viernes 29 de marzo de 2024

OPINIÓN | 1 feb 2018

UN EXTRANJERO EN JUNÍN

Una linda bienvenida


Por: Xavi Álava

He vuelto. Decidí anticipar mi retiro de un par de meses en Álava para retornar a mi nueva tierra. He llegado a Junín luego de soportar el primer cachetazo que me ha significado el paro de maleteros en Ezeiza y la pérdida de mi maleta, hoy recuperada, abierta y con faltantes.

Pero eso no importa. Aquí estoy, dispuesto a comenzar un nuevo año cargado de proyectos, aventuras y desafíos.

El primero de ellos deberá esperar. La bici que había comprado antes de partir me la han pillado. Parece que unos tíos han ingresado por los fondos y arrasaron con casi todo. Se ha salvado mi tortuga, tal vez por silenciosa y apática.

Así que, sin mucho que lamentar, me dispongo a retomar mis rutinas. Una de ellas, es el deporte y disfrutar del aire libre.

Atleta de corazón, con voluntad y excesos de abdomen, me  sobrepongo a tanto infortunio y, luego de atarme los cordones, la emprendo en ese sitio absolutamente maravilloso, que ustedes denominan pomposamente “Pista de la salud”.

Sitio ideal para despejar ideas y mejorar el cuerpo.

Hombre, podrían cambiarle el nombre, pues unos bichillos me han picado y me han quitado las ganas de seguir. O al menos me la han enronchado... Cientos de picaduras pequeñas que, parece, son mordeduras de algo parecido a una mosquilla, que no parecen ser como las otras moscas, que van a la mierda. No. Estas enfilan a pantorrillas, brazos, cuello y lo que se les ocurra pueda servirles de comida.

Cruzo un vehículo menor, una especie de Van roja que despide humo y me ha tapado. Desconozco si ello es tóxico, pregunto y el señor de anteojos oscuros, cortante, me explica que están fumigando contra ellas. Hombre, prefiero las picaduras. Aparte, parece que ni “mu” porque siguen por ahí.

Me han aconsejado que consulte -por las dudas- y bueno, acá estoy esperando en un hospital que los locales llaman “HIGA”. Llevo unas dos horas porque parece que los médicos de guardia están discutiendo con unos chavales tatuados, a puro grito pelado.

Luego de ello, con la puerta entreabierta y en un pequeño consultorio descascarado y con poca luz, el facultativo me explica que no ha sido nada, ‘no son tóxicas’, me dice… Bueno, buena noticia, pero pica como mierda.

Hago un rápido repaso de mi corta estancia en Argentina y pienso que con estas pocas horas que llevo, es como si hubiera vivido dos veces una vida con un montón de hechos impredecibles.

Se los cuento a Paco, María y Xavi. Yo contento, como una aventura. Desde el otro lado de la línea, allá lejos escucho que me gritan. "Chaval, pues déjate de aventurillas y regresa".

No van a convencerme.

A la comodidad de aquella tierra no le conocen el esfuerzo ni la pasión de los argentinos. Y por lo visto, parece que tampoco la impericia, el olvido, el desinterés, y la apatía de algunos funcionarios y organismos.

Hoy, por caso, fui a Tribunales a certificar una firma y descubrí que en enero aquí no trabajan. Aquí le denominan feria y es algo parecido a una verdulería pero sin tomates ni lechugas. Y no hay caso. Ni guardia han dejado.

A esta ciudad la denominan "Ciudad de Turismo", un lindo slogan, pero con algunas carencias. Una de ellas, es que en el balneario municipal no tienen ambulancias o cumplen sólo un horario, como si las desventuras o imprevistos tuvieran minutos de oficina. Increíble, pero real. Pasó, pasa y ¿pasará?.

Parece que eso que prometieron distintos políticos que el Estado debía desprenderse de lo superfluo para concentrarse en salud, educación y seguridad, todavía está muy lejos de cumplirse. Ir al Hospital, contar los robos y descubrir que a diez kilómetros, donde la gente va a disfrutar de un día de esparcimiento, no cuenta con servicio de emergencias, es casi –casi- un despropósito.

En los periódicos leo que prometen más carreteras, pero el tren parece que viene más lento. ¿Podéis creer? Un territorio tan amplio como éste, todavía depende de unas carreteras que prometen cumplirlas en algún tiempo.

Es una pena que teniendo tantas maravillas geográficas, sin cataclismos naturales o flagelos humanos como el terrorismo, por ejemplo, este país y esta ciudad aún carezca de grandeza.

Es sencillamente inexplicable. ¿Serán algunas miserias de los argentinos, empeñados en imponerse sobre el otro, sin importar el interés general? Vaya uno a saber.

O tal vez sea yo, que no tengo nada de qué quejarme si después de todo, soy un simple extranjero al que le robaron la valija, lo retuvieron en un piquete, le han pillado la bicicleta y lo han machacado unos bichillos que por aquí llaman barigüí, y que ha visto un hospital casi en ruinas, con mugre, en apenas una semana de paseo.

Y aunque Paco, María y Xavi insistan, no me moveré. Me han dicho que este país está condenado al éxito y yo les creo.

Hay muchas cosas que me dicen que aquí, uno puede ser feliz.

Le cuento esto a Paco, me grita que estoy loco y me cuelga.

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