viernes 19 de abril de 2024

CULTURA | 6 ene 2018

JUNIN TIENE QUIEN LE ESCRIBA

"Chisme", un cuento de Soledad Vignolo Mansur

En Semanario tenemos la intención de divulgar nuevas (y también experimentadas) voces de la literatura, y en ese desafío hoy te presentamos un texto de Soledad Vignolo Mansur


Colapsado, sin orientación y a punto de desfallecer, Andrés tomó el único atajo posible.

Todo comenzó unos días atrás. Estaba a punto de salir de su oficina cuando recibió una llamada cotidiana. La empresa le pedía que remueva de sus funciones a un contador y que lo transfiera a otra ciudad. “¡Otra vez! –pensó– seguro un desfalco para esconder, un estallido de la bolsa, o un malentendido que puede perjudicar la imagen corporativa”.

Andrés sabía que de vez en cuando esto sucedía y a veces se preguntaba quién se lo diría a él. Hasta ahí, nada nuevo. Colgó. Se montó en el ascensor y comenzó a pensar en lo que haría al salir. De pronto todo comenzó a girar. Las puertas se movían y no se abrían. Los laterales de acero parecían espejos multifocales y el cuerpo una gran coctelera errática que emulaba un Pacífico a punto del tsunami.

“Respirá –pensó– respirá como en yoga. Inspiro… Un, dos, tres, cuatro, expiro… Un, dos, tres, cuatro, cinco, seis. Inspiro…”.

No pudo calmar sus latidos ni sus síntomas internos o externos, no sabía. No podía seleccionar en qué clave estaba. Tal vez era un descenso abrupto e iba a morir. Pero si no lo era, igual moriría porque no podía respirar, transpiraba profusamente y el brazo se le dormía y lo ahogaba como un cordón umbilical.

Nunca creyó que todo eso junto podía sentirse, ni que la vida deparara a un gris oficinista mercantil semejante epopeya. Entre heroico y moribundo logró frenar el ascensor. Pero no le respondía. “¿O sí? –pensó– ¿Me muevo yo o se mueve el mundo? No puedo discernir ni captar algo que me dé una sola certeza, ni un atisbo de prudencia o calma”. Todo seguía titilando y temblando por dentro y por fuera. La sangre se procesaba roja y promiscua en cada sien, y los ojos podían reservarse el derecho a los trescientos sesenta grados sin permiso. Todo era un círculo bamboleante y creativo.

“¿Fui drogado?”, pensó pero enseguida lo desechó, ya que su insignificancia era tal que nadie se tomaría tal atrevimiento. Entonces comenzó a dialogar con algo que le aparecía al lado de su ojo derecho, y que de pronto le comunicó que nada podía hacer, que todo estaba predestinado. Le preguntó si conocía el camino a seguir, y recibió un “no” básico y frugal como respuesta. “Por qué ocurre todo esto”, preguntó.  “Por nada –fue la respuesta–, por nada de nada, como todo lo que ocurre en este mundo de ilusiones vanas. Por nada”.

“¿Cuándo termina?” preguntó, y le respondieron: “Nunca”.

Andrés se durmió cansado y lloroso en un sueño injusto y tolerante donde pudo volver a su magra rutina de despidos y de tensas miradas, hasta el día de su propio final.

Un final que alguna vez nos susurraron al oído.

Perfil de autor

Soledad Vignolo Mansur vive en Junín, es diseñadora (UBA) y gestora cultural (UNMDP). Es secretaria de la Sociedad Argentina de Escritores, filial Junín (2016-2019). Miembro honorífico de la Asociación Latinoamericana de Poetas y Artistas. Ha publicado tres libros: "Ángulos" (2000, editorial Edhespérides); "Sandalias Santas: amor y cerezo (2012, editorial De los Cuatro Vientos), en coautoría con Silvia Campos; y "Una más una" (2017, editorial Rama Negra). Sus cuentos han sido seleccionados en varias antologías, como "Nuestros cuentos", de autores juninenses publicada en 2017 por editorial Rama Negra. En su actividad como gestora cultural ha organizado y participado de múltiples conferencias y eventos.

 

 

 

 

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