lunes 16 de junio de 2025

LOCALES | 14 may. 2020

editorial

Virulencia

Los funcionarios de las dependencias municipales y provinciales han mostrado no estar a la altura de los acontecimientos y terminan simplemente ocupando un lugar, literalmente hablando, lo cual resulta de peligrosidad e inquietud para muchos habitantes del distrito. Eso sí, con tapabocas


Por: Semanario

La pandemia que atravesamos nos ha puesto a reflexionar acerca de diversas cuestiones que tienen que ver con la existencia y los surcos que trazan las vicisitudes.

Una situación sanitaria que jamás ocurrió y que precisamente por la sorpresa se transforma en un torbellino de interrogantes.

Sin embargo, estos interrogantes parecen entrecruzarse con otros que llevamos pendientes y que nunca nos hemos impuesto erradicar, así como parecen coincidir todos en la idea contra el Covid 19.

Hoy la virulencia nos remite a la temática sanitaria, pero la virulencia de la que venimos está depositada en cada situación de violencia doméstica a la que asistimos, ya sea como víctimas, como victimarios, como cómplices, como defensores, como observadores, como encubridores o como meros sujetos pusilánimes.

La agresividad de un microorganismo parece haber sensibilizado a individuos que, antes de ello, han mostrado plena insensibilidad a la agresividad propia de un sistema, compuesto no por virus sino por instituciones obsoletas y con funcionarios timoratos.

Esa violencia cotidiana que nos afecta desde siempre es mucho más dañina que cualquier otro problema sanitario, porque se ha generado y naturalizado en la comunidad debido al egoísta proceder de un sistema que se retroalimenta a partir de los propios afectados, aunque esto parezca inverosímil.

Si bien se podría recurrir a la historia para justificar el pasado violento de la humanidad, no es menos cierto que hemos vivido en cavernas sin conocer el fuego que hoy logramos con girar la ruedita de un encendedor.

Pero esa confortabilidad parece no haber cambiado el gen violento que busca justificaciones incoherentes para dispararse, ya sea por parte de un femicida con una acción o de una mayoría por omisión.

Diariamente somos ejecutores, receptores u observadores de situaciones violentas, en casos incluso en que no nos damos cuenta, como si se tratara de un virus que nos hubiera interferido.

Diariamente contamos las muertes por violencia pero no los “contagios” severos o leves.

Violencia contra las mujeres, los transgéneros, los ancianos, los niños. Acoso sexual, escolar, laboral. Abusos varios. Manifestaciones virulentas cotidianas a las cuales asistimos sin tapabocas.

Situaciones que se producen incluso desde los medios de comunicación, con hombres de prensa que no han entendido -por discapacidad intelectual- que su tarea es de servicio hacia la comunidad y que no deben servirse de ella y mucho menos activar mecanismos que generen violencia, sino por el contrario promover su erradicación.

Hoy son las organizaciones y colectivos locales las únicas que arrojan un poco de luz respecto a estas situaciones.

Los funcionarios de las dependencias municipales y provinciales han mostrado no estar a la altura de los acontecimientos y terminan simplemente ocupando un lugar, literalmente hablando, lo cual resulta de peligrosidad e inquietud para muchos habitantes del distrito. Eso sí, con tapabocas.

 

 

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