Por: Semanario

Butacas oscuras, durísimas; el revestimiento de madera lustrada; las puertas de madera, al estilo de la época, con mucho ruido al abrirlas y al cerrarlas; la iluminación, dicroica; un verde discordante en las columnas y en el cielorraso, haciendo juego con la intencionada penumbra. Así era (poco menos, poco más) el Crystal Palace de los años ‘50 y ‘60, bajo el reinado de Gary Cooper, John Wayne, Mickey Rooney, Tyrone Power, Henry Fonda,Gregory Peck, Jerry Lewis, Humphrey Bogart, Clark Gable, Gina Lollobrigida, Brigitte Bardot, Sofía Loren y Glenn Ford.

Hace mucho tiempo que han decretado la literal desaparición del único cine que tuvo Roque Sáenz Peña, el mismo de tantas matineé, de tantas tardes, de tantas noches fantásticas e irrepetibles, donde uno se juntaba con la pólvora de los cowboys y el frenesí de algunas películas “picarescas” de Marilyn Monroe o de Brigitte Bardot, que hoy podrían pasarse en los jardines de infantes, teniendo en cuenta lo que se vino después. Sin embargo, lo que no podrá vencer el ingrato martillo es a los recuerdos, a los duendes, a las mariposas de sueños que sobrevuelan por el local, por ese mismo escenario que ocupó Carlos Gardel en el apogeo de su carrera y le cantó a la calle principal de Junín con toda la magia de una voz inigualable.

El predio fue ganado por la modernidad, eso está claro y no hay manera de parar la realidad, aunque nos duela en lo más profundo del alma, allí donde nada cicatriza. Pero hay un dato fundamental: el Crystal Palace seguirá siendo cine, pese a que durante el día un complejo comercial, con veleidades de “monstruo”, sirvan en bandeja centenares de revelaciones de distintos géneros y promociones por doquier.

Los lugares tradicionales y caros al sentimiento comunitario, se han convertido en sitios de especulación para los bienes raíces, donde priman el libre mercado y el capitalismo, sin ningún tipo de previsión. Lo imprescindible sería preservar la fachada, al menos, de este verdadero monumento ciudadano, lo que por ahora Tratar que el diseño original se respete, con los elementos estructurales, decorativos y revestimientos con carácter de “intangibles”.

El Crystal fue un verdadero centro cultural, donde iba un público heterogéneo: obreros, empleados, estudiantes, funcionarios, amas de casa, políticos, artistas. Todos representantes de una época hermosa. No mejor ni peor que la que estamos transitando ahora: distinta. Es una pena ver a Junín perder tantos lugares clásicos, aunque se trate –como en este caso- algo que estaba ocioso desde hacía mucho tiempo.

Joan Manuel Serrat le cantó también, con un poema maravilloso, a un “cine en ruinas”. En “Los fantasmas del Roxy”, el catalán evoca con elocuencia la caída de un monumento viviente de una época sublime:

Yo fui uno de los que lloraron

cuando anunciaron su demolición,

con un cartel de"Nuñez y Navarro,

próximamente en este salón".

En medio de una roja polvareda

el Roxy dio su última función,

y malherido como King-Kong

se desplomó la fachada en la acera. (NEGRITAAAAA)

Como parte del rescate “visual” del Crystal Palace, el mismo pueblo debería animarse a luchar para que se preserve la fisonomía y las características del lugar. Algo que no depende tanto de la decisión del gobierno de turno como sí del esfuerzo que en su conjunto ponga la comunidad, verdadera dueña de los espacios físicos.

Hay que defender a John Wayne y a los edificios históricos, que están cercados por los bandidos.

El Roxy juninense

El Cine Teatro “Crystal Palace” se inauguró el sábado 5 de junio de 1926, hermosa sala construida por Mauricio Rutschi, con instalaciones en la calle Roque Sáenz Peña 74. La función de apertura se inició con “La legión del terror”, interpretada por Antonio Moreno. En la segunda sección, se exhibió “El novio Alegre”, película cómica. La velada finalizó con “Oh… los hombres”, en la que Pola Negri desempeñó el rol principal.