jueves 18 de abril de 2024

CULTURA | 29 ene 2018

JUNIN TIENE QUIEN LE ESCRIBA

"Marietta", un texto de Patricia Rosales

Hoy te presentamos un relato de Patricia Rosales (“Marietta”), quien arrancó escribiendo para sus nietas y participó de los talleres de escritura del PEPSAM (UNNOBA).


        No era un domingo más. Era un día sumiso, sometido a nubarrones que antelaban la lluvia y la vida. Las sábanas flameaban del tendal que cruzaba el patio de pared a pared bajo la protección de la violácea Santa Rita.

        Allí, refugiada entre la ropa, Marietta, con sus dedos nerviosos, destripaba su muñeca. Calaba desde lo profundo arrancando de raíz las vísceras de estopa. Sus lágrimas bajaban de sus ojos ondulando en las mejillas para finalmente desembocar en la chata cara de tela.

        Ayer nomás ella danzaba con su amiga de trapo al compás de un vals imaginario disfrutando de esa pequeñita felicidad permitida.

        La galería lucía descolorida aun atiborrada de alegrías del hogar irónicamente florecidas. Tres piezas "chorizo" desembocaban en un amplio comedor.

        Adentro don Giuseppe Costantino, el padre, jefe de la familia, conversaba vigorosamente con su amigo Carmelo embarcados en una animosidad diferente. En tanto una esposa servil y comedida iba y venía a la cocina paseando bandejas repletas de rodajas de salame, queso y aceitunas.

        Se conocían desde siempre. Eran paisanos. De Siracusa, un pueblo perfumado por el Mediterráneo.

        -¿Y, compadre ? ¿Siamo d’ccordo?

        Carmelo caminó lentamente alrededor de la mesa hasta alcanzar la cabecera. Miró a su compadre, levantó sus cejas tupidas y exclamó:

        -¡Siamo d’accordo!

        -¿Sei sicuro?

        -¡Ma qué dice! ¡Sono sicuro!

        -¡Bene ! ¡La parola é la parola!

        -¡Molto bene! ¡La parola e sacra!

        -¡Amico questo non si parla...! -dijo el padre tratando en vano de apaciguar su vozarrón.

        -Los hombres seguían hablando y riendo. Con esas risas compulsivas que terminaban inevitablemente en una imparable tos perruna.

        Sin dudas era un festejo del que nadie más de la familia participaba. Ellos seguían a boca llena consumiendo comida y tiempo, mientras que el resto de la casa, espectador ausente, permanecía en silencio contemplando la escena.

        Giuseppe con la mirada fulminante levantando el mentón y en ademán conocido indicó buscar a Marietta.        Las hijas mayores y su esposa se escurrieron torpemente hacia el patio, como animalitos asustados ante un peligro inminente. Afuera el cielo negro hablaba su tristeza.

        Allí la encontraron, en el mismo rincón, acurrucada debajo de la inmaculada sábana.

        La joven, la última de las hijas, con la mirada perdida se hamacaba maternalmente sosteniendo sobre el pecho la muñeca desgarrada. Las mujeres la levantaron temerosamente como si también ella se pudiera romper.

        Sumando sus quebradas voluntades, mojadas con gotas de lluvia y de llanto, la arrastraron hacia el comedor. Y así llegaron, devastadas, hasta los hombres.

        Ellos continuaban inmersos en su momento. Sellando el trato chocaban una y otra vez sus copas derramando lujuriosos el aperitivo ideal para aquel paisano cincuentón que humedeciendo su cano mostacho recibiría gustoso a la prometida, a Marietta, en su cumpleaños número catorce.

Perfil de autor

Patricia Rosales es ama de casa y tiene un emprendimiento de lavandería. Comenzó escribiendo para sus nietas pequeñas, luego decidió participar de los talleres de escritura de PEPSAM (UNNOBA). A partir de allí, descubrió una pasión.

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