jueves 28 de marzo de 2024

CULTURA | 21 ago 2019

Eladia Blázquez, la brillante poetisa del tango

Su obra, bella y profunda, enmarcada en un lenguaje distinto, fue una constante búsqueda de nuevos paisajes, adornados con la riqueza de imágenes que supo transmitir, acaso sin proponérselo.


Por: Ismael A. Canaparo

Dentro de pocos días se cumplirán catorce años de la muerte de Eladia Blázquez, la recordada “Autora de Buenos Aires”, cantante y compositora de tango, muy querida por el público en virtud de su arte y coherencia. Había nacido en Gerli, partido de Avellaneda, el 24 de febrero de 1931.  Falleció el 31 de agosto de 2005, en la clínica Bazterrica, a los 74 años, víctima de un cáncer terminal que padecía desde tiempo atrás.

Del mérito de sus poesías tangueras ya hablarán los técnicos, los especialistas y los referentes. Sin embargo, a mí se me ocurre que por el colador inexorable del tiempo (qué, como se sabe, es el que hace las antologías definitivas) pasarán con éxito la originalidad de sus temas. Eladia ha escrito sobre cosas que al principio a muy pocos interesaban y que luego se fueron transformando en referencias exactas de un modo de ver la realidad, como “El corazón al sur” y “Honrar la vida”, dos de sus emblemáticas figuras, donde deja caer una cierta “felicidad estética”, para luego impregnar a raudales el vértigo de su creatividad.

Siempre, o casi siempre, se habla de las cosas cuando las cosas suceden. La deducción no es muy original, porque, al fin de cuentas, no se puede hablar de lo que no ocurre. Pero existen circunstancias que se pueden advertir antes de que se concreten. No es necesario tener una percepción especial. Y en tal caso, uno se lamenta. La muerte de Eladia Blázquez nos puso frente a la disyuntiva de tener que reprocharnos: ¿por qué no la frecuentamos mucho más? ¿por qué no disfrutamos a pleno su rara habilidad de combinar notas y palabras? ¿por qué no impulsamos antes una seductora secuencia de admiración? Habría que hacerse muchas preguntas, buscando reverdecer una atenuada capacidad de ver y de escuchar. Lo mismo ocurre con nuestros amigos muy queridos. Están allí, al alcance de la mano, pero no regamos como es debido esa hermandad, en un constante reto a la indiferencia.

Los diarios anunciaban el jueves 1º de setiembre de 2005: “Ayer murió Eladia Blázquez”. ¿Estaba viva? ¿Está vivo el tango que ella reflejó? Era una desconocida para millones de argentinos. Una cáscara hueca, una cáscara de comentarios, elogios, reverencias sin que pudiera recordarse por qué. ¿Alguien sabía que esa valerosa mujer había sido una formidable poeta y cantante, autora del fantásticamente genial “Mi ciudad y su gente”? Al parecer, nadie estaba enterado que Eladia inició en los 60 el período de la renovación, cuando ya el tango iniciaba su interminable tobogán. Fue la que tiró el corcho para no zozobrar.

Así como Nelly Omar, con su voz de glicinas y cascabeles, se transformó en “la Gardel con polleras”, Eladia Blázquez fue “la Discépolo con faldas”, apodo que ensayó alguna vez como metáfora Julio Nudler (un gran periodista, fallecido años atrás) y que después, él mismo, calificó como “excesiva”. Lo cierto es que ella tuvo siempre una visión crítica, incisiva y escéptica, pero sus versos nunca dejaron de arrastrar pétalos de esperanzas, dentro de excitantes pasajes para alimentar el pensamiento y el análisis. En “Sueño de barrilete”, otra bellísima canción, nos habla de la niñez y del amor, entrecruzando melancolías y recuerdos: “Yo quise ser un barrilete/ buscando altura en mi ideal,/ tratando de explicarme que la vida es algo más/ que darlo todo por comida./ Y he sido igual que un barrilete/ al que un mal viento puso fin./ No sé si me falló la fe, la voluntad,/ o acaso fue que me faltó piolín”.

Todo ella, en verdad, merecía una reflexión especial por los constantes giros que utilizaba cuando expresaba una queja. Por ejemplo, su remordimiento más notorio fue no haber tenido hijos: “Afirmar que me siento realizada como mujer es una verdad a medias. Cuando uno nace para el amor y para los afectos, la única manera de encontrar la plenitud es siendo madre y esposa. No hay nada que reemplace el calor de una familia. Y a pesar de que nunca me arrepentí de las decisiones tomadas, pienso si no será una deuda pendiente no haber tenido un hijo. No haber formado un hogar como yo lo concebía. La verdad es que en el amor no se me dieron las cosas. Preferí cantarle al amor y escribir sobre él antes que sentirlo en mi piel. Puse en boca de otros mis emociones”, dijo hace treinta años.

Poseía una proverbial ironía, pero también solía instaurar rápidamente algo así como un estado de sinceridad en su máxima pureza, por medio del cual se conseguía hablar con ella verdaderamente de música. “A nivel de la creación, el tango es muy machista. Pero me aceptaron. Terminaron bancándome como se acepta una gripe. Nunca sufrí discriminaciones, porque no me enganché. Nunca me importó los que veían un renovador y levantaban la guardia, tampoco los que discutieron a Piazzolla hasta el mismo día de su muerte. Yo hacía lo mío para otra gente. Finalmente los grandes del tango me trataron de lo mejor”, opinaba.

Tenía una predilección especial por las grandes mujeres del país y del exterior, aquellas que marcaron compromisos con la gente y establecieron puntos de coincidencias, muy lejos de la frivolidad. En 1976, cuando registró su tango más popular, “El corazón al sur”, ya tenía en su biblioteca una profusa documentación sobre las damas “distintas” en el mundo. Pero no ocultaba sus preferencias: “Cuando me siento abatida, me gusta recordar a Alicia Moreau de Justo, mi modelo de mujer en la adolescencia, que supo cuidar la imagen mientras luchaba por cambiar la historia. En aquella época la gran idolatrada era Eva Perón, pero yo no lograba ver en ella el ángel que todos veían”.

Dentro de su rica trayectoria, se destaca la edición de dos libros: “Mi ciudad y mi gente” y “Buenos Aires cotidiana”. También escribió letras para los folcloristas Ramona Galarza y Los Fronterizos. Recibió dos distinciones que la emocionaron muchísimo: “Hija dilecta de la ciudad de Avellaneda”, en 1988, y “Ciudadana ilustre de Buenos Aires”, en 1992. Tenía un gran talento para redactar lo que le dictaba su corazón. Pese a esa enorme capacidad y elocuencia, durante su carrera y todavía en la actualidad, sigue siendo muy criticada por los puristas tangueros, quienes la acusan de ser irregular respecto a la calidad de sus piezas musicales. Nada más lejos de la realidad palpable.

Como compositora, escribió temas de variados estilos, los que contaron siempre con intérpretes de primer nivel. Primero la atrapó la canción española, luego la melódica y sudamericana; más tarde, el folklore, y finalmente la atraparon el tango y la balada. Entre sus canciones más populares, figuran: “Qué vengan los bomberos”, “Bien nosotros”,  “El corazón al sur”, “Si te viera Garay”, “Sueño de barrilete”, “Mi ciudad y mi gente”, “Honrar la vida”, “A un semejante”, “Viejo Tortoni”, “Con las alas del alma”, “Si Buenos Aires no fuera así”, “Somos como somos”, “Sin piel”, “Prohibido prohibir”, “Si somos gente” y “Convencernos”. Le puso letra al emblemático tango instrumental “Adiós Nonino”, obra cumbre de Astor Piazzolla. Recibió el Premio Konex de Platino en 1995 y en 2005, ambos como mejor autor/compositor de tango de la década en la Argentina.

Seguramente con Eladia Blázquez pasará lo mismo que con Aníbal Troilo. Cuando el Gordo murió, fueron muchos los que se lamentaron por no haber oído jamás tan fantástica combinación de una orquesta y una voz, la del Polaco Goyeneche, en “San Pedro y San Pablo”, “Pa´lo que te va a durar” y “Barrio pobre”. ¿Habrá otra como ella? ¿Habrá otros como Raúl Berón, Floreal Ruiz, Fiorentino, Alberto Morán, Julio Sosa, Julio Martel, Ignacio Corsini, Oscar Serpa, Alberto Marino, Roberto Rufino, Carlos Dante, Angel Vargas?

Eladia irrumpió cuando el tango estaba en una patética decadencia, casi moribundo. Con ese dolor de domingo por llover, hizo brotar la necesidad de hacer poesía con lo propio, en la urgencia de expresar al barrio, a la ciudad, al recuerdo, a las tristezas, a la esperanza, al amor, al oxidado carrousel, a los malvones y al barrilete, acaso sin piolín.

Esto lo dijo en agosto de 2001

“En estos momentos todos tendríamos que cantar a la esperanza. La gente está muy desanimada y habría que revertir la situación. Sé que es difícil. Desgraciadamente, para los tiempos políticos, la vida de uno es nada, pero es la vida de uno. A mí me tocó vivir mi vida de frustración en frustración por el país, viéndolo, sufriéndolo. Tratando de salir para adelante, siempre. Esperemos que la gente tome conciencia y se haga más solidaria. Creo que tenemos una solidaridad facilista, la de la desgracia inmediata, pero falta la otra, la grande, esa que hay que tener para convivir con el vecino, con el otro”.

Hace 40 años cantó en Junín

Eladia estuvo en Junín el 21 de diciembre 1979, en el marco de una velada organizada por el Club Social. Esa noche compartió el escenario con talentosas figuras locales, como Omar Decarre, Oreste Lapadula y Juan Carlos Pagano.  Venía de ganar el certamen Cantata Cafayateña (una tierra de promisión, de poetas, músicos y artesanos), con el tema “Algo de eternidad”, interpretado por Raúl Lavié.

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