viernes 19 de abril de 2024

CULTURA | 19 nov 2019

VOCALISTA DE VOZ RECIA

Juan Carlos Cobos, el gran cantor de Osvaldo Pugliese

Alberto Morán había estado bastante tiempo como único cantor de la orquesta de Osvaldo Pugliese y El Maestro decidió hacer una selección para encontrar un segundo cantor. Un músico le avisó de ello y Cobos acudió ilusionado a la prueba de la que emerge como ganador.


Por: Ismael A. Canaparo

Juan Carlos Cobos (Lorenzo Joaquín Pires, su nombre verdadero) es uno más en la extensa lista de los grandes cantores olvidados. Ni la cantidad de registros en su haber, ni el lugar que ocupa en la memoria colectiva tanguera, son representativos de este vocalista de excepción, cuya calidad supera ampliamente la media. Falleció en La Plata el 10 de octubre de 1999, a los 71 años. Había nacido en Punta Alta el 6 de mayo de 1928.

El Negro Cobos, de rostro amable y sonriente, tuvo la dura tarea de reemplazar a Jorge Vidal en la gran orquesta de Osvaldo Pugliese, a comienzos de 1953. Con la misma coloratura de voz de Vidal, barítono, grave, tuvo una breve pero muy aplaudida performance en la orquesta del maestro del clavel rojo, que llenaba todos los clubes de la ciudad de Buenos Aires y del interior donde se presentaba.

Por supuesto que en su etapa con la orquesta, debió “padecer” la presencia de Alberto Morán, la gran figura de la agrupación. En rigor, El Flaco arrastraba casi todos los aplausos y ovaciones, con hinchada propia, idolatrado por igual por la barra femenina y masculina. En ese contexto, Cobos  -enfrentado a un papel modesto- supo afrontar esa realidad y plantar bandera en el escenario, haciendo valer su gran postura y poder de interpretación.

En enero de 1954 se presentó por única vez en Junín, con la orquesta de Pugliese, en un baile organizado por el Club B.A.P., en la pista al aire libre  ubicada en su predio futbolístico de calle Hipólito Yrigoyen. El Maestro paralizó los corazones en un comienzo espectacular: “Mala Junta”, la memorable página de Julio De Caro y Pedro Laurenz. De inmediato, otro instrumental: “Gallo ciego”, de Agustín Bardi. En la tercera intervención, Cobos y Morán interpretaron a dúo una canción criolla de Carlos Gardel y Alfredo Le Pera: “Caminito soleado”.

Lamentablemente, grabó muy poco con Pugliese apenas siete páginas, entre el 28 de mayo de 1953 y el 13 de mayo de 1954. La lista: “Caminito soleado” (Gardel-Le Pera), a dúo con Alberto Morán; “Milonguera (José María Aguilar); “Olvidao” (Guillermo Barbieri-Enrique Cadicamo); “Es preciso que te vayas” (Juan Carlos Cobián-Celedonio Flores); “Picaneao” (Héctor Baldi-Enrique Cadicamo); “No es más que yo” (Luis Mandarino-Enrique Dizeo) y “Te aconsejo que me olvides” (Pedro Maffia-Jorge Curi).

“No es más que yo” y “Es preciso que te vayas” se destacan como piezas que retratan el sufrimiento del hombre traicionado por su compañera, un viejo tópico de la música ciudadana. Habría que hacérselas escuchar a más de uno que dice que “el tango es llorón”. Juan Carlos Cobos, con su voz e interpretación inequívocamente varonil y recia, encarna perfectamente la vertiente de lo que podríamos llamar "Tango macho". En tanto, “Olvidao” y “Picaneao” aparecen como dos composiciones especiales, pertenecientes a esa categoría de versiones de motivos camperos. La segunda página no registra muchas interpretaciones de otros directores y/o solistas, lo que le agrega valor documental. El historial cierra con tres piezas del repertorio gardeliano: “Milonguera”, “Te aconsejo que me olvides” y “Caminito soleado”. La primera de ellas fue el gran éxito de Cobos, su tango fetiche. La segunda es muy buena, ya que consigue recrearla, acentuando una vocalización "sobradora", canchera. Finalmente, “Caminito Soleado” es un dúo para la mejor antología del tango, junto al cantor estrella de Osvaldo Pugliese, Alberto Morán.

Pugliese, al igual que Troilo, tuvo una aguda percepción a la hora de elegir a sus vocalistas. En un homenaje que le tributaron en 1985 en Canal 9, el conductor del programa, Silvio Soldán, le preguntó acerca de qué cantores consideraba que se habían adaptado mejor a la orquesta. Y la respuesta de El Maestro no se hizo esperar. “Recuerdo perfectamente a tres de ellos. Roberto Chanel, Alberto Morán y Juan Carlos Cobos fueron los únicos cantores que se enchufaron profundamente en la manera, la forma y el contenido de la orquesta. Los demás fueron todos grandes estribillista, pero los que estuvieron enchufados bien adentro, como soldados a una manera de sentir la interpretación, fueron ellos".

El ex cantor Abel Palermo, fallecido en abril de 2014, realizó para la página “Todo Tango” una significativa semblanza de Juan Carlos Cobos. He aquí los trazos esenciales de ese recuerdo:

“A los 17 años, debutó con el Cuarteto Lucini, de La Plata, pasando luego a la orquesta del pianista Ernesto Darío Saborido. Fue convocado más tarde por la orquesta dirigida por el binomio Alberto Forti (pianista) y Jorge Parodi (violinista), compartiendo los cantables con Jorge Miranda. Para aquel entonces, Lorenzo había adoptado un nombre artístico: Alberto Ortiz. Con el tiempo, ambos cantores se convertirían en importantes figuras del tango pero con los nombres de Jorge Sobral y Juan Carlos Cobos, respectivamente”.

“A partir de 1951, la orquesta de Osvaldo Pugliese sufrió el alejamiento de su vocalista Jorge Vidal, quedando a cargo de Alberto Morán la única responsabilidad en los cantables. Al iniciarse el año 1953, el director resolvió incorporar a otro cantor y organizó una selección. Lorenzo, motivado por sus amigos, se presentó a la misma. Luego de algunas pruebas, resultó elegido. Seguramente, la causa de esa decisión se debió a la calidad interpretativa del postulante, a lo que se sumó, su registro de barítono —de muy buena coloratura—, su expresivo fraseo y la muy buena adaptación al ritmo de la orquesta. Comenzó en marzo de ese año, ya con su nombre artístico: Juan Carlos Cobos. En sus presentaciones, tanto en la radio como en los bailes, recibió una importante acogida del exigente público admirador de Pugliese”.

“Pienso que Cobos participó de la mejor época de Pugliese. Las presencias de Morán con sus éxitos: “Pasional” y “La última copa”, que paralizaban a las parejas al bailar y un Cobos que con su estilo entregaba su personalidad y talento, conmovían al público. También hay que agregar al irremplazable violinista Enrique Camerano, quien junto a Oscar Herrero, Julio Carrasco y Emilio Balcarce integraban la excelente batería de cuerdas. Sin olvidarnos de la viola de Francisco Sanmartino y, por supuesto, la línea de bandoneones con el querido Osvaldo Ruggiero, Jorge Caldara, Esteban Gilardi y Roberto Peppe, además de don Aniceto Rossi con su contrabajo y su inolvidable solo de “Canaro en París”. Es difícil olvidar esta etapa tan brillante, por eso al recordar a Cobos, no puede pasar por alto esta evocación y un recuerdo para Mario Soto, presentador de la orquesta”.

“Después, tuvo una breve temporada con Miguel Caló y una larga gira por Europa, con la compañía de Celia Queiro-Jorge Lanza, a mediados de 1955. Dado el éxito de la misma, decidió radicarse en España, y allí formar su propia compañía, integrada por bailarines y músicos. Presentó su espectáculo con mucho éxito en Francia, Italia, Bulgaria, Portugal, Yugoslavia y en los países escandinavos. Actuó también, en países con idiomas e idiosincrasias muy distintas a las nuestras, como Turquía, Grecia, Líbano, Irak, Libia, Egipto, India y Senegal”.

“A finales de la década del sesenta, emprendió el regreso al país, realizando algunas giras, pero ya radicado definitivamente en la Argentina. En Buenos Aires, podemos destacar sus actuaciones en Caño 14, en Michelangelo, en la televisión en los programas Grandes valores del tango, El tango del millón, entre otros. En 1978, graba su último disco, un larga duración para el sello BGM-Magenta. Escribió una docena de tangos, entre ellos la letra de “Me vi sin fe (en el remate)”, cuya música es de Carlos Olmedo.

“Parecía estar soldado a la orquesta”

“El Negro Cobos un gran cantante, no solo con Pugliese, sino en todo el mundo. Tuve la fortuna de apreciar sus dotes profesionales y los comentarios de su prolongada estadía en el exterior (en España, tuvo picos de excepción). Precisamente, en un show que ofrecieron por los años ochenta y pico en La Plata, junto con otro gran olvidado, Jorge Hidalgo, deslumbraron al público, que no dejaba de pedir bises. Parecía estar soldado a la orquesta del ‘Caballero del clavel rojo’.  En mi ciudad, muchos del palo, se ponían estúpidamente celosos de estos artistas que se atrevieron a ganar la noche porteña y del mundo”. (Pedro Colombo, licenciado en Periodismo en la UNLP y jefe de Deportes de varios diarios de La Plata).

 

 

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