martes 23 de abril de 2024

CULTURA | 3 mar 2018

JUNIN TIENE QUIEN LE ESCRIBA

"El padrino de la boda", un texto de Silvia Terribile


Valeria se sentía estallar con esto de que faltaran solo diez días para su boda. A pesar de la medicación que tomaba, su trastorno de personalidad diagnosticado desde la infancia le jugaba una mala pasada. Irritable y torpe, llevaba media docena de vasos rotos en lo que iba del día, a punto tal que decidió por su cuenta aumentar la dosis de ansiolíticos habitual, motivo por el cual pasaba de la euforia a la depresión en cuestión de segundos.

Esperaba la llegada de Rogelio, su hermano, seis años mayor, quien tenía una relación demasiado estrecha con su madre, lo que motivaba una situación de desigualdad muy notoria entre ellos. “Todo para él”, refunfuñaba entre dientes Valeria, cada vez que oía repetir a su madre: “escuchá a tu hermano”. Estaba harta de escuchar, aceptar, agachar la cabeza y hacer lo que ellos disponían para su vida.

Rogelio llegó poco antes de las nueve. Traía media docena de facturas de dulce de leche. Sabía de sobra que a su hermana no le gustaban, en fin, ya estaba acostumbrada a partir la factura en pequeñas partículas tratando de separar la masa del dulce. En la otra mano, una enorme caja, “un electrodoméstico –pensó Valeria– otro para mi colección de manuales del usuario”. Tenía por costumbre coleccionarlos, los leía en detalle, a punto tal de obsesionarse con algún punto para terminar denunciando al fabricante ante alguna entidad de defensa del consumidor por considerarlo perjudicial para su salud.

Un microondas, para qué quería ella un microondas. Seguro se complotaron con su madre para arruinarle la boda, supuso, aunque agradeció a su hermano el presente. Desde ese momento no pudo más que comenzar a leer minuciosamente el manual  de uso y prestar mucha atención al punto aquel que era su favorito, “advertencias”. Allí, con letra un poco más pequeña, hablaba de otros efectos secundarios: Hipertensión, migraña, mareos, pérdida de memoria, trastornos de la atención, mal humor frecuente, depresión, dolor de estómago, ansiedad, pérdida de cabello, apendicitis, daños cerebrales, cardiopatía.

Ante semejante catarata de datos, Valeria quedó convencida de que su madre y su hermano intentaban algo siniestro. Sus manos estaban sudorosas, no podía controlar su malestar, crecía su ira pensando de qué manera la iban a sacar del medio.

Imaginó miles de formas diferentes de muerte. Su hermano tal vez la eliminaría durante el trayecto al altar y diría a todos que solo se trató de un accidente, o su madre la invitaría a cenar la noche anterior y allí ambos ejecutarían el plan, también podrían contratar a alguien que hiciera el trabajo por ellos para quedar libres de culpa y cargo.    

Aquella noche solo pudo dormitar a pesar de haber tomado tres pastillas más de las que acostumbraba. Sufrió las peores pesadillas, se vio devorada por aves carroñeras que su hermano soltaba dentro de su casa mientras su madre lo alentaba aplaudiendo su genial idea, más tarde soñó que su cuerpo se consumía poco a poco en el altar hasta quedar solo un conjunto de huesos erguidos delante del cura, mientras que las órbitas de sus ojos colgadas de la cavidad de su cráneo observaban, antes de rodar por el piso, un frasco de veneno en el bolsillo derecho del traje del padrino.

Apenas pasadas las siete de la mañana llamó a Rogelio, le rogó que la ayudara con el funcionamiento del microondas, que no lograba calentar el café. Él no se hizo esperar, poco antes de las ocho llegaba a prestarle ayuda.

“¿Cómo un simple café puede causar tanto problema?”, Rogelio hizo hincapié en el desequilibrio de su hermana y la incitó a ver otra vez a su psiquiatra antes de la boda, para reforzar su medicación.

-¡Acá lo tenés, acá lo tenés a tu maldito microondas! -gritó enfurecida Valeria mientras sostenía en su mano una taza con café helado.  

-Tranquila, esto es simple, colocamos la taza, cerramos la puerta, le damos temperatura y en segundos tenemos este delicioso café.

Rogelio bebió la infusión de un solo sorbo. Cuando la policía interrogó a Valeria a los pocos minutos de retirar el cadáver, ella solo atinó a decir: “lean la letra pequeña, lean la letra pequeña, allí está la explicación”. 

Perfil de autor

Silvia Terribile nació en Junín en 1970. Amante de la literatura española, en especial de la poesía. Participó de talleres literarios en Extensión Cultural (UNNOBA). Este cuento fue escrito en el marco del taller de escritura “Cuatro bodas y un funeral”, organizado por editorial Rama Negra.

OPINÁ, DEJÁ TU COMENTARIO:
Más Noticias

NEWSLETTER

Suscríbase a nuestro boletín de noticias