

Por: Semanario
Son pocas las ciudades que conocen con exactitud cuántos árboles tienen. Junín es una de ellas, gracias a un censo realizado en la UNNOBA por un equipo que dirigió la doctora en Ciencias Agrarias y Forestales, Ana Clara Cobas, el año pasado.
La investigadora contabilizó todos los árboles de las veredas del casco urbano de Junín (sin tener en cuenta plazas ni plazoletas), los clasificó según la especie y determinó su estado sanitario. “Tenemos cerca de 28 mil árboles en el casco urbano”, arrojó Cobas como dato final y opinó: “Esto no es poco, si se lo compara con censos que se han hecho en otras ciudades”. Para tomar un ejemplo, Rosario posee alrededor de 1.228 árboles por km cuadrado, en tanto que Junín lo supera con 1.556 para la misma superficie.
Sin embargo, recorrer la ciudad implica encontrarse con cuadras donde se nota claramente en la época estival la falta de sombra, producto precisamente de la falta de árboles.
Frentistas que hacen lo que quieren con las especies, ya sea para podarlos salvajemente o arrancarlos de cuajo, sin que nadie del municipio preste atención al problema.
La anarquía en este sentido es total y absoluta.
El año pasado, las autoridades del Club Mariano Moreno procedieron a sacar todos los árboles de su vereda aduciendo rotura de cañerías, algo que nunca fue debidamente justificado, pero contó con la venia del amiguismo municipal.
Esos árboles no fueron repuestos en tiempo y forma tal lo indica la ordenanza respectiva, por lo que nuevamente la gestión actual falló al cumplimiento de la normativa.
Precisamente, la municipalidad de Junín tiene una ordenanza de protección de las especies arbóreas del espacio público que es la Nº 4515, sancionada el 6 de octubre de 2003.
El artículo 8, del capítulo 5, de la norma antedicha, recuerda que se establece “como época oportuna para realizar los trabajos de poda al lapso de tiempo comprendido entre el 15 de mayo y el 15 de agosto de cada año”, cuando en Junín, las tareas de poda parecen ser todo el año.
En el artículo 9 se indica que “la poda, corte de raíz y extracción de la Flora Pública se efectuarán solamente cuando razones de orden técnico, a criterio de la Autoridad de Aplicación, lo hagan aconsejable y en el caso de la extracción remarca los casos en que precisamente no se encuadraban las especies que nos competen tales como: Decrepitud o fin del ciclo biológico. Cuando se encuentre dentro de la ochava y obstaculice la visión del tránsito vehicular en el cruce de las calles. Cuando se trate de especies o variedades cuya experiencia demuestre no ser apta para su uso. Cuando por mutilaciones de diverso origen, se torne irrecuperable. Cuando por excesivo crecimiento, inclinación de su fuste, o forma inadecuada del mismo amenace con su caída o provoque trastornos en la circulación vehicular o peatonal. Cuando interfieran en obras de mejoramiento o apertura de calles. Cuando se encuentren fuera de línea con respecto al arbolado existente. Cuando obstaculice ingreso vehicular. Cuando obstaculice el acceso a edificios de carácter institucional”.
Sin embargo, hoy por hoy cualquier vecino que hace una nueva vereda saca el árbol, no deja espacio para la planta y se maneja a su antojo sobre un espacio que no corresponde al frentista sino a todos quienes recorren las calles de la ciudad.
RECOMENDACIONES
Los especialistas recomiendan que la tarea previa a cualquier decisión sobre el arbolado urbano es la del inventario.
El conocimiento acabado de la cantidad y distribución de las diferentes especies que componen la flora arbórea urbana es de relevancia para ordenar las tareas de poda, los tratamientos fitosanitarios, recambio de ejemplares, etc.
Algo que no está en los manuales de lo dictado por la municipalidad de Junín, ya que las muestras gráficas que acompañan esta nota dan muestran de veredas surcadas por peligrosos pozos donde debiera haber árboles. Veredas donde está el espacio vedado para colocar los árboles por decisión del frentista y, por ejemplo, podas que nada tienen que ver con lo indicado por la ordenanza y menos aún por lo que cualquier conocedor podría sugerir respecto a la sanidad.
Es menester entonces tener un inventario por cuadra, y más precisamente por frentista, considerando: especie, estado sanitario, diámetro de copa, clase de edad, conflictos con otros servicios públicos, para llevar adelante una buena gestión del arbolado público.
A los fines prácticos es preferible uniformar los árboles por tamaño, pero manteniendo el criterio de diversidad específica, labor que debe realizarse por calles o manzanas.
Entre las ventajas de esta actividad se destacan: estandarización de las tareas culturales con menores costos, menor vulnerabilidad ante las plagas específicas, riqueza estética, etc.
La gestión del arbolado urbano requiere de evaluaciones permanentes durante la época estival como en la invernal.
En verano permite el registro de ramas secas, enfermedades, plagas, árboles secos, ramas sobrecargadas de brotes y en invierno en función del relevamiento estival, la poda.
Por ello es necesario contar con una cuadrilla de mantenimiento estable, y con operarios capacitados.
De esta manera el arbolado urbano, junto a otros recursos culturales, se ligará estrechamente al patrimonio del ambiente urbano.