sábado 20 de abril de 2024

OPINIÓN | 2 jun 2018

MIRADA EXTREMA

Darse cuenta

La ineptitud política de varias generaciones de gobernantes al no generar fuentes de trabajo genuinos, desde lo local a lo regional, y esperar que todo llegue desde la gobernación o el estado nacional, es también parte del problema que nos asiste.


Por: Andrés Rissolo

Cuando todo hacía parecer que Junín había entrado en el candelero nacional, según lo anunciaba con pompas el Director de Turismo y Cultura municipal, Luis Bortolato, la llegada del Ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires, Cristian Ritondo, la semana pasada, súbitamente retrotrajo la imagen de la ciudad del lugar de esplendor donde había surgido algunos minutos antes, al hondo bajo fondo donde hasta lo impensable sucede.

Ritondo arribó junto con toda su comitiva para coronar los resultados de un operativo policial, de características extraordinarias, por el monto del botín y sus implicancias. La modalidad delictiva desplegada desde nuestra ciudad al país conmueve ya que no guarda precedente en el modo de actuar de los implicados. El ingenio y la destreza puesta de manifiesto por los delincuentes nos ponen en la cima de la maldad y de la crueldad aplicada a las víctimas. Lamentablemente, nos cuesta muchísimo, dar a luz algún hecho que supere la mediocridad reinante.

Desde hace mucho tiempo, nuestra ciudad llega a los noticieros nacionales por ser sede de infaustas noticas que, desgraciadamente, están vinculadas con hechos por demás de ignominiosos, que si bien no reflejan a la sociedad juninense, si, y por su desagradable repetición, arrastran la imagen de la ciudad la que perjudica en forma inconmensurable.

Por caso, qué empresario elegiría una ciudad donde una niña fue vulnerada y luego asesinada, o que una señorita fuera brutalmente violentada con 16 puñaladas y la justicia se excusa por no determinar un fallo. Otra cosa que no pasará desapercibido es que, en esa sociedad, se maneje a sus anchas una superbanda con kilos de oro en su poder. La presencia de establecimientos carcelarios y su régimen de visitas, es otro ítem que no queda fuera de los cálculos y previsiones que hacen los empresarios al momento de ver dónde depositan sus divisas.

La concatenación de hechos sociales, y por lo tanto políticos ocurridos en nuestra ciudad dan cuenta de un delicado entramado social donde, por ahora, perdura una antigua forma de convivencia, pero ya no la de un pueblo chico, porque nadie se queda sentado en el banco de la calle en las noches de verano o duerme con las puertas sin llaves. Existe una tensa calma y tranquilidad como la que precede a una tormenta. Y se evidencia.

Las llamativas imágenes de las cámaras de la ciudad plasman el caótico tránsito urbano y el destrato que se expone entre vecinos. Cuando vemos cómo desde una moto de baja cilindrada su conductor le tira una patada al automóvil que parece seguirlo y éste para devolverle la gentileza lo choca con el guardabarros para derribarlo y luego darse a la fuga, es un ejemplo de cómo convivimos. Otra postal de lo negativo es cómo una enorme camioneta atraviesa una ruta y sin tener en cuenta el tránsito de la misma choca con un auto de bajo porte demostrando que el más fuerte vale.

El modo de vida de una sociedad se refleja en las actividades sociales que desarrolla. Las mismas son analizadas detalladamente y si bien hacer una fiesta del pejerrey o cualquier otro evento de carácter cultural o deportivo conlleva un gran esfuerzo, el producto de la convivencia diaria se enmarca con altos picos de agresividad. El mismo nace y persiste por la falta de cohesión ciudadana que conforma la sociedad cuando esta no tiene por meta fines altruistas que involucran a todos.

El trabajo es la fuente de integración, desarrollo y realización del ser en su concepto bio-psico-social-espiritual. Por ahora hay tres generaciones que no tuvieron acceso al trabajo y quedaron fuera del sistema de prosperidad, junto al futuro de sus descendencias que ya está también direccionado en el mismo sentido. La exclusión, la grieta, la zanja, el foso, el fondo, se construye desde hace tiempo. Y si bien la puerta superior para ingresar al sistema está casi cerrada, la puerta trampa de la decadencia está permanentemente abierta.

La ineptitud política de varias generaciones de gobernantes al no generar fuentes de trabajo genuinos, desde lo local a lo regional, y esperar que todo llegue desde la gobernación o el estado nacional, es también parte del problema que nos asiste.

El crecimiento elefantiásico del Estado argentino en pos de cubrir y salvar todas las necesidades de sus habitantes, es el centro de la cuestión, porque si bien se lleva casi el 75% de lo que un trabajador produce, no responde de la misma forma al momento de otorgar seguridad, salud, educación, sueldos, jubilaciones y justicia.

Por el gobierno de nuestro país han pasado  distintos sectores políticos, paradójicamente, casi todos con iguales resultados. El problema entonces no es el Estado; es, definitivamente, el idéntico accionar de  los gobernantes, que entre la corrupción y la complicidad han permitido el desbarajuste. La crisis de dirigentes que hoy padece nuestro país tiene, en las actuales vivencias de la sociedad, la dimensión exacta del problema. La crisis nos atañe y nos duele

El trabajo minucioso y combinado de la policía (provincial y federal), bajo la atenta tutela del Juzgado correspondiente, como en el caso de los zíngaros en Junín, pone en evidencia que se pueden hacer bien las cosas cuando se quiere, que se obtienen los resultados pertinentes cuando todo se realiza en orden y armoniosamente.

El dilema es si se quiere dar efectivamente el golpe de timón y corregir definitivamente el problema. Seguramente que no será fácil, ni se hará de un día para el otro. Hay que darse cuenta que hacerlo demandará nuestro esfuerzo pero será el horizonte claro de las futuras generaciones.

 

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