigmas nacen y crecen como todo en esta época, a una enorme velocidad, con miles de adeptos instantáneos y con seguidores pagados con tarjetas de crédito en las redes sociales. Pero la realidad sigue manteniendo esa fascinante complejidad que obliga a la reflexión, a la seriedad, a la responsabilidad expresada con transparencia y veracidad. La diferencia entre un medio creíble y uno que no lo es, es mucho más amplia de lo que los “intérpretes de la sociedad”, pretenden hacerle creer a esa misma sociedad.

Es la misma diferencia que existe entre un catedrático que ha dedicado su vida a formarse para sostener una clase magistral ante sus alumnos, y una charla de café, relajada, entre amigos. Ambos abordan la realidad con sus matices, se apasionan, exponen, discuten y permiten el disenso, pero en uno de esos casos, probablemente la realidad tenga más oportunidad de mostrarse con claridad.

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