viernes 29 de marzo de 2024

LOCALES | 6 oct 2018

SemanAgro

Del glifosato al glufosinato: mismo perro, distinto collar

En la próxima campaña seguramente comenzará a mutar el nombre del herbicida más popular hacia otro menos nombrado pero quizás más peligroso.


Por: Semanario

Unos 300 millones de litros de glifosato se utilizan anualmente en nuestro país para dedicarse a la actividad de producción de granos y oleaginosas.

Se trata del herbicida estrella de este sistema que termina siendo extractivo y no sustentable si tenemos en cuenta la desaparición de especies autóctonas de flora y fauna acontecida en los últimos 30 años en la franja central de nuestro país.

Por eso en momentos en que muchos municipios de Santa Fe, Córdoba y nuestra provincia de Buenos Aires, están logrando prohibiciones, la estrategia empresarial viraría hacia el cambio de uso de producto, lo cual dejaría toda esta tarea en un punto muerto, con la necesidad de arrancar “todo de nuevo”, habiendo perdido horas de esfuerzo y al mismo tiempo sentir que se está en el mismo punto de partida.

Esto se generaría con la fuerte apuesta al “glufosinato de amonio”, un herbicida con características similares al glifosato y algunas de ellas aún más peligrosas.

APARICIÓN EN ESCENA

Desde fines de la década pasada comenzó a utilizarse el “glufosinato de amonio” acompañando al glifosato con el objetivo de luchar, principalmente, con las malezas que se hacían resistentes al producto de Monsanto.

Fue recién el año pasado cuando en nuestro país se aprobó el uso de semillas de soja y maíz resistentes a glufosinato, aunque con algunas restricciones que fueron eliminadas en junio del corriente año por parte del ahora secretario de Agroindustria, Miguel Angel Etchevehere.

De este modo se estableció un “vía libre” en ese sentido.

Con esta nueva pero perjudicial técnica, las empresas multinacionales se aseguran poder combatir la fuerte presencia de malezas resistentes al glifosato que en la última década obligaron a acrecentar la dosis para combatirlas y ahora se elige un nuevo químico.

Las nuevas semillas aprobadas, según el ministerio se caracterizan “por otorgar tolerancia a los herbicidas glifosato, glufosinato e isoxaflutole, facilitando el control de malezas resistentes a partir de herbicidas con diferentes mecanismos de acción”.

CARRASCO LO AVISÓ

El investigador del CONICET Andrés Carrasco, quien falleciera de un infarto en 2014, había denunciado los efectos tóxicos del glifosato y dos años antes había advertido que la autorización en el país de nuevas semillas transgénicas de soja y maíz aumentaría la aplicación de sustancias químicas nocivas para la salud, entre ellas el herbicida “glufosinato de amoniom” que será del que se hable seguramente hacia el futuro.

Carrasco consideraba al glufosinato de amonio, un producto “más tóxico que el glifosato”. “No estamos eliminando los herbicidas y los agroquímicos, estamos introduciendo nuevos”, decía.

Carrasco difundió en 2009 un estudio que demostró los efectos tóxicos del glifosato en embriones. El uso de dicho herbicida comenzó a extenderse en 1996 cuando se aprobó por primera vez en el país la semilla de soja transgénica creada por la multinacional Monsanto.

En una entrevista de 2012, el investigador indicaba que “lo más significativo es que de las 10 nuevas semillas del último año -y de eso no se habla- 5 de ellas incorporaron el glufosinato de amonio. Es decir que son semillas resistentes al glifosato y a este nuevo herbicida”, en relación al producto cuyo nombre comercial más difundido es “Liberty” de la empresa Bayer.

Aquellas variedades, según se establecía en la página oficial del Ministerio de Agricultura, Pesca y Ganadería de la Nación, las cinco semillas de soja y maíz aprobadas entre 2011 y 2012 resistentes al glufosinato de amonio fueron desarrolladas por las empresas Bayer, Syngenta, Dow AgroSciences y Monsanto.

“Era obvio que las empresas iban a tener que poner otro herbicida”, expresaba el científico en relación a la creciente aparición de malezas resistentes al glifosato. Y explicaba que quien utilice estos nuevos OGM combinará la aplicación de dos herbicidas en el proceso de pulverización, aumentando los riesgos a la salud y el ambiente.

“Se ha dicho públicamente y con fuerza en discursos oficiales que las nuevas semillas introducidas por estas grandes transnacionales van a usar menos agroquímicos. A lo mejor usan menos agroquímicos de un tipo pero están introduciendo otros nuevos que no son mejores que los que se están usando hoy sino que son peores”, denunciaba Carrasco.

“Se sabe que es más tóxico que el glifosato, eso sin duda”, aseguraba el investigador del CONICET respecto a los efectos que puede provocar este producto sobre la salud. En este sentido, el biólogo precisó: “El problema es que si el glifosato era clase 4 -o sea que se decía que tenía baja toxicidad y después se descubrió que esa baja toxicidad era muy relativa, que más bien tenía efectos no deseables- desde el año 1996 se sabe que el glufosinato altera la síntesis de neurotrasmisores porque es un bloqueante de un aminoácido importante para el sistema nervioso”.

Según Carrasco, ya en 1996 experimentos de laboratorio realizados en mamíferos demostraron que el glufosinato de amonio puede provocar malformaciones congénitas. “Durante el desarrollo embrionario tiene efectos teratogénicos muy significativos” y que entre los resultados de dicho estudio se encontraron incluso malformaciones en rostro.

¿EMPEZAR DE NUEVO?

Mientras la comunidad empresaria embiste contra la comunidad rural, imponiendo bajo distintos mecanismos publicitarios y de difusión, sistemas dañinos para el ambiente y sus habitantes, la dirigencia agropecuaria mira de soslayo y avala los avances, mientras los organismos del Estado prefieren evitar el contralor.

Son entonces las entidades no gubernamentales y algunos colectivos ambientalistas los que, junto a una comunidad científica libre de presiones, pone de manifiesto una situación de extrema peligrosidad.

Sin embargo el trabajo realizado, con esfuerzo y lucha, parecería ahora perderse en medio de esta estrategia.

Todo un trabajo mancomunado para poner en evidencia al glifosato podría verse desbarrancado por la sustitución del herbicida por el glufosinato de amonio.

Nuevas ordenanzas para su control, más investigaciones para develar su daño, renovada campaña de concientización.

Todo frente a la facilidad que tienen las empresas para dar aval del Estado a una contaminación preacordada que sigue poniendo en vilo a la ruralidad y particularmente a sus habitantes y todo ser vivo.

Alertas que deben ser suplantados por otros, como si tuviéramos que ir corriendo para salvarnos, mientras el agronegocio mira los billetes y al resto se le malogra la vida a partir de tener que convivir en un ambiente enfermo que, por eso mismo, carcome la salud y precariza la calidad de vida.

 

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