jueves 28 de marzo de 2024

LOCALES | 19 jul 2019

Desigualdad en Junín: Merenderos o “cuando la economía se fue al carajo”

Exaltados por las redes sociales, crecen las demandas para satisfacer la atención de familias completas a las que no les alcanza para llenar la panza, aunque también se necesiten zapatillas, ropa, medicamentos y todo aquello básico que la crisis hace desaparecer y donde la solidaridad crea una varita mágica cada vez menos poderosa.


Por: Semanario

No es de ahora ni de antes, uno tiene la impresión de que fue de siempre, pero las necesidades alimentarias también forman parte de este “neo asistencialismo” que no se sabe muy bien si es para dominar, atender o boludear a los más vulnerables.

Lo cierto es que cuando la economía se va bien al carajo, la figura de los merenderos se agiganta como se agiganta el placer de solidarizarse con los pobres, tal vez conmovidos bajo dos aspectos: no llegar a ser como ellos o, en el caso de llegar, que no haya impiedad.

Desde las cajas PAN alfonsinistas, pasando por el desprecio más absoluto, los planes jefes y jefas, hasta llegar a un montón de argucias políticas de todo tipo que sirvieran para la foto populista, incluso de los más acérrimos capitalistas neoliberales, la ayuda alimentaria ha tomado innumerables nombres, pero nunca terminó buscando el origen del problema.

Transitar la hambruna contemporánea por la avenida de un país generador de “alimentos para 400 millones de personas”, según los ministros agropecuarios, y “el supermercado del mundo” del Presidente Mauricio Macri, resulta altamente contradictorio para 40 millones de individualidades que se muestran “solidarias” a la “hora de los bifes”, esos de los que hace rato se privan los estómagos vegetarianos a la fuerza.

La urgencia determina que las intervenciones sean inmediatas y se enfocan en las necesidades, no en las causas que las determinan. Se caracterizan por ser coyunturales y paliativas de las problemáticas a resolver, decimos en el devenir semántico de la situación. Sin embargo, la pregunta franca resulta mucho más áspera: ¿en qué momento dejamos que los chicos se cagaran de hambre?

Son muy escasas en Argentina las publicaciones abocadas a la evaluación de programas alimentarios, y tan solo una ha sido lo suficientemente amplia e integral como para mencionarla: se trata de la evaluación de comedores escolares realizada en 1985 por el Centro Interamericano para el Desarrollo Social de la Organización de los Estados Americanos (CIDES/OEA).

Esta escasez contrasta con la multiplicidad de estudios que se pueden observar en Chile, por citar un país cercano. Sin evaluaciones de las intervenciones del Estado es, prácticamente, como transitar un camino a ciegas, con pocas posibilidades de mejorar su gestión y cumplir con sus objetivos y metas.

El análisis de la Encuesta de Gasto de los Hogares del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) permite observar cómo los sectores de bajos ingresos han incorporado progresivamente, desde la década de 1990, hábitos alimentarios con dietas monótonas, y han perdido la diversidad de su canasta de alimentos, sustituyéndola por hidratos de carbono.

La obesidad es alarmante en los escolares, aumentando un 19,4% entre 2007 y 2012, como lo señala la encuesta respectiva a ese ámbito. Asimismo, esta tendencia se refleja en las encuestas nacionales de factores de riesgo realizadas en 2005, 2009 y 2013, aumentando 43,4% entre 2005 y 2013, en los mayores de 18 años. Estos datos señalan la importancia del sobrepeso en todos los grupos de edad, reflejo de la epidemia global de obesidad, como lo ha señalado la Organización Mundial de la Salud.

Analizar cada rincón del mundo, el país y la provincia, resulta tedioso y nos desubica del contexto. Por lo que debemos recaer una y mil veces en este Junín que nos escandaliza mucho más que la acción de meter la mano en el bolsillo o poner los brazos para ayudar.

Y EN JUNÍN ¿DÓNDE ESTÁ EL PILOTO?

El piloto es el administrador de la comuna, esa que es la casa de todos y que junta el dinero de las tasas y distribuye los recursos nacionales y provinciales que nos llegan y pertenecen, para poder estar todos mejor.

El que advertido de que la miseria llegaba, se puso a vender historias de cambios que no cambiaron y que siempre quedaron abiertas sin ningún fin y con un colorido principio.

¿Y qué nos pasó? Que hoy tenemos un distrito donde sólo la solidaridad cuenta y se abren merenderos por doquier para que los chiquitos vulnerables no sean aún más en su adolescencia y adultez por haberles faltado alimentación de calidad. Que los abuelos no se nos mueran de hambre porque comen salteado ya que entran en el círculo vicioso de “hambre-enfermedad-medicamentos” cuyo final es previsible.

Y arranca la vorágine exaltada ahora por las redes sociales y los sitios de ayuda se multiplican, tanto como los pedidos de donaciones y no se hace a tiempo para contener a tantos desvalidos por la política de la exclusión y casi que debiéramos terminar en una cadena de oración por los niños y abuelitos como piden algunos.

¿Y qué es un merendero? Es un local que se abre pero no para un fin productivo y generar recursos y empleo, sino para alimentar bocas que no hallaron fin productivo que los contenga y les dé recursos y mucho menos aun un empleo.

Y si bien su nombre remite a pensar que dará la merienda, en verdad será para muchos la única comida del día, para otros incluirá también la cena y seguramente habrá casos en que se prodigue abrigo, zapas, cuadernos y lapicera.

Hoy la solidaridad de los que zafan permite sumar ayuda a los que no tuvieron esa suerte.

¿Es suerte? No, es desigualdad.

No es la meritocracia pregonada por funcionarios que compiten abrigados y calentitos en el confort de un automóvil, jugando una carrera contra el que desnudo, desnutrido y en patas tiene que hacerlo por el ripio.

Y los representantes del Estado “competente” que se sienten ganadores y meritorios, siguen impávidos el recorrido de la miseria, creyendo en su interior que cada uno tiene “lo que se merece”.

¿Acaso nadie se hará cargo de lo advertido y seguiremos con este tren de exclusivo festival financiero de los aprovechadores?

Y cuando la solidaridad pareciera enaltecernos, es tiempo de preguntarse si no nos hace más miserables.

Y en esta ciudad evangelizada para expiar culpas y no para reconocer pecados, vale recordar a San Agustín y su “Los que no quieren ser vencidos por la verdad, son vencidos por el error”, para terminar de dar un cierre a una crónica calamitosa de la vida política que terminó impactando en la vida social (si se puede llamar vida) de todos los juninenses.

EL TEXTO ORIGINAL FUE PUBLICADO EL SÁBADO 13 DE JULIO 2019 EN NUESTRA EDICIÓN IMPRESA   
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