sábado 20 de abril de 2024

LOCALES | 9 dic 2017

investigacion semanario - Parte I

Da la revolución progresista en salud a la medicina del far west

Funcionarios públicos que operan para las corporaciones privadas de salud, empresario de la medicina privada, directivos médicos, accionistas de clínicas y sanatorios... los únicos privilegiados de un sistema de salud arcaico y obsoleto. Primera parte de una investigación de SEMANARIO sobre el “mundo oculto de la medicina”.


Por: Redacción Semanario

Si hay área donde los gobernantes no se han molestado ni molestan en cambiar o renovar a los tiempos que corren –después de la gran revolución que hiciera Ramón Carrillo- es la salud pública.

Como en la paciencia del pescador, los gobernantes de turno parecen tomarse todo el tiempo antes de renovar o... seguir igual. No olvidemos que estamos ante una gran ola o camada de movimientos evangélicos dentro del Pro… y habrá que tomarse varias “garompas” o agarrárselas con una morsa antes de poder ver grandes cambios en salud -si finalmente los hay.

A lo largo de las décadas, una red de complicidades entre gobernantes, directivos médicos, sindicalistas y empresarios de la salud se fue tejiendo al mejor estilo mafioso con el objetivo de obstaculizar y deteriorar el sistema de salud pública en la Argentina, con la finalidad de crear espurios intereses económicos para el beneficio de sus propios peculios y siempre en detrimento de la desidia y la destrucción de los hospitales públicos, y a costilla de los fondos públicos provenientes de los impuestos que paga la sociedad.

Estos daños ocasionados en la salud pública han sido graduales, progresivos, programados y diseñados estratégica y perversamente a través de los años. No obstante, estos verdaderos cínicos mercaderes de la salud no se quedaron conformes y atacaron también la libertad individual del médico para el libre ejercicio de su profesión. Un daño irreparable para la integridad psicoemocional de aquellos médicos que no quieren estar adheridos a ninguna entidad médica intermediaria para el cobro de sus honorarios, ya que las consideran innecesarias. Lo único que hace este perverso sistema es alterarles el progreso en su calidad de vida personal, profesional y familiar.

No caben dudas, y así marca la historia, que hubo un antes y un después de Ramón Carrillo en la salud pública de nuestro país. Veamos: Aumentó el número de camas existentes en el país, de 66.300 en 1946 a 132.000 en 1954; erradicó, en sólo dos años, enfermedades endémicas como el paludismo, con campañas sumamente agresivas; hizo desaparecer prácticamente la sífilis y las enfermedades venéreas; creó 234 hospitales o policlínicas gratuitos; disminuyó el índice de mortalidad por tuberculosis de 130 por 100.000 a 36 por 100.000; terminó con epidemias como el tifus y la brucelosis; y  redujo drásticamente el índice de mortalidad infantil del 90 por mil a 56 por mil.

Muchos se alimentaron y se alimentan de su tremenda obra, lo nombran en cuanto acto político encabecen, crean hasta comités partidarios y agrupaciones con su nombre pero… del dicho al hecho hay mucho trecho.

Hoy pareciera que ningún político-funcionario toma el ejemplo a imitar, sea por intereses espurios o por corrupción estructural enquistada desde hace años en distintas instituciones de salud. ¿El objetivo? Beneficiar a las corporaciones privadas de salud en detrimento de lo público.

La Revolución Libertadora, y después la burocracia sindical creada por Augusto Timoteo Vandor -para muchos el primer traidor de los trabajadores, junto con la burguesa dictadura de Juan Carlos Onganía- destruyeron el proyecto progresista y de vanguardia del Sistema Nacional Público de Salud de Carrillo. Imagínense… era un proyecto igual al que hoy se implementa en toda la Comunidad Europea… una medicina social.

Esta máquina perversa, engranada, aceitada y ya estudiada, llevó a que la medicina en nuestro país se partiera al medio, se sectorizara, surgiendo entonces una  medicina para ricos y otra para pobres. Es decir, los hospitales deberían ser para los carenciados y los sanatorios y clínicas pertenecientes a las obras sociales y a las corporaciones burguesas acaudaladas, para los pudientes. Ya no debía haber un acceso igualitario a la salud pública de excelencia. La excelencia debía pertenecer al sector privado que, precisamente, no era ni es igualitario.

El degeneramiento mental de estos funcionarios, sindicalistas, gobernantes y empresarios de la salud fueron tomados de ejemplos hasta la fecha por enanos de espíritu y de la misma calaña, y con ejemplos de conductas y de vida que poco tienen que ver con la ética y la comunidad médica.

Y entonces, no conforme con los espurios intereses económicos que proyectaron para sus propios beneficios, fueron por más y destruyeron el contacto directo médico – paciente, la libre elección del paciente de elegir a sus doctores y la de este en cobrar sus honorarios profesionales. ¿Cómo lo hicieron? Creando resoluciones, leyes e instituciones intermedias con el solo objetivo de entorpecer el derecho individual que posee el médico en el ejercicio de su profesión.

El resultado está a la vista. Desde finales de los 60 hasta la fecha, Argentina tuvo graves conflictos en el área de la salud pública, donde meten manos funcionarios públicos que operan para las corporaciones privadas de salud, empresario de la medicina privada y directivos médicos, accionistas de clínicas y sanatorios.

Este artículo, el primero de una serie que presentará SEMANARIO durante las próximas ediciones, forma parte de una investigación que ayudará a descifrar y a saber quién es quién en el “mundo oculto de la medicina”, donde no solo los pacientes son números e historias clínicas, sino que también atenta contra el trabajo abnegado de los médicos que encuentran continúas trabas al desarrollo de su profesión, y bajo gobiernos obsecuentes que se resisten a cambiar un sistema de salud pública arcaico y obsoleto.

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