

Por: OMAR MERAGLIA
El Frente Renovador lo hizo de nuevo. Utilizando su mejor cara de monumento, sus concejales salieron a opinar del barigüí, un bicho malo que desde hace unos 20 años nos puso en jaque y ninguno de los jefes comunales hasta entonces se dedicaron a implementar un programa regional para delimitar su control.
Fue precisamente el “opinador serial” Patricio Fay quien se animó a hablar de “falta de seriedad” en el actual abordaje de control del insecto, reclamando más fumigación (sin especificar con qué productos ni de qué manera), justo cuando el Concejo Deliberante de Rosario acaba de prohibir el uso del glifosato, un herbicida que se utiliza en agricultura y se derrama por millones de litros a través de la Pampa Húmeda.
Estos “renovadores”, que con Meoni a la cabeza impusieron el nombre de “Parque Natural” a la laguna para después fumigarla por doquier, dejaron los mismos problemas ambientales que heredaron de Abel Miguel en lo que hace al basural a cielo abierto, contaminación química del canal, falta de depuración de líquidos cloacales, contaminación bacteriológica y otras; sumando a ello la falta de un estudio veraz de impacto ambiental en la autorización de construcciones en medio de los humedales, entre ellos la (hasta ahora) fallida terminal de colectivos.
Esos mismos, ahora pontifican como si estuvieran envueltos en un manto sagrado y fueran además de hacedores, impolutos.
Resulta preocupante esta particular forma de hablar por hablar a la que se sumaron también el concejal Claudio Martínez exigiendo al municipio que destine más personal y vehículos a la fumigación, y la edil Natalia Donati solicitando la entrega gratuita de repelentes.
Son éstos los representantes que se ofenden cuándo se les acusa de poner palos en la rueda, pero no hacen un solo contacto neuronal para darse cuenta que están exponiéndose torpemente ante la gente al referirse a un tema que no conocen, del que poco se ocuparon y buscando soluciones que se transformarán en un problema.
Ponen en tela de juicio a profesionales independientes que se han dedicado a estudiar el tema durante años y su opinión coincide con la bibliografía existente al respecto y se basa en la dificultad que presenta el combate de esta mosquita en toda la región sudamericana.
Los concejales del FR advierten sobre una mayor población de estos molestos insectos, cuando la explicación podría estar dada en lo poco eficientes que fueron las medidas de los gobiernos anteriores, casualmente cuando ellos eran oficialismo.
Promueven la fumigación en un distrito ya de por si fumigado con millones de litros de herbicidas, fungicidas y plaguicidas que a nivel nacional están demostrando el aumento de enfermedades respiratorias, de piel y cánceres.
Fomentan el uso masivo de repelentes cuando las organizaciones de salud ponen énfasis en el extremo cuidado que se debe tener para usar estos productos.
No justifican absolutamente nada, no aportan más que palabras vacías pero peligrosas porque generan falsas esperanzas en una sociedad acostumbrada a que todo debe ser ¡ya! Y sólo terminan haciendo más vulnerables a sectores que ya lo son.
El barigüí no es más que la respuesta –dolorosa y molesta- a la falta de atención del ambiente.
Bueno sería que se pusieran a leer antes de hablar, de ese modo tal vez logren conocer la clave acerca de qué dio origen a la proliferación de la mosquita, en qué momento se quebró y porqué el control biológico.
Pero lo más importante sería que tomaran una posición más proactiva en este sentido, con la finalidad de evitar dos males mayores: uno, que los tilden de ignorantes, y otro, más peligroso, que los cubra un manto de sospecha frente a la gran cantidad de vendedores de insumos (plaguicidas y repelentes) que hoy por hoy, en nombre de grandes empresas, están buscando interlocutores válidos entre los funcionarios municipales para poder hacer negocios vendiendo a la municipalidad sus productos anti-barigüí.
El Concejo Deliberante de la ciudad de Rosario aprobó un proyecto de Ordenanza que “prohíbe en todo el ejido de la ciudad de Rosario la utilización y aplicación del herbicida glifosato en todas sus variantes, tanto para uso agronómico como así también para espacios públicos y jardines particulares”.
La argumentación de la norma indica que el glifosato está clasificado por la IARC, una organización científica que depende de la Organización Mundial de la Salud de Naciones Unidas como “probable carcinógeno para los seres humanos”.
La ordenanza refiere, asimismo, al uso masivo e intensivo del glifosato en la agricultura a nivel mundial y en particular en Argentina, donde su utilización se incrementó marcadamente a partir de la siembra de semillas transgénicas que soportan la aplicación dicho herbicida.
El proyecto tomó en cuenta una investigación realizada en 2014 por el Centro de Investigaciones del Medio Ambiente (CIMA) de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad Nacional de La Plata, en el que se señala que “estas sustancias toxicas también se evaporan y caen con las lluvias”; así como un estudio del CONICET que determinó la presencia de glifosato y su degradación en toda la cuenca del Paraná.