viernes 29 de marzo de 2024

LOCALES | 24 mar 2019

A 43 AÑOS DEL GOLPE MILITAR

Los desaparecidos de ayer y de hoy

A 43 años del golpe militar a la democracia de la década del 70, y a 36 de la recuperación de las instituciones republicanas, podemos estar seguros que están enterradas todas las aspiraciones golpistas, tanto militares como civiles.


Por: Omar Panci, especial para Semanario de Junín

Estamos a 43 años del golpe militar a la democracia de la década del 70, y a 36 de la recuperación de las instituciones republicanas, y podemos estar seguros -a pesar de algunos trasnochados personajes de la vida política argentina- que están enterradas todas las aspiraciones golpistas, tanto militares como civiles.

Fue demasiado duro para la sociedad tener que pasar por esa sangrienta experiencia que no dejó nada positivo para el país, solamente lo sumió en un retraso institucional de tal magnitud, que hoy todavía estamos padeciendo.

Lo más doloroso es haber perdido una generación de jóvenes, una clase dirigente que en la década del 60 emergía a la vida con un nuevo concepto de la política, del rol del estado, de las obligaciones de las instituciones, con objetivos bien marcados sobre cuál era el sentido de la nueva política que emergía en el conteniente.

Seguramente habría mucho para discutir y mejorar, pero no quita el sentido de pertenencia a lo nacional, institucional y social que los movilizaba.

Habían nacido en un país que llevaba dos décadas debatiéndose entre gobiernos constitucionales y golpes militares. Entre la renuncia de Perón, en 1955, hasta su regreso a la presidencia en 1973, Argentina tuvo 10 presidentes, cinco de los cuales fueron militares.

Ellos, esos jóvenes se formaron bajo nuevos paradigmas políticos basamentados en un concepto de cultura nacional como herramienta de liberación, de democratización y de reconocimiento del protagonismo popular como generador de un país más justo.

La universidad fue incubadora de ese proyecto, con la gestión de Jorge Taiana, Ministro de Educación de Cámpora y por unos meses de Isabel, se puso en marcha un conjunto de propuestas inspiradas en la pedagogía de la liberación de Paulo Freire y en las corrientes del nacionalismo popular que se había desarrollado en la década del sesenta. Fue así como inmediatamente se dio inicio a una activa política de articulación de la universidad con los sectores populares.

El Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo fue otro de los disparadores de esos cambios de contenidos democráticos y populares. Consideraban al Evangelio como fuente de liberación activa de todas las modalidades de opresión, sea política, económica, racial, cultural o espiritual.

Este nuevo pensamiento de la iglesia surgido a partir del Concilio Vaticano II, representado en Argentina por los denominados curas villeros, favoreció el acercamiento y la participación de movimientos populares no cristianos, incluidos los movimientos laicos de izquierda.

Mientras que en las fábricas y lugares de trabajo surgía una nueva generación de líderes obreros. Ese  movimiento sindical juvenil, harto de una dirigencia radicalizada incapaz de ponerse al frente de los reclamos de la clase obrera, no estaba dispuesto a ceder en su lucha por una mejor distribución de la riqueza.

En esa conjunción de pensamientos, que nacía desde los distintos estamentos de la sociedad, comienza a crecer el convencimiento de que el proceso revolucionario había comenzado en Argentina. Fue así que en ocasiones no dudaron en utilizar ciertas formas de violencia para llevar adelante esa lucha revolucionaria, máxime cuando desde el propio  gobierno peronista, con la complicidad de parte del aparto sindical, luego denunciado por Alfonsín, dieron rienda suelta a los militares y los escuadrones de la muerte de la Triple A para combatir hasta el exterminio a los movimientos activistas.

El gran terror que estalló después de la muerte de Perón, continuó con más dureza cuando los militares tomaron el poder en 1976. La vida no valía nada, arrestaban a un sospechoso de activista y si de su agenda surgían direcciones de profesoras de piano, carniceros, familiares cercanos, amigos etc., todos los que allí figuraban estaban en peligro e iban a engrosar la terrible lista de la masacre.-

A pesar de la violencia instalada desde el poder civil, político y militar con la complicidad de grupos económicos extranjeros y locales, a pesar de la muerte y el miedo, no pudieron hacer desaparecer la identidad de clase, la idea de organización, de lucha, de derechos, de compromiso por los excluidos llevada adelante por mujeres, hombres y jóvenes de todas las clases sociales.

Fue la destrucción de miles de experiencias organizativas que confluían en un objetivo de país más justo, partiendo de la desarticulación del proyecto de liberación nacional y de políticas neoliberales muchas veces  maquilladas de populismo, pero bajo una matriz económica, política y cultural de profunda desigualdad que al día de hoy se encuentra vigente y se profundiza más y más.

Ellos no necesitaron aferrarse a una banca, menos aún de un líder carismático,  no necesitaron planes sociales, ni colectivos donde subirlos, no utilizaron políticamente la pobreza, sino que los pobres fueron el norte de su lucha por cambiar el paradigma de la desigualdad en la  Argentina, hicieron de sus convicciones una bandera y unieron su trabajo junto a los más necesitados

Lamentablemente la desaparición de esa generación dejó un vacío inmenso que aún no fue vuelto a ocupar. La clase dirigente argentina se encuentra sumida en ambiciones personales, gravemente vaciada de ideales sociales, e involucrada en los más nefastos hechos de corrupción institucional. 

De nada vale seguir pronunciando discursos de compromiso para recordarlos cuando los pobres por los que ellos lucharon se multiplicaron por miles y se convirtieron en los nuevos desaparecidos. Son los niños y jóvenes que mueren bajo las balas del delito, por efecto del consumo de estupefacientes, niños y jóvenes que no pueden acceder a una educación digna, a una alimentación sana, a un sistema de salud eficiente, a un trabajo dignificante. Hogares enteros, no solo en Capital Federal y gran Buenos Aires, sino de norte a sur de este a oeste de la Argentina, que no pueden acceder a una alimentación básica, que comen de los basurales.

Allí están los nuevos desaparecidos, por si alguien no los ve, producto de años de políticas erróneas, de uso de la pobreza solo con fines políticos, de discurso llenos de falsas promesas.

Para ellos el mejor homenaje, que seguramente estarían felices y orgullosos de recibir, sería ver la continuidad de su lucha reflejada en los dirigentes de hoy.

Llevarlo a cabo requiere de un gran compromiso, que a vista de las circunstancias por la que atraviesa la clase dirigente actual, está en las antípodas del que sostenían jóvenes, trabajadores, mujeres y hombres, que en un verdadero ejemplo de militancia dejaron la vida por un ideal – una Argentina con igualdad social-

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