viernes 19 de abril de 2024

CULTURA | 26 jul 2019

CINCO AÑOS ATRÁS MORÍA OSVALDO MONTES

El “Marinero” que hizo lagrimear al bandoneón…

Fue primer fueye en grandes orquestas, como las de Enrique Mario Francini, Miguel Caló, Leopoldo Federico, Atilio Stampone, Carlos García, Mariano Mores y Horacio Salgán, entre otros grandes músicos.


Por: Ismael A. Canaparo

Hace cinco años se silenciaba uno de los bandoneones más gravitantes de la historia del tango: el ejecutado por un singular y meticuloso maestro, Osvaldo José Montes. “El Marinero”, como se lo conocía, había nacido en Rosario el 8 de enero de 1934. Murió, a los 80 años, en Buenos Aires, el 4 de julio de 2014.

El apodo surgió en la época en que Montes cumplía con el servicio militar. Y él lo cuenta en primera persona. “Con 20 años, estaba en Buenos Aires haciendo el servicio militar en la Armada. Tenía que volver al buque, y me quedaba poco tiempo para cumplir con los trabajitos de músico. Además, no tenía otra ropa. Así que iba a tocar a todos lados con mi trajecito de marinero, de ahí me quedó el nombre. Un día estaba en Radio El Mundo y vino un señor a decirme: “¡¿Dónde se cree que está, en un corso?!”. “¿Y usted quién es?”, le pregunté.  “Capitán de navío Fulano. Llego a encontrarte otra vez tocando el bandoneón con esa ropa y te mando a Martín García”, me respondió. Le lloré tanto, que al final nos hicimos amigos. Le di tanta pena que terminó prestándome un traje para cambiarme”.

Montes comenzó a estudiar música cuando cursaba la escuela primaria. A los ocho años su padre estaba internado y la madre, que iba todos los días a cuidarlo, le compró un bandoneón para que aprovechara el tiempo libre. Fue alumno de Egidio Presenti y tomó lecciones de Pedro Caifano y Antonio Ríos. Estudió armonía con René Teseo y Alberto Coronato y, ya en edad madura, su pasión por el conocimiento de la música lo llevó a estudiar trompeta durante tres años en el Instituto del Teatro Colón.

A los 12 años, después de estudiar con ese afamado profesor que fue Egidio Presenti (dio cátedra a muchos fueyes rosarinos), se incorporó a la orquesta de Raúl Bianchi, en la que cantaba Alfredo Belussi. Con esa edad tocaba en el cabaret y el padre lo llevaba y lo iba a buscar. Allí permaneció doce años, al extremo que se lo nombraba como “el pibe de Bianchi”. En 1955 se radicó en Buenos Aires y enseguida se incorporó a la orquesta de Miguel Nijenson.

En esa época, la movilidad de los músicos era algo normal en las grandes orquestas de tango, de modo que unos y otros tocaran en unas y otras formaciones. Osvaldo Montes no fue la excepción y se integró con muchos de los mejores conjuntos entre 1959 y 1962. Por ejemplo, en la fila de bandoneones de Enrique Mario Francini, Armando Lacava, Miguel Caló, Angel Domínguez y Enrique Alessio. Por esos años también acompañó a los cantores Alberto Marino y Siro San Román.

En 1962 ingresó a la orquesta de Leopoldo Federico, que acompañaba a Julio Sosa. “El momento más brillante de mi musicalidad, fue actuar con Leopoldo Federico y con Julio Sosa. Sentía mucha admiración por el cantor, era un trabajador del escenario. El estar con él me enaltecía, me enorgullecía, también tocar con Federico, con Rossini, eran capos, capos”, solía confesar Montes. A su vez, Federico decía lo siguiente: “Fuimos con la orquesta a Rosario a tocar con Julio Sosa. Estábamos cenando, no recuerdo en qué lugar, cuando alguien dijo que allí había un pibe que tocaba fenómeno. Lo trajeron a la mesa y era todo un pibe, la verdad. No recuerdo la edad que tendría, pero le sirvieron unos ñoquis, que casi se le caían en las rodillas y, delante de todos nosotros, se puso a tocar. Nos maravilló. Lo que menos me iba a imaginar yo que, con el tiempo, iba a ser mi primer bandoneón”, agregando enseguida: “Y tenemos un estilo bastante parecido, el de andar transitando de un lado para el otro con distintas agrupaciones. En muchas en las que él toco yo también toqué. Tuvimos un destino similar, de tener que ir a enfrentar de repente y cumplir con un compromiso en una orquesta donde todo era de golpe, sin tiempo para ensayar, de apuro. Y siempre fue al frente con toda la valentía y con toda la humildad. Vivimos momentos muy felices, tocando juntos”.

Tras la muerte del cantor uruguayo, se sumó a otras orquestas, entre ellas la de Horacio Salgán, que se formaban para realizar salidas internacionales por el continente americano. También trabajó durante una década en la orquesta de Mariano Mores, con quien viajaba todos los años en gira por el Caribe.

Luego, el rosarino se incorporó al Quinteto Buenos Aires, con el que tocó entre 1968 y 1971, alternando con otros conjuntos y viajando a la Unión Soviética y a países americanos, como Colombia, Perú, Costa Rica y Brasil. A su regreso ingresó a las filas de la orquesta de Atilio Stampone, con quien se presentó en Carnegie Hall (Nueva York), y luego se agregó al octeto del maestro y volvió a ser reconocido con otro mote en el ambiente artístico, ahora como “El ángel del bandoneón de Stampone”, con quien desarrolló una intensa labor en Caño 14.

La experiencia acumulada por el bandoneonista, en una carrera profesional sin fisuras, le permitió sumarse a elencos estables como la Orquesta del Tango de Buenos Aires, organismo que integró por más de 30 años y donde compartió actuaciones con quien fue su socio artístico ideal: el guitarrista Aníbal Arias. Con este compañero de escenario formó una dupla fantástica que les permitió armonizar casi de memoria y alcanzar grandes alturas expresivas. Juntos realizaron doce giras por Japón (país donde Montes también actuó con Antonio Agri y Néstor Marconi). Ambos tienen dos discos que son tesoros para quienes intentan remontar el tango hasta sus orígenes profundos y reflejan, si se quiere, la producción editorial cuasi solista de Montes: “Juntos por el tango” y “Bien Tanguero”. Al respecto, relató la colega Karina Micheletto en Página/12 de junio de 2007: “El guitarrista y el bandoneonista conforman un verdadero dúo: cuando tocan se les nota que se conocen desde hace rato, que se adivinan las mañas. Y que aprendieron a entenderse. Cuenta Montes: “A veces estoy media hora tocando con los ojos cerrados, no tengo idea de lo que pasa a mi alrededor, pero sé que Aníbal está ahí conmigo. No necesitamos mirarnos”. “¡En realidad, a mí me gustaría que me mire, pero él nunca me dio el gusto!”, interrumpe Arias, sin perder la sonrisa. “El está acostumbrado a cerrar los ojos, ¡no sé si es por inspiración, o porque le da sueño! (risas). A veces tengo necesidad de hacerle una seña para marcar una parada, o porque nos equivocamos, porque somos seres humanos. Podemos agarrar por la banquina, dar vuelta carnero...”

Osvaldo Montes realizó un incontable número de grabaciones acompañando a diversos cantores, como su admirado Julio Sosa, Néstor Fabián, Alberto Marino, Floreal Ruiz, Edmundo Rivero, Roberto Goyeneche, Nito Mores, Mercedes Sosa, Libertad Lamarque y Mercedes Simone. “El Marinero” recordó ese momento: “En tango y en folklore, acompañé a Dios y a María Santísima. ¡No lo hice con Gardel, Corsini y Magaldi  simplemente porque no llegué a tiempo!”

Integrando el Quinteto de Buenos Aires, entre 1968 y 1971 viajó por la Unión Soviética, Colombia, Perú, Costa Rica y Brasil. También tocó en el Carnegie Hall de Nueva York con la orquesta de Atilio Stampone. Integró la Orquesta de Tango de Buenos Aires y con el guitarrista Aníbal Arias formó un dúo que realizó presentaciones en Japón y otros lugares. En este país también actuó junto a Néstor Marconi y Antonio Agri.

Montes también hizo labor docente. Entre otros lugares, enseñó música de tango en Copenhague y en la Sociedad Argentina de Autores y Compositores. Participó de la banda sonora de “Tango feroz” (1993), en el documental “Tango, un giro extraño” (2005), dirigido por Mercedes García Guevara y en la de “Una sombra ya pronto serás” (1994). En junio de 2013 recibió lo que sería su última y tardía caricia al corazón: fue galardonado como “Personalidad Destacada de la Ciudad en el ámbito Cultura” por la Legislatura porteña.

Montes textual

“Grabé con muchos cantores; con Néstor Fabián en la orquesta de Atilio Stampone, casi mi hermano. Grabé con Alberto Marino, con Floreal Ruiz, con Edmundo Rivero, con Roberto Goyeneche. He trabajado con Alfredo Gobbi, con Miguel Caló, con Mariano Mores y su hijo Nito. También, con Pedro Laurenz, con el Quinteto Real, con Horacio Salgán, mucho con Libertad Lamarque y con Mercedes Simone. No sé a quién no he acompañado en una grabación. También viví muchísimos años al lado de Alfredo Belusi, cantor de José Basso y de Osvaldo Pugliese. Cuando murió Alfredo, se fue el amigo más grande de toda mi existencia”.

“¿Hay algo más lindo en el mundo que viajar? Tuve la fortuna de tocar en trece ciudades de las quince capitales de las repúblicas socialistas. Es increíble que sin saber el idioma, la cantidad de cartas que me llegaban, expresándome su afecto. Pero no cabe duda de que, no obstante todos los viajes y todas las cosas que he hecho, nada me pegó tan duro como estar al lado de Julio Sosa. Después seguí con los viajes. Fuimos a Holanda, Bélgica, Dinamarca. En Copenhague enseñé a tocar tango en una escuela musical bellísima y también en el Museo Smithoniano de Washington”.

“Bueno, Japón es casi como mi casa, tengo amigos a patadas. Hemos tocado doce veces, la mayoría con Aníbal Arias. También lo hice con Antonio Agri, con Aníbal Marconi, que es uno de los grandes en el mundo. En Japón alguien me gritó: “¡Maestro, es un honor tenerlo en casa!”, y yo me acordé de mi madre que me ayudaba a las tres de la mañana a estudiar el bandoneón”.

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