jueves 28 de marzo de 2024

LOCALES | 18 nov 2017

casa grande

Biodanza, un sistema de reeducación de la afectividad a través del vínculo

Lo que comenzó como una actividad para enfermos mentales en el Hospital Psiquiátrico de Santiago de Chile, a cargo de su creador, Rolando Toro Araneda, se transformó en un Sistema de Integración Humana, reconocido mundialmente por sus grandes y diversos beneficios a nivel físico, emocional y existencial para lograr un estilo de vida que respete la salud integral de las personas.


Por: LUCIANO CANAPARO

Mover el cuerpo desde la emoción es la esencia de lo que se conoce como Biodanza, un sistema creado por el psicólogo y antropólogo chileno Rolando Toro Araneda, que tiene como principal finalidad “trabajar para que las personas se conecten cada vez más con la vida, y la respeten en su cotidiano”, según comentó María Cristina Aniceto, facilitadora de Biodanza Titulada (Reg. PBA 1046), a cargo de “Casa grande, un Espacio para Abrazar la Vida”, ubicada en calle Juana Manso 45, del barrio Villa del Parque (Junín).

En palabras de su propio creador, Biodanza es "un sistema que reintegra a los seres humanos para vivir la vida plenamente, con toda su intensidad; hemos ido poco a poco olvidando la importancia de cosas tan fundamentales para lograr una vida feliz como respirar, caminar, comunicar nuestras emociones y sentimientos, compartir, amar, es decir, nos olvidamos de sentir”.

En muchos casos, Biodanza actúa como acompañamiento integral complementario a tratamientos médicos, psicológicos y psiquiátricos, dado que fortalece el sistema inmunológico y brinda contención afectiva. En términos sencillos, es un sistema pedagógico y terapéutico que utiliza el movimiento, la música y la comunicación en grupo para la integración y expresión del potencial humano inhibido por una cultura que reprime la expresión de la Identidad.

Para conocer más sobre esta práctica, Semanario conversó con María Cristina Aniceto, Jésica Urquía, y Rita Fernanda Saez.

“El lugar se llama ‘Casa Grande, un espacio para abrazar la vida’. Muchos se preguntarán qué es abrazar la vida. Todas las actividades que se realizan en este espacio ponen al centro los valores cuidadores de vida, empezando por Biodanza, que es la actividad central que yo facilito. Trabajamos para que las personas se conecten cada vez más con la vida, y la respeten en su cotidiano… Respetar los valores de vida es aceptar que somos diferentes… Necesitamos escucharnos, mirarnos a los ojos y saber quiénes somos, encontrarnos de verdad.  

También danzamos la trascendencia. Nosotros no adoramos a nadie ni hablamos de Dios, ni de Buda ni de Mahoma… hablamos de lo que nos trasciende pero, a su vez, somos parte de eso. Cada uno de nosotros somos creadores”.

Las actividades del espacio, más allá de Biodanza, siempre han sido muy diversas a lo largo del tiempo, pero todas tienen ese centro, esa línea que las une: la Vida. “Ha venido un médico de Buenos Aires, con su medicina Antroposófica, se hizo un Curso de Milagros, se dictaron clases de Yoga, llevamos a cabo una propuesta de Educación Biocéntrica (“Sunrise, Inglés Bioéntrico”), las ceremonias lunares que últimamente facilita Jesica Urquía… Y seguiremos sumando!

El espacio está abierto para todas las personas que quieran conectarse o ayudar a otras a conectarse con la vida, a través de actividades que, de una manera u otra, nos ayuden a vivir mejor en nuestro día a día como personas, con nuestros vínculos íntimos, como sociedad y como cultura”, resalta Cristina.

-Y cómo repercute el “afuera” en el “adentro” 

-Rita (alumna de Biodanza): La experiencia se basa en vivenciar en la vida, es un aprendizaje de cómo comunicarse con el otro, de cómo respetar al otro; sentir o percibir al otro, pero sin invadirlo. Las danzas son técnicas que facilitan ese abordaje. En realidad, acá no se trae lo cotidiano, es algo mucho más del interior de cada uno para poder comunicarse con el otro de otra manera, con más entendimiento. El trabajo es individual, es mirarse uno y mirar al otro también. Es una forma de reaprender a comunicarse, de reaprender a convivir con el otro, desde otro lado.

LA EXPERIENCIA DE JESICA

Jesica Urquía es una joven perteneciente a la Comunidad Mapuche Urbana de Junín, estudiante de expresión corporal, que se “encontró” con la Biodanza gracias a Cristina, quien fue a la Escuela de Teatro a brindar una clase. “La verdad es que quedamos todos muy contentos en la escuela porque es una danza sumamente sanadora y liberadora, a tal punto que entre primero y segundo año no había mucho feeling, y después que hicimos Biodanza se generó una muy buena armonía, pudimos hermanar entre los dos grupos, algo que antes no existía”.  

“A estos lugares –agrega Cristina- se llega porque lo que hace Biodanza es conectarnos con emociones integradoras. Nosotros trabajamos desde la emoción. En ese viaje que las personas atraviesan, llegan a una danza que no es cualquier danza ni en cualquier momento ni con cualquier música. Trabajamos emociones integradoras como lo son la alegría, la ternura, a lo que se suma el compromiso y la solidaridad, entre otras. Obviamente que si nosotros no sostenemos el proceso esto se irá desdibujando. En el interactuar con el ‘afuera’, que va en contra de todo esto, se va perdiendo. Biodanza es un proceso que hay que sostener con regularidad, hasta que las personas logren ‘radicalizar la vivencia’, es decir, cuando nos reeducamos afectivamente ya tenemos la fortaleza para poder con ese afuera, y que ese afuera no nos contamine”.

Ese proceso de “radicalizar la vivencia”, como sostiene Cristina, pauta tres niveles: inicial, intermedio y avanzado. El paso de uno a otro dependerá del compromiso del grupo, y de cada integrante, y de la entrega en cada ejercicio (danzas), no en un sentido coreográfico sino como “movimiento pleno de sentido”.  

“Biodanza va por el lugar opuesto del que estamos transitando como cultura y sociedad. Todas las culturas, de todos los pueblos originarios, a esto lo tenían muy presente. Nosotros nos hemos separado de la vida y lo que Biodanza hace es volver a conectarte con la vida. Y cuando lo hacés, iluminás la vida, iluminás lo que está; no vas a criticar lo que falta, que es justamente lo que nos pasa todo el tiempo. Cuando vos iluminás, aquello que iluminás crece… Nosotros estamos todo el tiempo hablando de lo que está mal, y en realidad si habláramos todo el tiempo de lo quisiéramos que suceda, empezaría a suceder, porque así funciona el universo.

En un proceso de Biodanza vamos iluminando los restos de salud que las personas traen, y así comienza a crecer nuestra parte sana”, expresa la facilitadora de Biodanza.   

CÍRCULO DE MUJERES

Un círculo de mujeres es un espacio íntimo, respetuoso, enriquecedor, nutritivo. Un espacio de confianza, sin prisas ni jerarquías. Un espacio sagrado de expresión, contacto y escucha. Un lugar para compartir experiencias, aprendizajes y sabidurías.

“Este año con Cristina –cuenta Jesica Urquía- comenzamos a pensar proyectos juntas, yo desde los pueblos originarios y ella desde Biodanza, y surgió lo del Círculo de Mujeres alrededor del fuego, que en nuestra comunidad mapuche es algo ancestral.

Lo que hacemos en los Círculos de Mujeres es danzar con la luna y con el sol, por eso la rueda, que es ancestral y sagrada. La Luna gira alrededor de la tierra, la tierra alrededor del sol y a nivel universal nuestra constelación gira entorno a algo muchísimo más inmenso. Por eso nosotros, cada vez que hacemos ceremonias, danzamos con la luna. El fuego representa al sol. También entonamos cantos milenarios que se fueron transmitiendo de generación en generación. Y potenciamos el poder femenino, que dentro de la cultura originaria siempre estuvo naturalizado. La mujer nunca será inferior, como en la cultura occidental, al contrario. El hombre mapuche es un agradecido, porque sabe que vino de un útero, que una mujer lo trajo a este mundo. En nuestra cultura no existe ni el machismo ni el feminismo. Tanto las mujeres como los hombres son sagrados. Los Círculos… son abiertos a todas las mujeres, de cualquier edad, cultura, religión o creencia, siempre y cuando se respete. También hemos hecho círculos mixtos, para que el hombre se reencuentre con la sensibilidad que, muchas veces, este sistema le quita.  

Cuando se habla del pueblo mapuche y se lo liga al esoterismo, se está mintiendo. Primero porque nosotros no somos religiosos. La cultura mapuche es muchísimo más milenaria que cualquier religión, está acá desde el comienzo de los tiempos”.

Todos somos hijos de la madre tierra, necesitamos sentarnos en la tierra, necesitamos contemplar un fuego, mirar a la luna para contarle nuestras penas y alegrías. Necesitamos la unión y la hermandad para caminar juntos. “Nosotros celebramos la diversidad –afirma Jesica- pero en armonía. Antes de los españoles y del Estado argentino, veinticuatro pueblos originarios convivían en armonía. En los círculos fomentamos esa diversidad pero encontrándonos como hermanos”.

Cuando Jesica se acercó por primera vez a “Casa grande, un espacio para abrazar la vida”, se comenzaron a entrelazar los saberes desde la herencia Mapuche, y desde Biodanza, y así también el lazo afectivo entre Jesica y Cristina, desde un lugar de diálogo y de respeto mutuo.

“Ellos (Jesi, su padre, su compañero y su primo) se ofrecieron, vinieron y pusieron sus manos para terminar de armar el Círculo del Fuego –recuerda Cristina-; comenzaron a habitar el lugar. El respeto con el que ellos llegaron a este lugar, pidiéndole permiso al espacio, a los árboles, a la tierra antes de agarrar una pala… así es como Biodanza plantea vivir. Nosotros lo llamamos ‘ritualizar nuestro cotidiano’… Si cada vez que vas al jardín o a sacar dos hojas de menta le pedís permiso a la planta porque es un ser vivo… eso yo lo hago y no soy descendiente directa de los mapuches… La vida nos aúna”.

QUÉ ES LA VIDA

Jesica: “Yo respondo desde la palabra mapuche, que se divide en mapu y en che. El “mapu”, para nosotros, es la tierra, pero no en sí, sino como el árbol que me da la sombra, como el río que me da el agua, como las montañas, como los pájaros, el perro, el gato, las estrellas, las nubes, el sol, los planetas. “Mapu” es universo y “che” persona, pero no física sino íntegra, con su cuerpo y espíritu.

Cristina: “Yo lo resumo con otras palabras, pero que dicen lo mismo: todos somos totalidad y, en realidad, la vida como totalidad la llevamos cada uno de nosotros en la expresión única de lo que somos. Tu vida es una expresión única de la vida de ese universo que se expresa a través tuyo de una manera única”.   

Rita: “Viviendo en estas tierras, que en algún momento fueron habitadas por pueblos originarios, me interesa incorporar esos conocimientos porque son los que se acercan a vivir más conectados con la naturaleza. Vivir con esa cosmovisión de que todos somos uno, de que todos formamos parte de lo mismo”.

NOTA PUBLICADA EN LA EDICIÓN IMPRESA DEL SÁBADO 11 DE NOVIEMBRE 2017   

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