jueves 28 de marzo de 2024

CULTURA | 10 feb 2018

JUNIN TIENE QUIEN LE ESCRIBA

“Manuela”, un cuento de Mario Ganci


Con las tetas grandes, llenas, bien firmes a primera vista y llevadas allí adelante destacándose como diciéndole al mundo: ‘apártense que estoy llegando y los hago pedazos’.

Me tenían encandilado, ¡qué tremenda sabiduría la naturaleza! Creo que las idealicé tanto como pude hasta tenerlas en mis manos. ¡Qué festival de los sentidos! Por fin pude acariciarlas, como un diamante intervenido por un experto joyero. Ni decir lo que disfruté cada caminata junto a Manuela, ya que miraba de reojo con orgullo macho a los tipos que babeaban al verla colgada de mi brazo. Yo tenía que disimular la sonrisa y ella preguntaba de qué me reía.

¡Qué linda yegua! Creo que el Barba me hizo sufrir más de una vez, pero cuando me aflojó la soga del cuello, me dejó acceder a un par de premios muy interesantes. ¡Bruta hembra Manuela!

Pensar que cuando íbamos al colegio daba asco verla, no parecía una nena, parecía un humano unisex de corta edad. Pero la guacha se comenzó a desarrollar a los doce con una velocidad asombrosa. Los putos de quinto siempre le decían algo y ella se ponía colorada, pero le hacía gracia la novedad. Claro, en esa época no se corría peligro como ahora, que cualquier idiota falopero te caga la vida en dos segundos.

Siempre flaquita con la silueta justa, la ropa juvenil, suelta, informal. Un toque de timidez que le sentaba perfecto en su cara de ángel. Manuela se llevaba todas las miradas y no te devolvía ninguna.

Me acuerdo cuando mi viejo un día me vio con ella, me puso los puntos: que cuidado con lo que hacés, no te pasés de rosca, cuidala y cuidate, no la perjudiqués gratuitamente, que no te quede embarazada que sos muy pendejo aún, y un montón de recomendaciones más. Él se hacía cruces de pensar que le metía un crío y a los cuatro o cinco años me cansaba, y todo se iba a parar a la mierda. Pero esa la tenía clara, yo siempre pensé que un día se iba a calentar con uno más grande, que la llenara de fantasías, con auto, viajes, regalos y la abrochara como amante mantenida. Estaba perfecta para eso, tenía todos los atributos y los números.

Pero no. Siempre fue sencilla, delicada, soñadora lo justo y necesario. Nunca fue ninguna estúpida, sabía dónde estaba el peligro y lo evitaba con cierta astucia.

Además yo la atendía casi a diario, y Manuela se daba todos los gustos, no se privaba de nada, el amor la envolvía hasta dejarla exhausta y agradecía con una sonrisa satisfecha, antes de dormirse acurrucada en mi pecho; a la vez que mis manos la recorrían ávidas de cubrirla toda completa, hasta quedarme dormido también.

¡Qué lo parió! ¿En qué momento ocurrió? Si hace menos de siete años que dejamos de vernos, cuando me fui a España. Y ahora me encuentro con este panorama. Manuela no me reconoció, quizás porque venía muy ocupada con su acompañante. No me cabe en la cabeza, ¡qué desperdicio! Contame, ¿cómo fue que se le dio por las minas?

Perfil de autor

Mario Ganci nació en Capital Federal en 1954, pero es ciudadano de Junín desde el primer año de vida. De profesión desarrollador informático, con más de treinta años de trayectoria. Descarga en la escritura la cuota de creatividad que no puede expresar en la actividad laboral. Escribe desde fines de la adolescencia por periodos que fueron cambiando de estilo y temáticas. Poesías, ensayos simples, y en los últimos años también cuentos.

Publicó su opinión sobre política y actualidad en los diarios locales en reiteradas oportunidades, al igual que en un boletín partidario de Junín.

 

 

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