

Una sensación de alivio, alegría, entusiasmo y emoción se concentraban ese soleado 30 de octubre de 1983. Era el principio y era el final. Se iniciaba una etapa en la que la palabra Democracia adquiría un valor inconmensurable y terminaba el más trágico y horroroso episodio de la historia argentina.
Para aquellos veinteañeros que votaban por primera vez era la concreción de un sueño. El miedo y el silencio habían sido los dueños de todos esos años anteriores.
A principios de diciembre del año anterior, Alfonsín lanzó su candidatura a presidente colmando el Luna Park. Ese día aparecieron bombos, muchos pibes y el dirigente de Chascomús terminó el acto saludando con sus manos entrecruzados hacia un costado, un saludo que luego quedó como sello imborrable de su campaña.
El 16 de diciembre de 1982 los jóvenes radicales sorprendieron por la multitud que sumaron a la Marcha del Pueblo por la Democracia y la Reconstrucción Nacional, convocada por la Multipartidaria. También fueron militantes del PI, de la Democracia Cristiana, del MID y del PJ.
Ya en 1983, radicales y peronistas concentraban la atención de la gran mayoría de los argentinos. El entusiasmo ganaba las calles y se percibía un interés superior por la política. En las esquinas de la Capital, grupos de 20 o 30 personas defendían sus posturas a viva voz. No eran discusiones tensas, eran debates llenos de pasión y de esperanza. Cada vez más revistas, más información, más artistas en las calles, permitían avizorar la Argentina que se venía.
Fue natural que los jóvenes se volcaran hacia el candidato que mostraba modernidad y discurso progresista, pero además, tras 7 años de muertes, de violencia, con una guerra como sangriento epílogo del Proceso militar, fue más atractivo el slogan «somos la vida» al «somos la rabia» que el peronismo debía explicar.
Llegó el 30 de octubre y el electorado se polarizó de un modo extraordinario. Como se preveía ganó Alfonsín. La UCR sacó el 51,75 % de los votos y el PJ el 40,16. El tercero fue el PI de Oscar Alende con el 2.33%.
La Democracia había llegado. Nacía el desafío de lograr que se quede para los tiempos, y para eso comenzaba a correr la consigna de que «siempre la peor de las Democracias es mejor que la mejor de las dictaduras», aunque resulta inadmisible que una dictadura pueda recibir el calificativo de «mejor».
EN JUNÍN
En nuestra ciudad fueron ocho los candidatos que se presentaron a competir por el cargo de Intendente. En total, 48.945 juninenses se volcaron a las mesas habilitadas para emitir su sufragio. La Unión Cívica Radical se impuso en los comicios a nivel nacional, provincial y local.
Abel Miguel, intendente electo, consiguió 21.162 votos, seguido por José Ale, quién logró 15.018 adhesiones, en representación del justicialismo. A su vez, Orlando Tuso, del Partido Intransigente, se ubicó en la tercera posición con 6.137. Los 4.644 votos restantes estuvieron divididos entre cinco candidatos.
Así, la Unión Cívica Radical logró tener nueve representantes en el Honorable Concejo Deliberante, tres consejeros escolares, además de quedar a cargo del Poder Ejecutivo. El Partido Justicialista se quedó con siete bancas en el Concejo y dos consejeros escolares, mientras que el Partido Intransigente ocupó las dos sillas restantes en el recinto y consiguió sólo un consejero escolar.
El primer Gobierno quedó conformado por Abel Paulino Miguel, en el cargo de intendente municipal; los concejales fueron Héctor Bozzetti, Humberto Heinzen, José Luis Mendizabal, Héctor Giecco, Gustavo Ferrari, Isidoro Feldman, Gustavo Pera, Domingo Ferraiuolo, Abel De Nardi (por el radicalismo), Carlos Vozzi, José Pereira, Eva Ale, Rubén Cartier, Alberto Echesuri, Horacio Tuso, Armando De Miguel (por el justicialismo), Orlando Tuso, Gabriel Castillo (por el Partido Intransigente). En cuanto a los seis concejeros escolares, estos fueron María Telleria, Benjamín Velez, Oscar Peretti (UCR), Héctor Torrus, Mirta Rubini (PJ) y Osvaldo Solares (PI).