Por: Semanario

La medida de fuerza de hoy, no busca, como en otros tiempos y lugares, una desestabilización del gobierno para que no termine su mandato, al menos lo que intentará seguramente sin éxito es tratar de moderar la caída de la calidad de vida de casi todos.

Más como un símbolo que una medida en vísperas del “Día del Trabajador, responde al pedido de las bases que mayoritariamente compuesta de trabajadores no puede creer en semejante desmadre y como si se tratara de una tortura por goteo ve como lejano llegar vivo a octubre cuando se deba elegir a un nuevo mandamás político.

Algo han logrado las letanías de verano y es que los insensibles de turno, pensando en que podrían perder el poder conseguido hace tres años y poco más, se han lanzado a dar algunas dádivas tan o más falaces que antes con eso de los precios de los alimentos y que no habrá aumentos en cosas ya aumentadas, tratando de culpar a empresas y empresarios lo cual sólo generará una futura implosión gubernamental porque termina tratándose de una suerte de traiciones entre quienes controlan el poder del Estado.

Ese mismo juego del “gato maula con el mísero ratón”, que vemos ya casi de modo cotidiano con las corridas del dólar y suba de tasas y demás juegos financieros exclusivos para pocos que obtienen mucho de lo que “antes era de todos y se dilapidaba” y supuestamente “ahora es de todos y se cuida”, de no ser por lo dañino causaría cierta hilaridad.

Por lo tanto y más allá de las fortuitas escaramuzas de las redes, que recuerdan a las peleas de esclavos contra esclavos del circo Romano, este paro resultaría de importante reflexión individual para que cada quién sepa de qué lado está parado, aunque resulte un juego de palabras.

Y para eso habrá que mirar hacia adentro tratando de hallar convicciones y hacia afuera en la búsqueda de colectivos sociales, pero que no sean los colectivos en caravana para ir a ver a Sarmiento a punto del éxito, sino a Junín en su plenitud con toda su potencialidad y sus debilidades pensando en las mayorías e incluyendo a esas minorías que siempre dejamos afuera.

Y no alcanzará si no miramos también al país en su conjunto con la región y al mundo y su debilidad por seguir el orden que imponen quienes hacen ostentación del poder.

Porque el paro no debe ser para seguir mirándose el ombligo, por el contrario resultará un buen ejercicio para pensar y es bueno en este caso tomar una frase del filósofo y estadista británico Francis Bacon: “Quien no quiere pensar es un fanático; quien no puede pensar, es un idiota; quien no osa pensar es un cobarde”.