martes 23 de abril de 2024

LOCALES | 11 feb 2018

MANEJO DEL AGUA en junin

La laguna de Babel

El sistema de encadenadas de nuestros espejos de agua tiene variados interesados en lo que se refiere a su caudal. La falta de conocimiento pone en riesgo el patrimonio natural.


Por: OMAR MERAGLIA

Cada vez que llueve o que no llueve, se abren aburridos debates acerca de nuestra laguna. En verdad, Junín posee no una laguna sino un sistema de encadenadas que involucra a la Mar Chiquita, compartida con el partido General Arenales, la laguna de Gómez y la casi olvidada en los debates, El Carpincho.

Muchos, casi todos, son los que hablan de “la laguna”, pero según el caso se expresan en distintos idiomas, porque lo que se opina es por lo general en beneficio del opinante.

Lo cierto es que tenemos un sistema lagunar que, según cada quien, debe cumplir un determinado objetivo.

Entonces para los productores agropecuarios que ven acotada la superficie productiva de sus tierras, la laguna debe ocupar su mínima expresión, incluso si no existiera sería mejor.

Para los pescadores se debe mantener con suficiente agua para que las especies ícticas tengan la posibilidad de reproducirse y evolucionar de modo tal que les permita buenas capturas.

También para los adeptos a los deportes náuticos es mejor un espejo de agua bastante caudaloso y no uno un líquido pastoso y pegoteado.

Los turistas o visitantes locales, por su parte, pretenden pasar un rato agradable y con buena vista hacia las aguas lo cual seguramente les dará una sensación de relax.

Para el Estado, lo importante es que las lagunas no causen problemas y que no se quejen los chacareros, la pesca sea buena, que no haya mortandad de peces, los bañistas tengan donde refrescarse un poco en verano y principalmente si llueve no desborden.

Al igual que los pueblos, las lagunas no generan votos si las atienden mal, pero se corre el riesgo de perderlos si las lluvias arrecian y aparecen las inundaciones… sobre las zonas urbanas.

En consecuencia, tenemos tres lagunas que sirven para que algunos funcionarios se entretengan delirándose con proyectos extraterrestres, los concejales discutan banalidades, los productores agropecuarios se quejen, los pescadores pesquen algo a veces, los bañistas se pegoteen y embarren y los turistas se aburran.

Y todos ellos opinan de modo distinto, por lo que nadie logra ponerse de acuerdo acerca de para qué tenemos tres lagunas y qué hacemos con ellas.

Qué hacemos con ellas cuando tienen agua de sobra, porque cuando no la tiene a nadie le importa aunque sea importante, tal como veremos.

CÓMO VALORAR LAS LAGUNAS

En primer lugar, es necesario desterrar el mito de que el intendente de Junín, Pablo Petrecca, es el responsable de manejar las compuertas y en el caso de que lo hiciera, podrían caer sobre él innumerables demandas por impericia.

Petrecca es, simbólicamente, el presidente del Comité de Cuenca, un ámbito donde algunos funcionarios con poco conocimiento operan en consecuencia ocupándose poco y nada de las cosas que realmente hacen falta. Y por tal motivo, la laguna de Babel sigue sin lograr aunar criterios.

Las lagunas de la Provincia de Buenos Aires tienen como característica principal la forma plana de su cubeta por lo que dejarlas derramar en época de sequía podría ser contraproducente.

En la provincia se han relevado un total de 1429 lagunas, de las cuales 525 son permanentes y cuya longitud máxima es igual o mayor a los 500 mts.

Las quejas de los productores agropecuarios no tienen demasiado sustento desde el punto de vista ecológico, pero ya se sabe de la presión que han ejercido desde Abel Miguel, hasta Petrecca, pasando por Mario Meoni.

Asimismo y a fuerza de que se molesten por las opiniones habría que recordarles que han sido los primeros en trazar canales clandestinos, generando un verdadero caos del manejo de las aguas en distintos cursos bonaerenses desde la década del 90, muchas veces con la anuencia de los respectivos intendentes.

DESTRUCCIÓN SISTEMÁTICA

En su trabajo “La destrucción morfológica y biológica de los arroyos pampeanos”, la especialista Claudia Feijoó señala que la cuenca del Salado alberga una gran diversidad, incluyendo 43 especies de mamíferos, 247 de aves, 26 de reptiles y 18 de anfibios, y tiene un buen estado de conservación en su tramo inferior, aunque se pregunta si la obra del Plan Maestro contempla y evalúa con precisión el impacto que tendrán sobre la calidad ecológica del río.

Puntualiza Feijoó que “los ríos pampeanos presentan una gran variedad de habitats diferentes en sus llanuras” y que “el aislamiento del cauce principal produce la desaparición de los ambientes acuáticos aledaños, reduciendo la biodiversidad de la cuenca”.

Añade entonces que “la construcción de represas uniformiza el caudal. La variabilidad en la magnitud y frecuencia de las crecientes suele ser esencial para el ecosistema fluvial, dado que permite la exportación de materia orgánica aguas abajo, la conexión con los ambientes acuáticos de la llanura de inundación que pueden ser entonces explotados por diversos organismos, y la supervivencia de especies que requieren un caudal variable para su alimentación y/o reproducción. La modificación del régimen natural de caudal influye directamente en la estructura y funcionamiento del río, afectando su biodiversidad y su integridad ecológica”.

Asimismo, debe tener en consideración la importante pérdida de funciones accesorias. Una función que cumplen los ambientes acuáticos asociados al canal principal es la de actuar como zonas de retención temporal del exceso de agua acarreado por las crecientes. Con la canalización se pierde la conexión con esta “esponja” natural y aumenta el riesgo de inundación aguas abajo.

Por otra parte, en los sedimentos de arroyos se produce la conversión del nitrato disuelto en el agua en nitrógeno gaseoso a través de un proceso bacteriano denominado ‘denitrificación', con la consiguiente mejora de la calidad del agua. Se ha observado que con la canalización se reduce la capacidad de la red fluvial para cumplir esta función.

DOMINIO PÚBLICO

A pesar de que el Código Civil indica que la propiedad de los cuerpos de agua es de dominio público, los propietarios de los campos aledaños tienden a considerar a los arroyos como propios, produciéndose una virtual privatización de las riberas.

En las zonas rurales, la vegetación de las márgenes suele ser degradada por el pisoteo del ganado o directamente reemplazada por cultivos o especies forestales.

Debido a las amplias ganancias que generara la actividad agrícola los cultivos llegan hasta el borde mismo de los arroyos eliminando la banda de vegetación natural presta muchos servicios.

A su vez, la forestación altera la estructura y funcionamiento de los ecosistemas de arroyos.

Los principales efectos de estos cambios en la vegetación son:

1) pérdida de especies autóctonas

Las áreas naturales ribereñas actúan como refugios para la flora y la fauna, y su desaparición conlleva la pérdida de las especies asociadas a las mismas. Por ejemplo, el coipo o nutria (Myocastor coypus) en la Pampa Ondulada vive en arroyos con valles aluviales amplios y donde el uso de suelo está restringido a la ganadería. La fragmentación o destrucción de estos ambientes por la expansión de la agricultura puede llevar a la extinción local de las poblaciones de coipos y provocar su posterior desaparición

2) aumento del riesgo de contaminación por agroquímicos

Llevar los cultivos hasta el borde de los arroyos aumenta la posibilidad de contaminación por plaguicidas y herbicidas, y el riesgo para los organismos acuáticos. Trabajos realizados en la provincia de Buenos Aires han demostrado que el mayor impacto del cultivo de soja sobre los arroyos está asociado a la llegada de plaguicidas a las aguas, y sugieren que este impacto puede ser mitigado mediante la presencia de bandas de vegetación natural bordeando los arroyos

En conclusión, es importante comenzar a delinear diferentes modos de participación ciudadana para concebir un ámbito lagunar a partir de un debate en el que se integren todos los sectores y no sólo se lleven a cabo las propuestas ejercidas por los grupos de presión.

Todo ello no hará más que sanear las manifestaciones democráticas y de paso, tal vez, se puedan coordinar acciones para que las lagunas juninenses no sean una carga para el Estado y algunos sectores, sino un lugar de valor comunitario que pueda ser aprovechado por la mayoría, incluso como desarrollo de la economía regional, algo que suena –por ahora- a utopía.

 

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