Por: Redacción Semanario

Lejos de aquel espacio de reflexión donde los deudos visitaban a sus seres queridos que ya no están, el cementerio del Oeste parece ser la reconstrucción de una película de terror. La desidia en el cuidado de las instalaciones alejó tanto a los visitantes que, hoy en día, parece “tierra de nadie”.

Nada cambia. Siguen pasando los años y las gestiones municipales y todo continúa sumergido en el mismo abandono y mugre de siempre.

Porque no se trata solamente los pastizales que cubren las sepulturas, los montículos de tierra, escombros, baldes con agua y vereditas rotas por todo el predio: de fondo, está el desprecio por todos esos seres vivos que algún día ocuparon un lugar en el corazón de mucha gente y su última morada atenta contra las visitas y el buen recuerdo.

El reclamo de los vecinos es constante. Por cada medio donde tienen la posibilidad de dejar su mensaje, recuerdan las canillas goteando y el aspecto desolador que por lo general ofrece esa necrópolis.

Los senderos, galerías y pasillos parecen una prueba infranqueable para personas con alguna discapacidad física, que se van sumando a escombros, yuyos y basura de todo tipo que circundan a las sepulturas abandonadas.

Muy lejos quedaron las promesas de colocar contenedores de arena y cestos de residuos, y ni soñar con carteles indicativos o una sala de inhumación para familias de bajos recursos.

El cementerio del Oeste se ha convertido en un lugar olvidado. Con todas las almas de seres queridos que allí descansan, es una parte suprimida de Junín por las autoridades municipales.

Lo único que la comunidad reclama es poder acercarse al cementerio del Oeste y encontrar un lugar limpio, prolijo, que brinde las comodidades mínimas e indispensables para poder llevar una flor al lugar en el que descansan los restos de un ser querido.