jueves 25 de abril de 2024

LOCALES | 4 ene 2018

Tierra de nadie

San Cayetano: vecinos viven encerrados, acosados por la inseguridad y los robos

Presos en sus propias casas y con el temor a ser víctimas de la delincuencia, amanecen los vecinos del barrio, debido a la inseguridad que sufren desde hace meses. Paola Ruciani manifestó que ya no se siente libre y segura; su pequeño hijo ya no puede salir a jugar y su madre vive aterrorizada. Un testimonio que exige respuesta inmediata. Galería de imágenes.


Por: Redacción Semanario

Tapados por los yuyos de la quinta Borchex y varios lotes baldíos, la falta de iluminación efectiva en las calles que se transforman en trampas insuperables los días de lluvia, las ‘juntas’ sospechosas en las esquinas y sobre todo, una presencia policial casi nula, conforman el caldo de cultivo para el accionar impune de delincuentes que desvalijan una y otra casa.

Los vecinos del barrio San Cayetano, delimitado por calles Italia, Primera Junta, Avenida Libertad y Ruta Nº 188, aseguran que no hay prevención, salvo la de ellos mismos que viven encerrados en sus casas. Incluso, sin dormir cada noche, porque deben soportar ruidos, piedras que rebotan en los techos y otros ‘artilugios’ que utilizan los ladrones para determinan si hay gente dentro de la vivienda para poder ‘actuar’.

Los habitantes del sector se sienten ‘vigilados’: aseguran que siguen sus movimientos para poder ingresar a las casas cuando están vacías. ¿Y cómo lo hacen? Se repiten los procedimientos: toman carrera y patean las cerraduras de las puertas hasta poder abrirlas, dejándolas casi destruidas. Y esto pasa a cualquier hora.

Muchos objetos robados se encontraron en la quinta Borchex, un lugar casi prohibido para la policía con pasadizos entre los yuyos, colchones y objetos tirados. La falta de limpieza lo ha transformado en una guarida soñada por los chicos del mal.

Así, en este panorama con el que terminarán el año e iniciarán uno nuevo, los vecinos sueñan con respuestas desde el municipio y una policía que deje de cumplir horario de comercio, para también circular por esas calles después que se pone el sol cada día.

EN PRIMERA PERSONA

La que pone la cara para contar en nombre de sus vecinos es Paola Ruciani (FOTO). Recuerda lo que está pasando y describe cómo se está viviendo. “Hace alrededor de un año atrás que no había ningún robo. Esto empezó hace más o menos ocho meses, el primero fue en la esquina, a un chico de la Policía Local, que le arrancaron la reja y rompieron la puerta para entrar, le robaron todo. Esa gente se cansó y se fue del barrio”.

“Después seguimos con la chica Almada, también policía, le robaron a ella. A continuación, atrás, donde vive el hijo; y pasamos al lado, unos departamentos que se alquilan: entraron por la ventana y se llevaron hasta el plasma”, detalla.

La lista continúa: “Luego pasamos a la esquina de la propiedad de Borchex, un chico que trabaja en la Unidad Penitenciaria, le arrancaron la reja, barretearon una puerta y se llevaron todo”.

“La conclusión que sacamos entre los vecinos del barrio es que los delincuentes están espiando y conocen los horarios, porque todos se dieron en ausencia de los moradores”, asegura Paola.

En los últimos días, aún con las fiestas, hubo más intentos: “El 24 de diciembre le entraron a mi vecino, que había salido porque tenía la madre enferma. Le forzaron la térmica de la luz, pero como tiene alarma le avisó un vecino: alcanzó a venir y evitó el robo”.

Hasta que le tocó a la propia Paola: “El 25 yo estuve todo el día acá, no pasó nada, salí a hacer mandados a las 19 y cuando regresé, aproximadamente a las 21, encontré la puerta destruida”. Se llevaron un teléfono celular, que todavía está pagando, y dinero en efectivo.

LAS ESPECULACIONES

Junto a su vecina, repite: “Acá nos están espiando, estamos al límite del barrio Norte, dividido por Primera Junta, así que nos están mirando desde un cuadrante”, asegura.

Y cuenta cómo se manejan los delincuentes: “En casi todos los casos tuvieron el mismo procedimiento: toman carrera y patean las cerraduras hasta que las rompen, en mi caso destrozaron la puerta entera, que me costó 3 mil pesos, además de llevarse un celular y dinero”.

“También tiran piedras a los techos, para ver si se prenden las luces desde el interior de la casa y así saben si hay o no alguien adentro. También ponen una linterna por la ventana o pasan personas caminando, a los gritos. Son todas las noches con ruido, no podemos dormir, estamos sentadas en la cocina todo el tiempo”.

POLICÍA CERO

“No hay presencia policial en el barrio, llamamos y ni aparecen los patrulleros. Nos dijeron que tendría que andar por acá el Comando de Patrullas y la noche que me pusieron la linterna, llegaron enseguida. Pero no hay patrullaje después de las 23”.

Además, para completar un panorama complicado, está la Quinta Borchex: “llena de yuyos, convertida en tapera, que ya ha motivado reuniones y hasta hemos sacado solicitadas en los diarios pidiendo que lo desmontaran porque tiran ahí las cosas robadas. Había una familia que fue asaltada y en ese lugar descartaron el televisor, que después lo encontraron”.

Paola resume: “El tema de los yuyos contribuye a los robos, además de las dos casas abandonadas donde tiran elementos robados. Este sector necesitaría que pase el patrullero, que haga una ronda, que pasen aunque sea cada tres horas…”.

“Del otro lado de Primera Junta me comentaron que hay una situación similar, hasta con casas que sufrieron tres robos en poco tiempo”, aclara.

Encima, “a la noche no hay luz tampoco en las calles, tenemos esa luz naranja que no deja ver nada, los yuyales no se cortan, la quinta es una tapera, tiene como caminitos, hay colchones, televisores rotos...”.

“También me enteré de otros robos que hubo en la otra cuadra, que una familia estaba en la vereda para Nochebuena y le estaban sacando las cosas por el patio.  Es algo continuo, se ve que hay mucha gente que roba por acá”, dice, con la esperanza de llegar a alguien con su reclamo.

PRESOS EN SUS CASAS

A todo esto, después que oscurece, los vecinos ni siquiera se animan a sentarse en la puerta. “En la plaza hay mucha junta por la noche, y los policías no pasan cuando oscurece. Pasan por la avenida Libertad, pero acá después de las 20 no se puede ni hacer un mandado, hay que encerrarse”, explica Paola.

“Los vecinos estamos viviendo esclavos: no podemos ni salir a hacer mandados. Desde hace un año estamos así. La plaza junta muchos chicos y motos, aparecen al otro día botellas rotas, la Comisaría dice que hay poco personal y que le corresponde al Comando”, remarca.

En su caso, cuenta resignada: “No me puedo mover, porque ya vieron lo que tengo en mi casa. No puedo ir a la pileta a llevar a mi hijo y disfrutar del verano, estamos prisioneros en nuestra propia casa y encima tenemos que pagar las cuotas de lo que compramos y se robaron”.

ESPERANDO HECHOS

Sobre las ‘orejas’ donde dirigirse para hacer el reclamo, Paola señala que “a la sociedad de fomento llamé para ver si podían recibirme si llegaban a encontrar mis documentos, que les avisaran a ellos porque no me quedó celular. Yo no veo que se muevan en la sociedad de fomento, llega el barrio hasta la cuadra donde empieza el barrio Norte”.

“Yo me encargo de ir continuamente a la Comisaría Segunda, le pregunto a la policía si hicieron allanamiento o encontraron algo, me dijeron que iban a hacer porque ya son muchos los casos de robos”, dice esperanzada.

Tras sufrir ella el robo de cada día, “pedí si se podía quedar un policía esa noche porque vivo sola con mi mamá y mi nene chiquito, porque tenía la puerta destrozada, pero me dijeron que no podían quedarse. En la Comisaría Segunda sí me atendieron muy bien, al menos pasaron con el patrullero cada hora, tocando bocina”.

SIN SOLUCIONES

Muchas falencias y reclamos que caen a saco roto, los vecinos vencidos por los delincuentes e ignorados por las autoridades. “Cuando tuvimos una reunión con el concejal (Tolosa Rosini) del señor Intendente, pedimos que se desmontara la quinta de Borchex, pero nos contestó que no se podía dejar felices a todas las personas. En ese momento se ocuparon de una luz que se había roto, y en las calles nos tiraron una tierra amarilla que hasta deja encajado al camión recolector de basura, hay barro hasta las rodillas y no hay ni veredas. Se pidió un mejorado con un cordón cuneta, para poder salir del barrio”.

“Pero no nos escuchan ni nos dan soluciones con el tema del barro, ni la seguridad, ni los yuyos… con nada”, resume Paola, avanzando en la queja pública como la última alternativa.

“En ese momento, antes de las elecciones, llevamos tres manzanas de gente a la reunión, pero no nos escucharon”. Y no hubo respuestas ni soluciones, así que las esperanzas son pocas. Mientras, los vecinos se encierran, se dan una mano entre ellos y rezan para no ser la próxima víctima.

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