Por: Semanario

Llaman más la atención porque se instalan en pleno centro, en espacios públicos y a la vista de cualquiera que pase.

Pero la situación de estas personas en estado de calle no es más difícil ni peor que la de aquellos que construyen precarios ranchos para cobijarse con sus familias. No tiran el colchón por cercanías de la terminal, bajo alguna entrada de un comercio, y encima, están en barrios periféricos, allá por donde nunca va nadie.

Son historias cotidianas ignoradas, que conjugan la falta de trabajo, el hambre y las necesidades de cada día, potenciadas por la inclemencia climática que no perdona.

Un nuevo escenario, casi como un barrio en crecimiento, emerge a pocos metros de la famosa alcantarilla de calle Chile, sector donde fueron surgiendo por necesidad construcciones básicas de chapas, para albergar familias que vienen escapando de otros lugares más crueles y con menos posibilidades.

Lo mismo pasa en distintos barrios, en que los pobres y los nuevos pobres se van agrupando, uniendo sus destinos y compartiendo miserias.

Otros, tal vez amparados en drogas que los hagan olvidar de la dura realidad, van pululando por la ciudad sin más posesiones que un cartón para tirarse a dormir.

Esa fue la postal que recorrió las redes sociales de los últimos días, justo cuando las temperaturas empezaban a bajar hasta hacer doler los huesos.

Hay otra realidad, aunque a los gobernantes no les guste verla y al vecino común le provoque cerrar los ojos para seguir siendo felices en la ignorancia. Es la realidad de los que tienen menos y que cada mes que pasa, es un poco menos. Sin una ayuda social sistematizada, sin manos solidarias, sólo con la carga de tener que seguir, avanzando sin saber a ciencia cierta hacia qué abismo.

EL TEXTO ORIGINAL FUE PUBLICADO EL SÁBADO 9 DE JUNIO 2018 EN NUESTRA EDICIÓN IMPRESA