jueves 25 de abril de 2024

LOCALES | 22 may 2018

INSEGURIDAD VIAL EN JUNIN

Control Ciudadano: tarea difícil

La gestión de la flamante Subsecretaría, conducida por Mario Olmedo, comenzó el mismo día en que el joven Gonzalo Artero murió arrollado por un camión en Intendente de la Sota y Belgrano. En los primeros meses del año se registraron cinco víctimas fatales.


Por: Semanario

La vida de Gonzalo Artero, de apenas 22 años, se convirtió en la quinta pérdida del año en las calles más peligrosas del mundo, las de Junín.

Acá no hay respeto por la vida propia y menos aún por la ajena, no existe conciencia sobre las normas de tránsito y la necesidad de observarlas y rige en todo momento la ley de la selva: pasa primero el más fuerte y el más audaz.

Muchas veces, en estas esquinas descuidadas, colisionan dos que se creen con prioridad y terminan pasando las desgracias. Aunque la crónica periodística haya perdido interés por los cientos de accidentes que se suceden cada mes, lo cierto es existen y reflejan un modo de vida: el juninense.

En todo este panorama que se viene repitiendo desde hace años, se suma la inacción y la incapacidad de los funcionarios de este nuevo gobierno municipal, que hace casi dos años y medio que no atinaron a tomar una sola medida adecuada.

En los últimos días, apenas llegadito de Estados Unidos donde el intendente Pablo Petrecca fue a instruirse sobre cuestiones agrarias, se conoció la noticia del primer movimiento en su gabinete. Y justamente le tocó al área de tránsito, de la que ya había desertado el bombero Eduardo Naya, que pasó sin pena ni gloria (en realidad, con mucha pena).

Desde ahora, la solución arranca con un pensamiento mágico: Cambiemos le cambió el nombre a la dependencia municipal. Ahora es “Control Ciudadano” (?) y al frente estará el ex policía a cargo de la Caminera de Ruta 7, Mario Olmedo.

Habrá dos ramas, como hasta ahora: tránsito e Inspección General. O sea, nada nuevo.

NADA NUEVO

Si nos vamos a llevar por señales, la gestión arrancó el mismo día en que Artero perdía la vida y otros dos, que viajaban en la misma moto, quedaban gravemente heridos al chocar contra un camión cisterna, poco después de la medianoche del 8 de mayo, y en una zona por lo general liberada de controles y presencia policial.

Y en sus primeros pasos, Olmedo mostró que no inventó nada: anunció que pondrá énfasis en la educación y el control del tránsito. Cuestiones que nunca nadie había pensado antes.

El tema será el andar. Que no sigan las persecuciones a los laburantes a ver si les falta o se les venció algún papelito, y lo que se espera es mano dura con los que realmente trasgreden las normas poniendo en peligro la vida de los demás. Léase: cruzar semáforos en rojo, usar las motos de colectivo, andar en contramano, parar en doble fila, exceder la velocidad, no respetar el paso del otro... o sea, lo que verdaderamente hace al tránsito desordenado y peligroso que tenemos hoy en Junín.

Será difícil la tarea. No hay demasiados agentes de seguridad vial, los pocos que se ven tendrán que hacer multas por la falta de estacionamiento medido y los que sobren se pararán en alguna esquina, acompañados de policías, en las tradicionales trampas caza-bobos. A pesar del entusiasmo que pueda albergar Olmedo, nada parece indicar que algo vaya a cambiar.

Lo que sí se transformará será el espacio físico de la Agencia, que ahora estará ubicada casi en las vías de Primera Junta, en un edificio que pertenecía al predio ferroviario, lindera al ex Campito Sánchez.

Ahí también se cobijará Naya, que ni lerdo ni perezoso, se quedó con la parte más fácil que es Defensa Civil: ‘coordinar’ tareas ante la aparición de casos extraordinarios o catástrofes naturales. Esto significa que la mayor parte del tiempo estará ahí en su oficina, haciendo la plancha.

LA AMBULANCIA

Calles Mitre y Coronel Suárez no parece ser un territorio hostil, cuando desde la empresa de emergencias se quejan porque son atacados por vecinos. Casi pleno centro, apenas iniciada la madrugada del domingo pasado, una moto fue a parar contra los vidrios de un negocio: una chica con lesiones de consideración.

La ambulancia de Intermed, la empresa que tiene monopolizado el servicio de emergencias en la vía pública, tardó más de 40 minutos en arribar.

Este es otro punto a considerar cuando hablamos de tránsito juninense: debe haber un servicio acorde a la cantidad de llamados diarios por accidentes que se producen en la ciudad. No pueden faltar ambulancias ni médicos. No puede haber demoras porque en estos casos, hay vidas en juego.

SIGUEN LOS CAMIONES

Otro desafío para Olmedo serán los camiones en el casco urbano. Este año, una mole de gigantescas proporciones avanzando por calles céntricas ya provocó la muerte de una joven.

Pero el tema no quedó ahí: los camiones siguen circulando y aunque desde el municipio se aseguró que hay control, verlos a diario por cualquier calle donde su circulación está prohibida, desmiente esas palabras.

Por eso, para seguridad de todos y aún a riesgo de romper el negocio de algunos, el nuevo funcionario de “Control Ciudadano” tendrá que poner manos a la obra. ¿Para qué hay cámaras por tantas calles si ni siquiera pueden advertir estas enormes presencias?

EN DEUDA

Por ahora, sin transporte público y arrancando con la construcción de las garitas para los pasajeros de futuras líneas de colectivos en la ciudad, el gobierno de Petrecca sigue en deuda.

Esas lindas cebritas que adornaron su campaña electoral no siguieron alentando la educación vial ni la señalización de las calles ni el respeto por las líneas peatonales.

Es que es más fácil prometer que realizar, parece. Al menos en tránsito, dos años y medio después, es lo que muestran las calles juninenses.

LAS OTRAS VICTIMAS DE 2018

Ni siquiera alcanzó a terminar el primer mes del año y el conteo doloroso se abría con la muerte, el lunes 15 enero, de Paula Aguilar, de 19 años de edad, hija del locutor Gustavo Aguilar, quien fue arrollada por un camión en Vicente López y Planes, entre 12 de Octubre y Coronel Suárez.

Cinco días después, el sábado 20 de enero, a la madrugada, Lidia Oviedo, de 71 años de edad, falleció al ser embestida por un motociclista de 16 años de edad, que hacía willy, en Rivadavia y Dulbecco.

Juan Betros, de 24 años de edad, murió el 12 de febrero en el Hospital Interzonal Abraham Piñeyro donde se encontraba internado en terapia intensiva tras protagonizar un accidente de tránsito en la esquina de San Martín y Rivadavia. Conducía una moto Yamaha 250 cc.

El 14 de marzo, Vanina Soledad Garay, de 21 años, falleció en el HIGA luego de haber sufrido un accidente el 25 de enero en una de las calles del barrio Cerrito Colorado, después de haber perdido el control de la moto que manejaba.

El gran fracaso

Por Luciano Canaparo. Los argentinos se matan más que la mayoría de los ciudadanos del mundo motorizado porque se creen invulnerables. A nadie se puede privar del derecho de agarrar su autito o motito tuneada y reventarla contra un poste a 150 por hora: hacerse moco a esa velocidad, un destino bien macho y argentino. El problema es que, en general, se las arreglan para enganchar a algún incauto y, entonces, pasan de suicidas a asesinos, y asesinan mucho más que los delincuentes.

Hay más razones, obviamente. Se puede hablar del parque automotor deteriorado que no ofrece las condiciones necesarias de seguridad. Se puede hablar de las rutas concesionadas que no ofrecen las condiciones mínimas de seguridad. Se puede hablar del estado deteriorado que no enseña qué sí se puede hacer, y por qué habría que hacerlo. Se puede hablar, pero si tuviéramos en cuenta eso y actuáramos en consecuencia, las consecuencias de todo eso darían otros resultados.

Las cuentas de muertos en las rutas y calles argentinas son aterradoras. Los accidentes son la principal causa de muerte de menores de 45 años – la primera causa de muerte de los jóvenes en Argentina- y siguen subiendo.

Las cifras son solo la confirmación de lo que se ve todos los días: cuando voy por una ruta y el momo/a de turno me pega el coche atrás y me torea porque considera que ir a la velocidad permitida es una pérdida de tiempo, y una estupidez y una muestra de cobardía, o cuando un furioso/a pistero me pasa por la derecha a 170 para mostrar que a él nadie le gana, o cuando un mamerto entra en una bocacalle por la izquierda a 60 sin mirar a los lados porque es macho o idiota.

Y como si fuera poco, las rayas blancas, convención universal, ya no garantizan nada, porque los pactos que solíamos llamar civilizados no están muy de moda últimamente. El problema es que esas convenciones –esas reglas- son maniobras defensivas para ir tirando, para garantizar cierto grado de supervivencia. Pero si no las ponemos en marcha, estamos en el horno –porque matar, ahora, es más fácil que nunca. Es raro que andemos armados todo el tiempo y se necesita mucha civilización para atenuarlo. Está más que claro que no la tenemos. Por eso, entre muchas cosas, manejamos como manejamos. Hasta se podría decir que somos como manejamos: una manga de pelotudos que nos creemos los más vivos, los invulnerables. Que nos creemos que, como este país maravilloso, estamos condenados al éxito y que, por más bolucedes que hagamos, vamos a terminar bien. Que somos incapaces de pensar las consecuencias de nuestros actos. Así nos lanzamos a la muerte con el placer de los bobos. Mientras sigamos manejando así, confirmamos lo que ya sabíamos: que la culpa es nuestra. No digo la culpa de los accidentes, digo la culpa en general: si así manejamos los autos que tenemos, cómo no vamos a manejar así el país que nos va quedando.

 

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