sábado 20 de abril de 2024

CULTURA | 15 oct 2018

“HIJO PREDILECTO” DE SU PUEBLO NATAL

Quintero, el genio de las entrevistas

“El loco de la colina” acaba de donar al municipio de San Juan del Puerto (Huelva), donde nació, diferentes reliquias: entre los distintos ficheros que entregó resaltan las más de 10.000 horas de televisión realizadas en diversas cadenas autonómicas, nacionales e internacionales.


Por: ISMAEL CANAPARO

Su particular forma de hacer las entrevistas creó escuela. El estilo radiofónico o televisivo pausado consiguió cosechar miles de seguidores que escuchaban o miraban el programa. Jesús Quintero se quedaba en silencio después de cada respuesta de su interlocutor buscando así obtener más información de la que el propio entrevistado quería proporcionar a priori. Entre nosotros, hubo grandes periodistas que sabían preguntar y darle un matiz distinto y atrapante a cada reportaje. ¿Los más notables? Sin duda, Hugo Guerrero Marthineitz, Antonio Carrizo y Juan Carlos Mareco. Hoy, ya no existen virtuosos de esa franja.

Jesús Rodríguez Quintero nació el 18 de agosto de 1940 en San Juan del Puerto, provincia de Huelva (España). Casi siempre llamado Jesús Quintero, es ampliamente conocido como “El loco de la colina”. En nuestro país y en el Uruguay, donde aterrizó hace algunos años, es recordado como “El perro verde”, otro de sus ciclos fetiches. El exitoso periodista, director y presentador de programas de radio y televisión española, hoy atraviesa una difícil situación económica (ver recuadro).

Siempre en el marco de su particular estilo, Quintero realizó más de cinco mil entrevistas, a lo largo de su trayectoria profesional. La editorial Aguilar, bajo el título “Jesús Quintero entrevista”, publicó un atrayente libro, con el objeto de que "las palabras dichas en los programas de radio y televisión no se las lleve el viento, ya que generalmente éstas se olvidan al día siguiente de su emisión". El periodista apuntó que pocos programas resisten la prueba del papel e insistió en que él siempre se ha empeñado en que sus programas puedan ser transcritos. Así, recordó que de sus espacios 'Cuerda de presos' y 'Trece noches', "ya salieron dos interesantes libros, que no desmerecen en ninguna biblioteca".

En dicha publicación, que recoge 24 entrevistas y un autorretrato, aseguró que "están todos los que tienen que estar, pero no están todos". En esta línea, añadió que todos los personajes entrevistados "son personas interesantes, ya que yo no entrevisto a cualquiera", al tiempo que apuntó que de esas cinco mil entrevistas realizadas a lo largo de su vida, "un altísimo porcentaje merecería figurar en un libro".

En YouTube se pueden ver la mayoría de las exquisitas charlas del talentoso andaluz. Algunas de las entrevistas que aparecen en el libro fueron las realizadas a Fernando Arrabal, Arturo Pérez-Reverte, subcomandante Marcos, Jorge Luis Borges, Albert Boadella, Antonio Escohatado, Antonio Banderas, Antonio Gala, Rocío Jurado, Julio Iglesias, Felipe González, Jesús Gil, Baltasar Garzón, Alejandro Jodorowsky, José Saramago, Joaquín Sabina, Diego Maradona, Joan Manuel Serrat, Vargas Llosa o la duquesa de Alba, entre otras.

Asimismo, Quintero resaltó el hecho de haber comenzado el libro con un autorretrato, ya que, según dijo, "soy el personaje al que mejor conozco". Si bien, concretó que este hecho "no responde a un acto de vanidad o de soberbia, sino que es mi manera natural de hacer las cosas. Si fuera poeta, empezaría con un poema de presentación, como soy entrevistador, empiezo con una entrevista".

De igual modo, a las 24 conversaciones les precede un capítulo titulado 'Impactos' en el que se incluyen fragmentos de entrevistas que le impactaron, como las realizadas a Francisco García Escalero, el mendigo asesino, a Sánchez Dragó o al Dioni, entre otras.

Jesús Quintero confesó que si hay alguna entrevista que le haya marcado a lo largo de su vida fue la realizada a Rafi Escobedo, "por lo que tuvo de crónica de una muerte anunciada y sus consecuencias". "A raíz de ello estuve años sin que me dejaran entrar en una cárcel", añadió.

Sin embargo, como la "más rara", calificó la realizada a un hombre que no contestaba ninguna de sus preguntas y que finalmente resultó ser mudo. También recordó una entrevista a once mendigos durante una cena, una realizada a una modelo desnuda, a una pareja haciendo el amor, a un pavo en Navidad, a un hombre que le rezaba al retrete y a la mierda.

Asimismo, indicó que las "más divertidas" fueron las realizadas a Risitas y a Peíto, mientras que la "más emotiva" fue la de La Pasionaria, rezando un Padrenuestro. En esta línea, dijo sentirse más identificado con los "perros verdes", aquellos personajes de la calle, "que a su manera, son sabios".

Finalmente, Quintero dijo no arrepentirse de ninguna entrevista, "aunque alguna me haya costado un programa" y confesó que le encantaría entrevistar al Diablo. En su defecto, dijo conformarse con Bin Laden o Fidel Castro. A Bin Laden lo busqué, pero no lo encontré. También busqué a Fidel Castro y no lo encontré y también busqué a Tejero y no lo encontré. Con los que no puedo es con los poderosos de España, los verdaderamente poderosos. Nadie entrevista a Botín ni a las hermanas Koplowitz ni a Amancio Ortega ni a Arango ni a Isidoro Álvarez. No sé qué tendrán que ocultar. Si publican las ganancias, no sé por qué no aceptan las entrevistas. En Estados Unidos es fácil ver al presidente de Coca Cola o a Bill Gates hablando sin problemas en la televisión”. Entre los personajes que más le había impactado, no dudó en nombrar en primer término a Jorge Luis Borges, seguido por La Pasionaria (Dolores Ibárruri) y El Beni de Cádiz (cantaor flamenco).

Hace poco, ya lejos de la TV, le preguntaron si echaba de menos esos brillantes programas que encabezaba, con varios títulos distintos, como “El perro verde”, “El Vagamundo”, “Ratones Coloraos”, “El Loco de la Colina”, “La noche de Quintero” o “¿El loco soy yo?”. Y esto contestó: “La televisión, las peluquerías, los bares, el periodismo, el corazón… están llenos de preguntas. Pero no escucho grandes preguntas que puedan provocar respuestas desgarradas, inteligentes, veraces. La entrevista es por donde empiezan los alumnos del Padre Ripalda y donde terminan los grandes profesionales de la comunicación. Ni en la televisión ni en la radio hay tiempo para hacer grandes entrevistas. Afortunadamente, sí las pueden hacer los periódicos. No hay nada más apasionante que un rostro en primer plano diciendo cosas sensibles e inteligentes que sirvan al ciudadano. Hoy todo es la inmensidad de la nada. La televisión hueca, vacía y sin contenido. Si tuviera que pasar la prueba del papel las entrevistas o los programas de éxito, nos daríamos cuenta de que difícilmente superarían el certificado de estudios primarios. Las mejores entrevistas las hizo Playboy cuando Truman Capote entrevistaba a Marilyn a Marlon Brando o Sam M. Davis. Ahora, las entrevistas las hacen los becarios y los chistosos sin gracia”.

Siempre fue un “contra” de la historia oficial, siempre luchó para que la gente sea mejor, para que se reparta mejor la riqueza, para que no haya pobres ni hambrientos, sin apelar a una entelequia berreta. “Lo que veo es el capitalismo enfermo. Lo que no soporto es que medio mundo muera de hambre y medio, de colesterol. Me indigna ver en el horizonte el capitalismo puro y duro. Creo que ellos no soportan que muchos vivan como ellos. Y crean una crisis para la higiene del sistema. Esto no marcha, hermano. Hay mucha impiedad en las decisiones y hay cada vez menos humanismo. Vamos a la deriva. Antes íbamos a la deriva en el placer y en el dolor. Ahora, solo en el dolor”.

Tuvo un hermoso romance con Uruguay y los uruguayos. “El pueblo más culto, inteligente y sereno que he conocido en América. Haber charlado con Onetti, Galeano, Viglietti, Francescoli, y a la insigne Zorrilla fue algo que jamás olvidaré. Me gusta la discreción de los uruguayos y, como a Sabina, sus tabernas”.

Entre la ruina y la depresión

A lo largo de su trayectoria, a Jesús Quintero le han concedido la medalla de Andalucía, el premio Ondas Internacional, el Rey de España de Periodismo, el Andaluz del Año 2000, el galardón al Mejor Entrevistador del Milenio o la Antena de Oro en 2003, entre otros muchos galardones. Pero “el Loco de la Colina” hoy está perdido entre la ruina y la depresión.

No es la primera vez que Quintero pasa por momentos difíciles en una vida en la que ha sido de todo: periodista, actor, dandi, saltimbanqui, comunicador, deportista o presidiario. Sus programas en radio y televisión como “El perro verde”, “Cuerda de presos”, “Qué sabe nadie”, “Ratones coloraos” y “El Loco de la Colina”, entre otros, le proporcionaron fama y dinero. Mucho dinero. Un bienestar económico que ha dilapidado porque todo el talento que tenía como comunicador le ha faltado en formalidad como empresario.

Buen comunicador pero fatal pagador. Un desastre para los negocios que emprendió y que se han ido a pique uno tras otro, arrastrándole en su caída. La ruina viene, dice Quintero, “porque me ha pasado lo que a toda la clase media: que hemos trabajado mucho y ya no podemos más”.

El resultado final es una deuda gigantesca a la que Quintero no puede hacer frente ni vendiendo sus posesiones en Cádiz o Huelva. Según algunas informaciones, está abrumado por unas facturas mensuales que superan los 9.000 euros. El agravante es que la nueva televisión ya no parece tener hueco para personajes como el Loco. “La Andalucía oficial no me quiere. No tengo ninguna comunicación con ella. Mis proyectos, más de 50, terminan en nada”, manifestaba Quintero en una entrevista reciente.

Su despedida de televisión fue con “La noche de Quintero”, que se emitió en TVE entre el 2006 y el 2007. Las relaciones entre el presentador y la dirección de la televisión oficial fueron tirantes, primero cuando sentó a Farruquito poco antes de su ingreso en prisión por atropellar mortalmente a un hombre en Sevilla; después cuando la dirección le impidió que entrevistase a Ricardo Sáenz de Ynestrillas.

Hoy, Jesús Quintero, o su demente personaje, gusta de pasear a primeras horas de la noche por las calles peatonales que rodean su domicilio de Placentines. Calles en las que únicamente resuenan los pasos de los noctámbulos y el ruido de los camiones del servicio de limpieza que baldean un asfalto que hierve tras soportar el espeso calor del día. Silencio sólo roto por la inconfundible melodía del Himno a la Alegría que un impávido violinista desgrana una y otra vez en una esquina. “El Loco”, ataviado con una amplia gabardina y sus inconfundibles pañuelos, pese al calor que aún castiga a esas horas, pega su cara a los cristales de las tiendas cerradas y sueña con un futuro menos agobiante.

 

 

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