viernes 29 de marzo de 2024

CULTURA | 15 sep 2018

MIRADA EXTREMA

Acta est fabula


“Cuando entró

al teatro dejó

la incredulidad afuera”

-G. K. Cherteston-

Escribe Andrés Rissolo, especial para Semanario

La realidad supera a la ficción. Eso dice la multitud y no se equivoca. Los absurdos desatinos e inconsciencias perpetradas por las personalidades públicas y notables menos pensados durante estos últimos tiempos en nuestro país, y en nuestra ciudad, han hecho que el trabajo del actor, que el oficio de las tablas, se vea conmovido en su condición más íntima.

Porque no es sólo cosa de adelantarse con el texto o predecir las situaciones que conmueven al espectador a la risa o al llanto, sino que además se debe evaluar la profundidad de la afectación y conmensurar el alcance de las sin razones que producen estas actitudes y acciones en la sociedad cada vez se plasman una obra.

Es que la convivencia diaria y el desempeño social hace del individuo real un personaje ideal de una alarmante escenografía que se complica diariamente. La sola idea de cruzar una calle pensando en el hecho de poder ser atropellado por un conductor inescrupuloso, de auto, moto o bicicleta, indistintamente, que circulan a contramano, sin casco, o que usan las veredas como calles, ya da un panorama completo de lo complejo.

En un orden creciente de situaciones, sírvase tenerse a bien evitar repetir todos aquellos sucesos de las páginas negras que las crónicas policiales nos ofrecen, donde nuestra ciudad, lamentablemente, ocupa las primeras planas de los medios de prensa nacionales, mucho más de lo que queremos. En ésta misma situación se alinean los acontecimientos ocurridos en nuestro país, lo que a veces nos lleva afirmar que estamos por el camino incorrecto.

Y por si todo esto fuera poco, la situación internacional acompaña a toda esta locura desencadenada. Los escenarios donde suceden los actos, las representaciones, son lejanos. Los distintos conflictos bélicos, con armas y tecnologías más letales, en manos de personajes cada vez más crueles e impiadoso, se desvían de la metodología del cine, de cuando el director grita  “CORTEN…” y hasta el villano muerto después del duelo se levanta y siguen con vida.

En qué momento se pudo llegar a pensar que se vería por televisión, a esta altura del siglo XXI, que se degüelle a una persona en una supuesta “Guerra Santa”; que para combatir a los impíos se maten a mujeres, niños, se destruyan ciudades y hospitales con bombas sucias lanzadas por drones, es decir, aviones no tripulados.

Si. Es cierto. La realidad supera la ficción. Y la ficción que uno creía que era el futuro, ¿que nos deparará? De camino por la ciudad, la imagen del Cine Teatro Italiano, donde tanta muestra de arte y de ficción hemos admirado, impone su realidad de insostenible recuperación. Ya sea porque la Embajada de Italia no da más subsidios, o porque la Sociedad Italiana no puede solventar los gastos de reparación y que el Estado tiene cosas más importantes que hacer, la belleza de la sala, la importancia del teatro o el cine, tiene como ficción un futuro desolado.

El mismo destino parece tener signado el gigante Cine “San Carlos”. Herido de muerte en su parte edilicia y con algunos problemas eléctricos, la imponente obra llena de silencio el pensamiento. Si bien es cierto que en nuestra ciudad hay escuela de teatro, conservatorio de música, e incluso algunas instrucciones privadas y barriales, que en su buena intención realizan animosos esfuerzos por presentar sus obras, no alcanzan para paliar la situación.

Ya no vienen a la ciudad las obras teatrales de Buenos Aires. Los empresarios artísticos dicen que para el interior “ya no dan los números”. Pareciera que se ha muerto la ilusión, la fantasía, la candidez, la magia, la sorpresa que las artes nos deparaban. Son tiempos desconcertantes, de salas para no más de 150 espectadores, donde los pochoclos valen más caros que la entrada, donde las “vistas” no hacen más que mostrarnos transformer de maldad y muerte.

----Acta est fabula es una locución latina que se utilizaba en la antigua Roma, al final de las representaciones teatrales, para indicar al público el fin de la función, para indicar que ya podían irse, para indicar… “que todo había terminado”.  Crédulamente esperemos que no sea así---

 

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