viernes 19 de abril de 2024

CULTURA | 30 ago 2019

UNA VOZ FUNDAMENTAL DE SU ÉPOCA

Cuando Libertad Lamarque hizo abrir las puertas del Crystal Palace

Era conocida como "La novia de América" o "La dama del tango" y fue una de las artistas de más larga actividad en América Latina


Por: Ismael A. Canaparo

Con apenas 21 años, una corta etapa de cancionista y luego de incursionar en el teatro con Olinda Bozán y Alberto Vaccarezza, Libertad Lamarque llegó a Junín rodeada de una aureola de enorme expectativa. Se presentó en la sala del cine teatro Crystal Palace el 13 de diciembre de 1929, acompañada por las guitarras de Gregorio Rivero, Nicolás Ferrari, Carlos Robledo, Enrique Medina Romero y Angel Las Heras. Según contó el poeta y escritor linqueño Roberto “Tito” Stéfano, gran amigo de quien esto escribe, “yo estaba presente y puedo garantizar que fue una noche de muchas emociones, ya que Libertad, además de tener una voz encantadora, lucía gran carisma y mucha simpatía. Recuerdo perfectamente que luego de cantar algunas canciones que había popularizado con la orquesta de Francisco Canaro (“Mocosita”, “Pato”, “Langosta” y “El ciruja”) y al ver a gente que se asomaba por los laterales, pidió que se abrieran las puertas del local, de manera que el público que se agolpaba en Sáenz Peña pudiera ver y oír el espectáculo. Con ese gesto, poco común, se ganó a la multitud, que la siguió aplaudiendo a lo largo de las dos horas del recital”. La actuación en Junín resultó parte de la larga gira que la llevó a recorrer diversas ciudades del país y de repúblicas vecinas, como Uruguay, Paraguay y Chile.

Libertad nació en Rosario el 24 de noviembre de 1908 y murió de neumonía, a los 92 años, el 12 de diciembre de 2000, en México, donde vivió gran parte de su vida. Apenas con 18 años ya había hecho muchas cosas: debutado profesionalmente, con incursiones en el teatro, en la radio, grabado su primer disco, se había casado con un apuntador de teatro (Emilio Romero) y tenido una hija Mirtha y estaba a punto de separarse de su marido, divorcio que recién ocurrió doce años después, para unirse definitivamente con el pianista Alfredo Malerba.

Ante el reproche de la alta sociedad porteña, en diciembre de 1931 se realizó en el Teatro Colón un concurso de tango. Con “La cumparsita” de Gerardo Hernán Matos Rodríguez, “Taconeando” de Pedro Maffia y “Caminito” de Juan de Dios Filiberto y Gabino Coria Peñaloza, Libertad conquistó al público, que le otorgó la mayoría de los votos y el título de “Reina del Tango”. El segundo premio quedó en poder de Rosita Montaner, la primera en registrar el tango “Recuerdo”, de Osvaldo Pugliese y Eduardo Moreno. El tercer lugar fue para Fedora Cabral. Entre las finalistas figuraría también Martha de los Ríos. Ese éxito la catapultó para ser considerada la primera figura femenina del tango.

Su debut en cine ocurrió en 1930, cuando protagonizó un filme mudo, “Adiós, Argentina”, de Mario Parpagnoli, mientras que en 1933 intervino en la primera película sonora argentina, “¡Tango!”, un musical en blanco y negro que se estrenó el 27 de abril, dirigido por Luis Moglia Barth, junto a un gran elenco, integrado por Azucena Maizani, Tita Merello, Luis Sandrini, Pepe Arias, Alberto Gómez y Mercedes Simone, con música compuesta por Homero Manzi, Juan de Dios Filiberto, Sebastián Piana, Rodolfo Sciamarella, Roberto Firpo, Manuel Romero y Juan Sarcione.

En total, abarcando la Argentina, participó en casi veinte películas: “Adiós, Argentina” (1930), “¡Tango!” (1933), “Ayúdame a vivir” (1936), “Besos brujos” (1938), “Madreselva” (1938), “Puerta cerrada” (1939), “La casa del recuerdo” (1940), “Cita en la frontera” (1940), “Una vez en la vida” (1941), “Yo conocí a esa mujer” (1942), “La cabalgata del circo” (1945), “Otra primavera” (1949), “La loca” (1951), “Ansiedad” (1952), “Cuando me vaya” (1953), “Yo, pecador” (1959), “Bello recuerdo” (1961), “La sonrisa de mamá” (1972) y “La mamá de la novia”. (1978). En México su producción fue más extensa y llegó a un total de cuarenta y un filmes, desde “Gran Casino (1947) hasta “La loca de los milagros” (1975). Como actriz fue la eterna sufridora, la mujer que hacía el papel de aguantadora, pese a su gran carácter. Sin embargo su faceta más importante fue como cantante, con más de cuatrocientos registros.

Según menciona el especialista y difusor Néstor Pinsón, Libertad grabó en la Argentina “alrededor de 241 temas, aunque podrían existir algunos más”. Y agrega que “sus más de 400 registros constituyen una cifra no alcanzada por ninguna otra cancionista argentina”. Este récord no equivalió a predominio. Es probable que una encuesta entre conocedores consagrase a Mercedes Simone como la más importante voz femenina del tango, mientras otros se inclinasen por Azucena, Ada Falcón o Nelly Omar, aunque no le faltarían votos a Carmen Duval o María de la Fuente. Libertad, por su estilo delicado y su refinamiento, quedó circunscripta a la clase media instruida, a esa franja social típicamente representada por las maestras, en tiempos en que el magisterio mantenía todo su prestigio.

Pinsón también cuenta que cuando fue contratada en 1926 por el sello Víctor, le pagaban 150 pesos por disco, debiendo por contrato grabar al menos uno por mes. Pero rápidamente le duplicaron la paga. El valor de su arte era en realidad incalculable: sólo había que esperar que madurara, como ocurría con el de Charlo (Carlos Pérez), otro de los auténticamente grandes. Aunque Lamarque le debe mucho de su gloria al tango, que le proveyó una inagotable fuente de inspiradas obras, éste le adeuda la escuela interpretativa que sentó y el haber impuesto la música rioplatense en, por lo menos, toda Latinoamérica.

Nuestro frecuentado periodista Julio Nudler publicó esta semblanza en la revista Radar de Página/12: “Como Carlos Gardel, llevaba apellido francés y tenía una asombrosa y natural aptitud para el canto. Su padre, Gaudencio Lamarque, un hojalatero anarquista, la bautizó Libertad y la incluyó en funciones destinadas a recaudar fondos para obreros en huelga. Pero en 1946 debió abandonar la Argentina por su enemistad con Eva Perón, con la cual había reñido durante la filmación de La cabalgata del circo. Para el momento de emigrar, con 37 años de edad, aunque aún estaba en la plenitud de su capacidad, ya había grabado lo mejor de su discografía. Esta alcanzó su cumbre durante el período, iniciado en 1936, en que la secundó la orquesta dirigida desde el piano y arreglada por Mario Maurano, aunque todas las épocas de esta artista son interesantes. De todas formas, quienes quieren apreciar a Libertad en su apogeo, allí donde nadie puede igualarla, eligen escucharla en tangos como “Tal vez será mi alcohol” (que la censura obligaría a transformar en “Tal vez será su voz”), “Fruta amarga”, “Tabaco” o “Ya estamos iguales”, entre otros registros admirables. En ellos luce su genio para entonar con exquisita musicalidad, pero sin por ello renunciar al toque dramático, al mohín si se quiere kitsch, a un ocasional sollozo irreprimible y a algún esporádico alarde vocal, que incluso las más grandes cantantes debían envidiarle”.

“Aunque en 1930 fue proclamada Reina del Tango en un concurso cuya final tuvo por escenario al Teatro Colón (hasta entonces sólo había sido, según el slogan, “la novia del tango”), Libertad nunca suscitó el consenso de los sabedores. No pocos la rechazaban por su presunta “voz de pito”, o simplemente no aceptaban su agudo registro, aunque en realidad el cuestionamiento era más profundo. Cuando surgió claramente como cantante, hacia 1926, estaban ya creciendo en popularidad voces como las de Rosita Quiroga, con su tono grave y su pronunciación rea, y Azucena Maizani, de fuerte temperamento y emocionante reciedumbre, que les permitían incluso cantar tangos de denuncia social”, concluye Nudler.

No hubo tal cachetada a Evita

En su autobiografía, Lamarque expresó que a partir de la asunción de Perón a la presidencia en 1946, no recibió más contratos para trabajar en el país, lo cual atribuyó a su relación conflictiva con la actriz Eva Duarte (posteriormente primera dama, esposa de Perón). También afirmó que había hecho todo lo posible para modificar su situación e incluso se entrevistó con la propia Duarte, pero todos los funcionarios y colegas negaban que existiera una prohibición respecto a su persona.

Lamarque explicó que nunca tuvo un vínculo cercano con Eva Duarte, pero padeció algunos inconvenientes con ella durante la filmación de “La cabalgata del circo” en 1945, de la que ambas formaron parte. Debido al desabastecimiento de combustible, Lamarque debía trasladarse en tren hasta los estudios cinematográficos al igual que otros integrantes. A los pocos días de haber comenzado el rodaje, la actriz se molestó por la impuntualidad de su colega Duarte que, además, llegaba a los sets en automóvil con el chófer de la intendencia. De acuerdo al historiador Felipe Pigna, “la excesiva tolerancia hacia Evita se debía al interés de Miguel Machinandiarena, productor de la película, por retener la concesión del Casino de Mar del Plata que, suponía, podía conservar consintiendo a la concubina del coronel Perón”.

En sus memorias, Lamarque relató que en una ocasión: “No quiero que la gente siga preguntando si le pegué una cachetada o no a Evita. Todo fue muy distinto... Ella no cumplía con su trabajo. Y eso a mí me molestaba. Por su retraso en la filmación de “La cabalgata del circo” yo debía esperar horas y horas. Estaba todo listo para rodar la escena y ella no aparecía. Llegó un momento en que nos agotamos. Hugo del Carril prefirió quedarse de pie, pero yo me fui a sentar, allí mismo, sin moverme de mi sitio. De pronto alguien dijo "ahí viene Eva" y se alborotó el avispero. Por primera vez le dirigí la palabra. Haciendo una enorme reverencia, doblándome en dos todo lo que pude, lo que me permitía el corsé que lucía durante el rodaje, le dije: "Buenas tardes..." Lo dije así, con furia, desde el alma. Ella se frotó las manos y, un poco nerviosa, miró a un lado y al otro y dijo ‘Bueno, vamos...’”. Lo de la cachetada quedó como una leyenda urbana”.

 

 

 

 

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