

Este auto tuvo varios colores, hasta encontrar en el azul y el rojo sus tonos definitivos, no la pasó tan bien cuando cambió de dueño un par de veces hasta que en 1997 la Municipalidad de Olavarría lo compró y lo declaró patrimonio histórico de la ciudad bonaerense. 'La Galera' original, el símbolo de los 'gringos' Emiliozzi, descansa en Olavarría.
La Galera que tanta fama logró y que atravesó el país de punta a punta nació de un desafío. A fines de la década de 1940 los Emiliozzi, que hasta allí armaban sus propios Ford A y Ford T para competir, dejaron de correr y quizás no hubieran reiniciado la actividad si no fuera porque otro olavarriense, Jacobo Falick, les pidió hacia 1949 que le preparasen un TC. Falick logró algunas buenas perfomances, pero un día que abandonó en Entre Ríos, comentó que la culpa era de los Emiliozzi porque solo sabían preparar Ford T y nada más. Entonces los Gringos dijeron: “¿Ah, no?” Y ahí nació La Galera…contó el periodista Diego Durruty en Automundo.
Los gringos compraron un auto equipado con un motor V8 de 3.622 cm3 con válvulas laterales, lo normal en la serie de 37.326 unidades que salieron de la planta de Ford Motor Company. Su potencia estaba cercana a los 85 HP. Sin embargo, los Emiliozzi optaron por construir artesanalmente su propia versión del V8 59AB aprovechando las libertades del reglamento. Se destacaba por tener válvulas a la cabeza, algo que asombró a los técnicos de Ford en Detroit cuando se enteraron de la solución años después durante una visita de los Emiliozzi a la fábrica estadounidense. No solo quedaron sorprendidos por la arquitectura del impulsor, sino porque con esa vieja cupecita superaban los 200 km/h, desde el mismo momento que apareció.
Obviamente, en las primeras carreras su desarrollo tuvo sus contratiempos por roturas en la tapa de cilindros, cojinetes y las cubiertas (no aguantaban la velocidad). Sin embargo, las satisfacciones llegaron en el momento adecuado. Tres años después del debut, en la Vuelta de Chacabuco, La Galera consiguió su primer éxito y los Emiliozzi demostraron que habían llegado al TC para hacer historia con ese auto que se destacaba por su potente planta motriz capaz de erogar 220 caballos, y su gran altura, característica que inspiró su apodo.
Durante algún tiempo se dijo que La Galera, el Ford de 1939 que usaban los hermanos Dante y Torcuato Emiliozzi, era el vehículo más ganador de la historia del Turismo Carretera con 43 victorias y cuatro títulos consecutivos entre 1962 y 1965, en una etapa que se extendió durante 17 temporadas. Sin embargo, algunos amantes de los guarismos afirman que en realidad tal honor le corresponde a otro Ford ‘39, el que le pertenecía a Juan Gálvez. Según investigaron, ese auto fue utilizado por Juancito entre 1947 hasta su muerte en 1963 y en ese período conquistó 45 triunfos, además de sus nueve coronas (1949, 1950, 1951, 1952, 1955, 1956, 1957, 1958 y 1960). Sin embargo, La Galera se destaca por haber llegado hasta nuestros días tal cual la corrieron los Gringos.
La Galera se despidió de la década de 1950 con solo siete triunfos, suficientes para movilizar al ambiente y dejar claro el potencial de su motor con válvulas a la cabeza. Sin embargo, en 1956 hubo un cambio de reglamento técnico que les impidió seguir con ese desarrollo innovador. Equiparon al auto con un impulsor con válvulas laterales y se mantuvieron en la pelea por la punta. Aunque la victoria les era esquiva, los Gringos jamás se rindieron. “En la próxima será”, contestaban invariablemente después de cada abandono.
Dante y Torcuato, 'Los Gringos' de Olavarría y la mítica 'Galera'
Desde su Olavarría natal, los Emiliozzi se convirtieron en los grandes rivales de otros dos hermanos: los porteños Juan y Oscar Gálvez, que se habían alternado como campeones entre 1947 y 1961 (con el paréntesis obligado por el título de Rolo de Álzaga en 1959). Entre 1962 y 1964, La Galera y los Emiliozzi fueron imparables con 25 victorias y cuatro coronas consecutivas.
La Galera dejó de ser una simple cupecita para convertirse en “la” cupecita el 31 de marzo de 1963 cuando los Emiliozzi ganaron la Vuelta de Necochea a un promedio de 203,526 km/h (recorrieron 740 kilómetros en 3 horas y 37 minutos). Así se convirtieron en los primeros en romper la barrera de los 200 km/h de media. Aunque tampoco debe olvidarse aquel éxito en el Gran Premio Internacional Dos Océanos de 1965 entre Mar del Plata y Viña del Mar (Chile), que de algún modo fue una prueba que confirmó la regularidad y la superioridad de este auto nacido en 1939.
Con ambos retirados de las pistas -cuenta Durruty- La Galera se convirtió en uno de sus bienes más preciados, aunque Torcuato no dudó en desprenderse del vehículo cuando Dante comenzó a tener problemas de salud y escaseaba el dinero para su tratamiento. Tuvo dos dueños más que la usaron como “auto de paseo” y hasta uno de ellos le cambió el color. En 1997 La Galera fue puesta nuevamente en venta y fue ahí cuando la Municipalidad de Olavarría la compró y la declaró patrimonio municipal para evitar que pudiese dejar la ciudad que hoy tanto la idolatra.
“Si es el auto más ganador o no es muy relativo para mí. El gran valor de La Galera es que se conserva tal cual la prepararon los Emiliozzi. El gran valor que tiene es que se trata del único Turismo Carretera campeón de esa época que está en las mismas condiciones en las que corrió”, afirma con seguridad Irma Emiliozzi, hija de Torcuato, escritora y autora de dos libros que relatan las vivencias de su padre, de su tío, de su familia y de este mítico vehículo.
Seguramente si La Galera hablara tendría muchas cosas para contar. Como cuando llegó a Olavarría para dejar de ser una cupé de lujo y transformarse en un TC. También relataría con muchos detalles esa charla entre los hermanos en la que acordaron que solo la manejaría aquel de los dos que sumara puntos primero. Y, obviamente, diría que lloró ese 24 de enero de 1989 cuando Dante, el que finalmente la condujo durante tanto tiempo, decidió dejar este mundo y que lo volvió a hacer el 14 de febrero de 1999 cuando el que se marchó fue Torcuato, justo unas horas después de haber disfrutado de un viaje a más de 200 km/h…
Hoy la Galera descansa en Olavarría, tal como lucía cuando escuchaba los gritos y sentía las caricias de sus dueños. Ahí está, para mantener en alto el nombre de un apellido ilustre para el automovilismo nacional.