jueves 28 de marzo de 2024

LOCALES | 12 ago 2018

UNA AUSENCIA QUE SE EXTRAÑA MUCHO

Tres años sin Nelson “Francho” Benito, soñador empedernido del fútbol y la política

Fue presidente de Sarmiento en el período 1985/89, pero siempre estuvo ligado al club de sus amores desde su incipiente juventud, en diferentes puestos. En política, fue uno de los fundadores del Movimiento de Renovación y Cambio de la UCR que llevó a Raúl Alfonsín a la presidencia y se desempeñó como concejal durante ocho años por el partido de Hipólito Yrigoyen.


Por: ISMAEL CANAPARO

Hoy se cumplen tres años de la muerte de Nelson Julio Benito, una persona muy querida y respetada dentro de la comunidad juninense, además de haber quedado grabado a fuego en la historia del Club Atlético Sarmiento. En la entidad de sus sueños, promulgó ideas, defendió proyectos y se transformó en uno de los dirigentes más capaces, contribuyendo con vida, visión y obras hasta el último minuto.

"Lo bueno, si breve, dos veces bueno; y aun lo malo, si breve, no tan malo", una cita fantástica del jesuita y escritor español Baltasar Gracián y Morales, que subrayó cinco siglos atrás. Si tenemos en cuenta los 107 años que luce Sarmiento, sus cinco años como presidente de la institución puede considerarse un lapso “breve” en lo deportivo. La gestión de Benito, entonces, cae en la brevedad, pero positiva. Y si la llevamos al plano de la literatura, diríamos que tiene una sencilla pero apasionada prosa, con una lograda atmósfera de una jungla amazónica (los tiempos que le tocó presidir fueron muy complicados, casi dramáticos), donde ocurren las cosas de este “librito” futbolístico, que no se deja leer de un tirón.

Lo dicho. Los períodos de “Francho” (un apodo que le ganó al apellido) no resultaron sencillos. Tomó la presidencia del club en 1985, sucediendo a Darwin Sanguinetti. Se quedó en el cargo hasta fines de 1989. Luego, fue vicepresidente de Juan José Fernández durante el ciclo 1995/97.

Si hubiese que situar cronológicamente toda su trayectoria, la tarea sería quijostesca. Nada le resultó extraño en el club, ya que siempre, cuando fue convocado, ocupó cargos directivos a partir de su primera juventud. Desde los más chiquitos hasta los más grandes. Como dice un refranero criollo: “Pa´lo que guste mandar…”. Nunca esquivó las responsabilidades. Por el contrario, le sacaba pecho a las adversidades, luchando contra los molinos de viento.

Pero antes, acompañó durante más de cinco años (1972/76) la gestión de otro gran presidente que tuvo la entidad: José Luis de Miguel. En ese lapso, fue secretario general y titular de la comisión de fútbol, junto a invalorables compañeros de la caminata verde, como Carlos Martignoni, Jorge Pomposiello, Juan C. Rebollo, Héctor Milani, Gastón Ghiglione, Osvaldo Carricarte, Héctor Castagnola, Oscar Gutiérrez, Américo Fontana, Aldo Traverso, Roberto Macario, Juan J. Azpelicueta, Héctor Melo, Benito de Miguel, Carlos Fernández, Luis Martínez, Oscar Astudillo, Luis Piñeyro y Héctor Cadile,  entre otros. El ascenso de 1974 resultó uno de los grandes logros de esa CD, como así también el de 1977 (primer título profesional), triunfos resonantes, donde Benito fue pieza vital. Especialmente para la conformación de ambos planteles, siempre con un ojo avizor/escrutador extraordinario. Sin tener el título de DT, miraba más allá que cualquier entrenador diplomado.

Nació en un momento de grandes conmociones, internas y externas. Exactamente el 26 de enero de 1944. Doce días después un terremoto destruyó en pocos minutos el 90 por ciento de los edificios de San Juan, con millares de muertos. Pero ese 26 se producía la ruptura de las relaciones de la Argentina con el Eje, en plena Segunda Guerra Mundial. ¿Qué era el Eje? Las potencias del Eje eran el bando beligerante que luchaba contra los Aliados, estando integrado por Alemania, el Imperio de Japón y el Reino de Italia, además de la ayuda de otros países. Dichas naciones formaron un Pacto Tripartito que posteriormente derivó en lo que se llamó el Bloque Berlín-Roma-Tokio. A raíz de ello, se registró una grave derivación: el general Edelmiro J. Farrell, a la sazón vicepresidente de la República, asumió la primera magistratura, con Juan Domingo Perón como ministro de Guerra,  desplazando a Pedro Pablo Ramírez. Pues bien, ese día nació “Francho”, quizá, como se ve, ya curtido desde la cuna para los grandes desafíos.

Se casó con María Cristina Navone (Mary o Mariquita, para los seres cercanos y amigos), el 26 de febrero de 1972, cuando era secretario general de la presidencia de “Colí” de Miguel. Como puede apreciarse, siempre el verde acompañó sus fechas memorables. De esa unión, nacieron tres hijos: Lisandro (45 años), Andreina (43) y Lucila (41), que le regalaron cuatro hermosos nietos. Lisandro aportó a la prole dos niñas: Delfina (13) y Guadalupe (6), Andreina a Catalina (10) y Lucila a Mateo (4), con un esposo bahiense y fanático de Olimpo. Tiene una hermana, Graciela (69) y un hermano fallecido, Daniel, cuando contaba apenas 20 años.

Con su único hijo varón, existe una anécdota de color, simple pero emotiva. Horas antes de nacer y sin avisarle a los abuelos de la inminente y significativa noticia, el niño ya estaba inscripto como asociado de Sarmiento. De modo que Lisandro luce una antigüedad de más de cuatro décadas, aunque no puede ser vitalicio por una cuestión estatutaria. A esa distinción recién accederá cuando cumpla 55 años.

Realizó todos sus estudios primarios en la desaparecida Escuela Nº 28, que estaba ubicada en la calle Cornelio Saavedra y Alemania, a la altura de la plaza 9 de Julio. El ciclo secundario lo cumplió en la Escuela Nacional de Comercio (Promoción 1961). Entre aquellos compañeros, que siempre sostuvo con mucha fidelidad y cariño, aparecen un puñado de muchachos que siguieron frecuentándose en forma constante: Beto Bauman, Tito Lemme, Daniel Rossa, Carlos De Rosa y Ricardo “Dady” Mastromauro, entre otros.

Después del fútbol, los amigos y la vida familiar, tuvo otro gran berretín: la política. Allá por los ´70 fue fundador del Movimiento de Renovación y Cambio de la UCR, junto a Ricardo Tamburini, Abel Miguel, Julio Ginzo, Quelo Pietrobón, el Negro Bruno y Humberto Heinzen, los primeros juninenses en confiar en el futuro singular que Raúl Alfonsín tuvo después en el país. Durante la etapa negra de la dictadura, solían reunirse a escondidas y de vez en cuando esas charlas “subterráneas”, las compartía el propio ex presidente. En el ´83, el flamante grupo derrotó en la puja interna a los viejos seguidores de Ricardo Balbín y pasó a liderar el comité local del radicalismo, con el Vasco Miguel como presidente y Benito como secretario general. En las elecciones del ´85, lo colocaron en el puesto octavo en la nómina de concejales. No entró en primera instancia (los votos de la UCR daban para siete puestos), pero ante la deserción del contador Nino Giecco (ocupó un lugar en el  Tribunal de Cuentas bonaerenses), “Francho” tuvo su asiento en el Concejo deliberativo.

Como un verdadero apasionado, nunca se fue del fútbol y de la política. En las elecciones legislativas de 1993 volvió a ser elegido como concejal, siempre levantando las mismas banderas. Algunos detalles que recién aparecen ahora de aquella incursión, son francamente deliciosos y muestran una dosis de gran sensibilidad. Cuenta su hijo Lisandro con inocultable orgullo, por confidencia de Magdalena Ricchini, algo que permanecía oculto por expreso pedido del protagonista. Benito donaba gran parte de la dieta de todos esos años a la dependencia comunal de Bienestar Social. Todo un gesto.

Las antologías responden casi siempre a criterios de selección más o menos caprichosos y difícilmente descifrables. “Francho” Benito lo supo. Por eso, a la hora de reeditar su trayectoria, surge con más relevancia su “cartografía futbolística”. En Sarmiento (y la compañía del “maldito cigarrillo”, porque no decirlo), dejó gran parte de su vida. Con muchísimos aciertos y algunos errores (¿quién no los tuvo?), se debatió en etapas duras, complicadas y urticantes, siempre poniendo el pecho, dando la cara. Durante su presidencia y la mano de Taqueta en las inferiores, fue el tiempo de los Merlo, Cangialosi, los Vigorelli, Cajiao, Olavarriaga.

Así como en el brillante campeón de 1977 tuvo mucho que ver, también fue un “cómplice compareciente” en el ascenso a la “A” logrado tres años después. Con Pocho Sabella decidido a “no morirse sin ver a Sarmiento en Primera” (frase que acuñó durante muchísimos años el fallecido ex presidente), “Francho” fue uno de los importantes miembros de la subcomisión de fútbol, junto a Ricardo Tamburini, Juan J. Martingorena, Rodolfo Ganci, Oscar Pederiva, Enrique Montes, Mario Juliano, Horacio Tuso, Rodolfo Ibarra y Carlos Reguera, la mayoría de ellos artífices del armado del equipo.

Habían pasado más de cincuenta años desde su incorporación a la vida de su entrañable Sarmiento y, sin embargo, para Nelson Julio Benito, el tiempo no contaba cuando perdura un obsesionado amor. Volvía a la cancha en forma rutinaria. Decía que ir a ver al equipo con regularidad se transformaba en una verdadera “militancia”, cuando esa palabra no estaba devaluada como en estos tiempos. Y regresaba para recordar historias que lo perseguían desde entonces y que durante la última década lo habían llevado a acumular testimonios, anécdotas, retazos de fantasías populares. “Francho” parecía encontrar mucho más que ídolos deportivos: la irrupción de figuras de distintas épocas, irreverentes provocadores de emociones, como Hebert Perez, Barrionuevo, Pelli, Medina, Villafañe, Gutiérrez, Velorio, Atondo, Melillo, Polo, Avilés, Américo, Marcelo Jorge, Alvarez, Pezzatti, Cangialosi y otros. Seguramente en su imaginario, desearía encontrar al hincha capaz de elevarse y transformarse en un puente. Pensaría, acaso, que sería maravilloso que muchos jóvenes de las nuevas generaciones descubrieran a estos poetas de la casaca verde y les volara la cabeza.

EL TEXTO ORIGINAL FUE PUBLICADO EL SÁBADO 11 DE AGOSTO 2018 EN NUESTRA EDICIÓN IMPRESA  

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