viernes 29 de marzo de 2024

OPINIÓN | 8 sep 2019

MIRADA EXTREMA

El planeta de los simios

Es tiempo de sacudir la palmera, bajarse del árbol y encontrar el hábitat que nos permita una vida protegida de los depredadores.


Escribe Andrés Rissolo, especial para Semanario

La tradicional concepción gradualista de la evolución del hombre desde la postura de mono hasta la actual ha sufrido una modificación con la aparición de restos denominados “Homo Habilis,” antecesor del “Homo Erectus”, que habitó en la convulsionada África hace 200 mil años, lugar donde se concretaron importantes cambios en la genealogía del hombre actual. El cambio postural y en las dimensiones ergonómicas de los primates concentran las investigaciones científicas que pretenden revelar por qué los homínidos permanecieron igual tanto tiempo y variaron después tan rápido.

Las hipótesis más convincentes son aquellas que especulan en el cambio del hábitat. La alteración de la vida diaria conmovió a la comunidad cuando debieron bajarse de los árboles en busca de alimento, mayor protección contra los depredadores, encontrar un lugar seguro donde dormir, la cercanía con las fuentes de agua y la defensa del nuevo territorio de otras comunidades, podrían explicar los cambios anatómicos y de comportamiento adquiridos.

Pero no se descarta además en dicho análisis que tanto el uso de herramientas como el desarrollo de la inteligencia se hayan dado por razones de imperiosa necesidad, por fenómenos de extrema urgencia vinculadas a las variaciones terrestres o meramente emergentes de la propia casta. Como siempre las respuestas convincentes para estos interrogantes no están a la vuelta de página de ningún libro, el compromiso de los investigadores científicos es el de legar al hombre los conocimientos de su propia evolución.

La espera de tales conclusiones provocan al menos una inquietante avidez por saber si lo sucedido con los primates en el continente africano se puede reproducir allende del Atlántico, en tierras sudamericanas, en Argentina más precisamente, donde la variación del hábitat del ciudadano común diariamente incrementa negativamente sus condiciones en lo que calidad de vida respecta.

Ciertamente no es por una cuestión de “emergencia” que la naturaleza plantea, antes bien se debe enfocar el punto en los sucesivos e infinitos desatinos producidos por quienes condujeron las masas, y cada quien profundizó más la pauperización reinante. Evidentemente, son problemas emergentes de esta casta, la cual no alcanza a desarrollar una inteligencia superior para dilucidar el inconveniente de una dirigencia caduca por otra que dignifique la vida del hombre.

Las perimidas fórmulas de simetría social ampliamente vociferadas desde el siglo pasado no fueron exitosas porque los dirigentes alteraron ciertos parámetros del algoritmo, ese precisamente que indica que las malas acciones y los delitos deben ser castigados. Liberados de cualquier punición, los impúdicos se hicieron dueños de los dividendos que debía mejorar la vida cotidiana, para producir una arrollada de inmensas dimensiones.  

Pero es cierto que cada vez que se quiere tratar el tema de las desigualdades sociales se acentúa una mayor decisión por no abordar el tema ni los ítems para mejorarla. Es clave para resaltar este flagelo la vivificación de la diferencia, de la separación. Muy bien llegan a los actuales parlamentos estériles peroraciones, apasionados y encendidos discursos que versan sobre inmigraciones, razas, culturas, patrioterismo, inseguridad, poder concentrado, la fe contra la razón,  el origen de la fuerza, etc. La génesis del problema es otra: la producción de fuentes de trabajo y producción genuina.

En un contexto tan cínico como es el entramado público patentizado en el pasado plebiscito, la farsa continúa con el sólo objeto de seguir manteniendo un sistema inservible, se cuenta la diferencia entre el primero y el segundo en puntos y porcentajes, se discute a viva voz el pasado y el presente, pero para el futuro ninguno de los oferente ha presentado su proyecto, las bases en que se fundarán sus actos.

Todo el mundo lo sabe, más de lo mismo. De ahí la perpetuidad de las desigualdades, necesidades sociales que son imposible de satisfacer por una vasta mayoría de la sociedad, que sin importar los ingresos absolutos de sus integrantes, las perturbaciones psicológicas que provocan disparan los índices de ansiedad, alcoholismo, depresión, adicciones, suicidios, muerte.

Las manipulaciones arteramente articuladas por los que pretenden ser protagonistas de la organización social en todos los niveles fue notoria la desafección de los candidatos con los electores, tanto más lejos de las preocupaciones de la gente cuando más cerca del intento por ingresar a un status que les permita bienestar, residencias, viajes y placeres.

En estos contubernios se alinean en Junín a Mario Meoni, el hombre que traicionara la confianza de Néstor y de Cristina, entrometido en las filas K, y al actual intendente Pablo Petrecca, alineado totalmente con Macri, ambos postulados para administrar los recursos de la ciudad. Un simple cambio en la conducción nacional y ninguno de los dos postulantes gozarían de la simpatía de los primeros mandatarios.

La estrategia contemporánea es la causa y efecto de esta realidad económica y social. Los propagandistas continúan influyendo que el infortunio generalizado de la actualidad está próximo a un cambio, con una lógica insostenible que al final siempre golpea a todos.

Como el “Homo Habilis” deberemos agudizar el ingenio, hacernos hábiles para reeditar los hábitos actuales para dar vida a las nuevas generaciones. Es tiempo de sacudir la palmera, bajarse del árbol, encontrar el hábitat que nos permita una vida protegida de los depredadores.

Al menos eso hicieron nuestros antepasados en momentos de una imperiosa necesidad y emergencia, y con ello nos permitieron llegar hasta nuestros días.

 

OPINÁ, DEJÁ TU COMENTARIO:
Más Noticias

NEWSLETTER

Suscríbase a nuestro boletín de noticias