Por: Semanario

La dueña del Cine Teatro San Carlos pidió al Concejo Deliberante que se deje sin efecto la ordenanza de “patrimonio histórico” que pesa sobre el inmueble.

La idea es venderlo y pareciera que dicha medida es un “ancla” que atenta contra la posibilidad de captar inversores.

Desde el municipio adelantaron que recomendarán que la medida siga vigente, lo cual llama la atención de parte de los defensores a ultranza de la propiedad privada, incluso privilegiándola por encima del mismo Estado.

Los mismos que dejan morir el espigón, abandonan la vieja y la nueva terminal de ómnibus, el mantenimiento de plazas, monumentos y parques, entre otras cuestiones, ahora deciden sobre el patrimonio privado de alguien que ha tenido –hasta hoy- la desgracia de poseer un bien millonario del cual no puede hacer uso por una cuestión de “nostalgia ciudadana” tan “pasional” como llenar la cancha de Sarmiento sólo si va primero y está a punto de ascender.

Hace siete años que el tradicional inmueble está vacío, juntando mugre y dando lástima del tiempo que ya fue, como si tuviéramos el síndrome del acaparador compulsivo y nos costara desprendernos de las cosas.

O construimos la ciudad acompañando el presente y con una mirada a futuro o nos quedamos con las ruinas.

Resulta inexplicable que el mismo gobierno que no tuvo pruritos en destruir las tumbas en el cementerio y dejar una postal terrorífica en nombre de modernizar, ahora se oponga a que un particular avance aunque más no sea sobre su propiedad que está cayéndose a pedazos.

¿Tal vez la idea sea que los viejos cines terminen transformados en iglesias evangélicas como ha ocurrido en la mayoría de los casos? ¿Alguna habrá querido alquilarlo?

¿Otra vez la gestión Petrecca envuelta en una nebulosa de sospecha de querer favorecer al círculo íntimo?

Porqué todo no podrá ser más claro…