

Por: Semanario
El intendente Pablo Petrecca se está sometiendo a una fuerte campaña de desprestigio.
La inició hace un par de años cuando cada promesa fue a parar a una “bolsa del olvido” que tenía escondida en algún rincón.
Basándose en la confianza ganada, intentó estirar el prestigio un poco más, un voto más, un globo más.
Pero Petrecca terminó ganándose el desprestigio de muchos sectores, que abarcan desde acérrimos opositores a cándidos electores a los que terminó cayéndoseles el velo enarbolado por el marketing PRO + Cambiemos.
El administrador local cayó en el desprestigio por parte de sus propios empleados municipales, únicos bonaerenses que no recibieron bono navideño.
Petrecca se ganó el desprestigio de los docentes, a quienes nunca prestó atención ante el cierre de escuelas y achicamiento en la educación.
Logró el desprestigio por parte de los fomentistas barriales, olvidados la mayoría a su propia suerte, como si se tratara de kelpers locales, sin servicios municipales eficientes y falta de respuesta a sus reclamos.
Hasta quienes lo habían apoyado con todo su bagaje, los chacareros, terminaron desprestigiándolo por el mal uso del dinero destinado a los empantanados e intransitables caminos rurales.
Desprestigiado por los comerciantes e industriales, jamás accedió al tratamiento de la emergencia económica y hasta casi se burló de ellos, con propuestas foráneas y livianas que, en medio de la crisis, lógicamente no dieron ningún resultado.
Logró desprestigio por su fuerte desapego hacia la seguridad de los juninenses, mientras nunca faltaron en el frente de su casa y en el municipio fuertes custodias.
El jefe comunal realmente hizo un arte del desprestigio, al mostrar fastuosidad en su diario vivir mientras arreciaba la desocupación y la pobreza en nuestro distrito.
Logró desprestigio por parte de sus funcionarios censurados de expresar su tarea, de sus concejales con dignidad que no querían ser meros levantadores de manos, de los opositores que fueron destratados permanentemente y terminaron izando ellos la bandera de la transparencia que Petrecca intentó blanquear y dejó arrugada sobre el sillón de su oficina.
Denunciado ante la Justicia, bajo sospecha, puesto en “capilla” por sus socios políticos, incapaz de llevar adelante una gestión que por primera vez en Junín se hilvanaba con los poderes de Nación y Provincia, el alcalde hizo el camino contrario al que debía seguir para una “gobernación histórica”.
Eligió y transitó la ruta del desprestigio.