miércoles 24 de abril de 2024

LOCALES | 22 abr 2019

¿Abuso policial?: odisea para un chico que “levantaron” como testigo de un allanamiento

Elio Miguel, papá de Agustín, relató a SEMANARIO el destrato que debió soportar frente a la angustiante situación, e hizo un llamado de atención para que esto no vuelva a pasar.


Por: Semanario

Cuando estaba a punto de entrar al complejo Beto Mesa para cumplir actividades escolares, un chico de 16 años fue “levantado” por un par de policías en un patrullero para llevarlo a cumplir tareas de “testigo de un allanamiento”, sin que sirviera de nada la obligación que tenía de asistir a clases.

A raíz de eso se generó una angustiante situación con la familia y la comunidad escolar que habla a las claras de la falta de tacto y profesionalismo por parte de quienes deben estar para preservar la seguridad de la población.

El hecho tuvo como protagonista a Agustín, de 16 años, quien el pasado miércoles a poco de entrar para cumplir obligaciones escolares en el complejo ubicado en Primera Junta, fue abordado por policías que iban en un patrullero, quienes le comunicaron que los tenía que acompañar para ser “testigo de un allanamiento”.

El relato de la situación la hizo el padre del joven a SEMANARIO, quien a cinco días del suceso aún está conmocionado por la profunda angustia que debió padecer junto a su familia, e hizo un llamado de atención para que esto no vuelva a suceder.

Elio Miguel explicó que tras subir el joven al patrullero, le dieron indicaciones de que no atendiera el teléfono. Como no había ingresado a la clase en el Beto Mesa, la preceptora se comunicó con los padres del chico para consultar por su ausencia.

Miguel explicó que “preocupado le envié un mensaje a Agustín y nos cuenta que lo agarró la policía de testigo para un allanamiento y manda dos fotos del interior de un auto. Comienzo a llamarlo infinidad de veces sin respuesta y me voy caminando hasta el complejo con el objetivo de encontrarlo”.

El padre del joven relató que “llamé varias veces y por fin me atiende y me dice que está bien pero no sabe dónde está, entonces le pido que me pase con el policía que iba con él”.

Al consultarle acerca del lugar donde se encontraban, el efectivo no le contesta y luego le termina cortando la comunicación.

“A partir de ahí, mi hijo no contestó más el teléfono por indicación policial”, sostuvo Miguel.

Lo que sigue es digno de una película dramática por el abuso e impericia policial, y la angustia familiar.

A pedido a la familia del chico, una vecina llama al 911. Cuando llega el patrullero, Elio Miguel encara a dos efectivos preguntándoles casi con desesperación por su hijo, a lo que éstos le exigen que se calme, amenazándolo de que si seguía en ese estado lo llevarían detenido.

Siguiendo con esta odisea, propia del “Reino del Revés” que alguna vez cantara María Elena Walsh, pero más cercana a los tiempos de autoritarismo que padeciera Rodolfo Walsh, un amigo le hace llegar a Miguel el dato acerca de dónde se realizaba el allanamiento para que fuera hacia ese lugar. En ese momento su hijo le envía un mensaje de que la policía ya lo estaba llevando de nuevo al complejo Beto Mesa, oportunidad en que Miguel se reencontró con su hijo.

Pasaron 60 largos minutos para dar fin a la impiadosa escena, pero al mismo tiempo para abrir un gran interrogante acerca de este -al menos- desprolijo accionar policial al que casi estamos naturalizando de manera vergonzosa, aceptando que se pisoteen los derechos y que sólo pongan por delante las obligaciones, sin nadie que escuche, sin una Justicia que avale al ciudadano, sumergiéndonos en toda esta miasma violenta y autoritaria, que nos hace la vida un poco más miserable.

Como si no alcanzara con la frustrada economía doméstica en la que debemos sobrenadar por este Estado irresponsable, se pone en vilo a un pibe en un allanamiento, levantándolo en un patrullero para llevarlo de testigo en una causa penal, cuando paradójicamente tenía que estar en la escuela, además de conmocionar con ese proceder a toda una familia y a la comunidad educativa.

Un hecho que trasciende a uno o dos efectivos y habla a las claras del accionar de toda una institución que parece no haber entendido lo que significa cumplir con un “servicio público”.

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